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Luigi Zoja: "La gente ha mandado su inteligencia de vacaciones perpetuas"
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Luigi Zoja: "La gente ha mandado su inteligencia de vacaciones perpetuas"

La paranoia es una elemento esencial de la política, porque es un elemento esencial de las estructuras de poder, explica el psicoanalista Luigi Zoja

Foto: La política es un ámbito eminentemente paranoico. Efe
La política es un ámbito eminentemente paranoico. Efe

La paranoia es un elemento esencial de la política porque lo es de las estructuras de poder. Como todo el mundo sabe, las organizaciones políticas y empresariales están construidas a partir de tensiones internas, sospechas veladas, temores a puñaladas por la espalda y equilibrios inestables entre distintas facciones de lealtades dudosas. En ocasiones, esas dinámicas se convierten en claramente patológicas, dejan de tener efectos exclusivamente internos y se exteriorizan, convirtiéndose en discursos socialmente dañinos. El más frecuente, el que demoniza a un determinado grupo, al que responsabiliza de todos los males, y que suele llevarse por delante a todos quienes, de un modo otro, resultan sospechosos de simpatizar con estos colectivos.

El problema de esta “locura lúcida”, cuenta Luigi Zoja, psicoanalista y escritor italiano, en Paranoia, la locura que hace la historia (Ed. Fondo de Cultura Económica) es que suele ser emitida por personajes carismáticos y convincentes, que logran ponernos de su lado gracias a una utilización peculiar de la racionalidad. Este estilo de pensamiento, que contiene una moral llamativa, suele ser contagioso. De algún modo, afirma Zoja, la historia de nuestra política, es también la historia de la paranoia.

Pregunta.-En su libro asegura que vivimos en una “paranoia soft”, basada en un conocimiento incompleto de la realidad, que se construye a través de afirmaciones muy simplistas. Esa deficiencia en el conocimiento haría posible que esos elementos paranoicos se difundieran bien. ¿Están los políticos y los medios de comunicación actuales produciendo un mundo paranoico a través de los mensajes cada vez más simples que emiten? ¿Hay sitio para mensajes complejos en los medios de comunicación y en la política?

Respuesta.- No todos vivimos en una paranoia suave. Pero la transformación de los "medios" en "medios de comunicación" ha requerido que los mensajes y las informaciones se hagan cada vez más simples. Y la simplificación más fácil, la que halaga al lector / espectador más que cualquier otra cosa, es la que apunta a un chivo expiatorio. Sigue este esquem:"Yo (el político) tengo razón y usted (el lector / espectador) también la tiene en sus críticas, pero yo sé quién es el responsable de todos los males, y voy a decirlo en voz alta". En la primera mitad del siglo XX Hitler ha señalado a los judíos y Stalin a los "enemigos de clase" como fuente de todos los males: eso es la paranoia dura. Desde entonces,(aunque sea más formal que real), tenemos democracia y libertad de información. Y también movimientos populistas. Por ejemplo, la Liga Norte italiana atribuye muchos males a los inmigrantes: a eso lo llamo paranoia suave.

P.- El paranoico es el sujeto antipsicológico absoluto: no tiene ninguna capacidad de autocrítica, es incapaz de una reflexión introspectiva. ¿Pero no pasa eso con nuestros sistemas políticos y económicos, que cada vez tienen menos capacidad de cuestionarse? Toleran muy poco la crítica exterior, y menos aún la interna.

R.- La paranoia es una actitud psicológica. En el extremo, su forma se corresponde con una absoluta incapacidad para la autocrítica, y no querría atribuirla únicamente a un sistema económico, porque eso genera el riesgo de que se construyan con esta idea teorías conspirativas. Pero tiene toda la razón en que el poderososistema de intereses, lobbies, etc.,que funciona hoy está a menudo infestado de actitudes paranoicas colectivas. El fascismo en Italia, que en un principio estuvo formado por un grupo pequeño de personas, se las arregló para convencer a algunos grupos de poder de que los trabajadores irían tomando gradualmente el Estado y esos grupos acabaron financiando el fascismo y llevado a Mussolini a lo más alto. Pero creo que en la actualidad los grupos financieros son tan poderosos que no necesitan construir teorías paranoicas. Tras el final de la Guerra Fría, se sienten protegidos por la falta de alternativas: la crítica de un pensador como Piketty realmente no llega al público medio. Pero es cierto que esos grupos financieros tienden a dominar los principales medios: por ejemplo, el mundo anglohablante tiene los grupos de comunicación que controla Murdoch, que le sirven para defender sus intereses, y a través de los cuales a menudo difunde diferentes niveles de paranoia suave.

P.- Afirma que una característica típica del paranoico es atribuir su destructividad al adversario. Pero eso también es típico de los discursos políticos contemporáneos. Casi nadie propone nada, sino que se critica al adversario continuamente. La actividad principal es construir un enemigo. ¿No es esta una dinámica paranoica?

R. Sí, tiene toda la razón. El porcentaje de grupos políticos sin verdaderos programas está aumentando, están interesados ​​en la construcción de un enemigo, un "chivo Expiatorio". Es lo que ocurre con la Lega, en Italia, que hace a los inmigrantes responsables de diversos asuntos, como por ejemplo del desempelo. Es cierto que a causa de la inmigración algunos tipos de delito han aumentado (a menudo son ilegales, no tienen papeles, con lo que no tienen nada que perder), pero también lo es que son personas muy trabajadoras. Ellos no roban los puestos de trabajo de los italianos, sino que hacen los trabajos que los italianos ya no hacen, como la limpieza de las calles.

P. La paranoia cuenta con una idea central, que es la existencia de un “otro” siempre amenazante que acabará con nosotros como no actuemos preventivamente. Eso ocurrió con los judíos en la era nazi, también con los que ejercían la crítica en el estalinismo, que eran acusados de agentes del capitalismo, pero también se ha utilizado recientemente para justificar guerras como la de Irak o para restringir las libertades bajo pretexto de combatir el terrorismo.

R. Sí, absolutamente. Pero lo que es específico de algunas iniciativas americanas es el uso de "prevención necesaria". La iniciativa no se basa en hechos, sino simplemente en una fantasía acerca de las intenciones de los enemigos. Esto es específicamente paranoico y termina transformando su desconfianza y su imaginación en una realidad sólida con consecuencias concretas (y no pequeñas, incluso una guerra).

P. Si el paranoico sufre una ofensa, reacciona de forma desproporcionada porque entiende que esa ofensa es el comienzo de una persecución. ¿Hay algún acontecimiento político reciente que le recuerde esta dinámica? ¿Hay algún colectivo que se sienta perseguido continuamente aun cuando la realidad no justifique esa visión?

R. Muchos ejemplos. En Venezuela, Maduro ha repetido que Chávez fue una víctima de los servicios secretos que le inocularon cáncer. Los científicos (oncólogos) dicen que eso no es posible (aunque, por supuesto, es más que posible que los servicios secretos estadounidenses estudiasen planes para asesinarlo). En Italia, desde hace muchos años Berlusconi ha repetido que es la víctima de una conspiración de los magistrados de izquierda. Es cierto que varios de los magistrados de Milán que le condenaron son de izquierda, pero también que muchos de los cargos que se le imputaron contaban con pruebas muy sólidas.

P. Dice que la paranoia siempre tiene algo de real, porque la sospecha está en nosotros, porque todos tenemos enemigos de los que protegernos y que en la vida también hay lobos. ¿Lo que diferencia al paranoico de la persona normal es su carácter absoluto? ¿Lo que les hace distintos es que creen su verdad sin género de duda?

R. Sí, la rígida convicción de tener razón. En una de sus películas, Woody Allen afirma correctamente que “hasta los paranoicos tienen enemigos”. Por decirlo en otras palabras, el hecho de que los paranoicos tengan razón a veces no hace la paranoia menos peligrosa. Nuestro miedo de convertirnos en demonios paranoides demuestra que no lo somos, porque alguna duda siempre es necesaria para conservar la razón. Y al mismo tiempo, alguna sospecha también nos viene bien. En el ataque a las Torres Gemelas la mayoría de quienes estaban en ella se comportaron como buenos americanos, mantuvieron la calma y se reunieron en el punto de encuentro de cada piso. Otros, si se me permite decirlo, se comportaron de una manera más latina (o paranoica): desconfiaron las instrucciones, no obedecieron y corrieron escaleras abajo. Sólo estos últimos sobrevivieron.

P. ¿Por qué los paranoicos, y los sistemas políticos paranoicos, parecen tan racionales? ¿Por qué pueden argumentar tranquilamente sin hacer explícita su lógica patológica? ¿Por qué son tan convincentes?

R. Porque el pensamiento implica actividad, y muchos seres humanos no son lo suficientemente humanos y prefieren la pasividad. Hitler publicó su Mein Kampf, pero no lo leyeron muchos. Como ya he explicado, la paranoia comienza con una premisa rígida, que a menudo tiene la calidad de la iluminación, la revelación y la verdad religiosa y por tanto es indemostrada e indemostrable, pero los razonamientos que emanan de ella pueden ser lógicos y convincentes. Y no necesitan ser falsificados: por ejemplo, es cierto que los judíos controlaban un tanto por ciento de las finanzas y de los diarios que era más elevado que el tanto por ciento de la población que representaban, pero habían alcanzado esos logros a través del trabajo duro y de un alto nivel de instrucción, y no como fruto de las conspiraciones.

P. Habla en el libro de la teoría del plano inclinado. Afirma que el paranoico sabe dónde quiere llegar y va lentamente al principio, pero cuando el plano tiene ya la suficiente inclinación, se acelera y cae porque ya no puede frenarse… ¿Cómo funciona esa pendiente por la que los paranoicos siempre se deslizan? ¿Hay algún elemento que permita prever a partir de qué punto de la pendiente el paranoico ya no puede parar?

R. Entiendo que su pregunta es práctica: si logramos anticipar los arrebatos paranoicos podríamos evitar males terribles. Sin embargo, precisar ese momento es muy difícil. El paranoico es un maestro de la anticipación y de la sospecha, por lo que percibe rápidamente cuándo estamos sospechando de él. En cierto modo, la paranoia es irreversible desde el momento en que la premisa inicial se ha asentado, que es falsa pero granítica. Desde ese instante ya se desliza por la pendiente inclinada, y con muy pocas posibilidades de controlar la caída y volver a subir. En general, sólo nos damos cuenta de que alguien es paranoico cuando está en una fase "caliente" y ha perdido el control. Pero si tiene experiencia con ellos, también podría notar varias pistas en la fase "fría", la anterior. Por ejemplo, hace sugerencias o advierte que no se trate de engañarlo, porque sabe que tiene enemigos y tiene claro que están tramando algo en su contra. Esto puede tomar la forma de enormes eventos colectivos. Hitler anticipó "en frío" muchas de sus intenciones en su libro Mein Kampf. En su fase paranoica "caliente", comenzó a invadir países, lo cual implicaba el desarrollo habitual de la lógica paranoica. Ese paso adelante no alteró su delirio básico: tenía que hacer frente a una conspiración judeo-marxista planetaria. Así, siguió atacando y atacando hasta que, tratando de invadir la Unión Soviética, fue realmente rodeado por enemigos (típica fantasía paranoica) y terminó destruido. El paranoico provoca a menudo inconscientemente su propia destrucción.

P.El paranoico que describe se parece, en su dinámica, al acosador moral, a quien comete bullying en el trabajo o al que maltrata en el hogar. También acosa a una víctima inocente a la que responsabiliza de sus males, y y también responde hostilmente a quien le hace ver que no es tan grande como nos quiere hacer creer. ¿Hay algún elemento que les una? ¿Cuál es el que les separa?

R. Para separar estas categorías hay que distinguir entre paranoico y psicópata (aunque por supuesto, existan formas mixtas). El psicópata tiene un funcionamiento mental relativamente normal, pero no tiene sentido moral, no puede sentirse culpable, de modo que puede provocar sufrimiento al tratar de alcanzar ventajas de modo egoísta o incluso porque goza con ello. El paranoico, por el contrario, está convencido de actuar moralmente y por eso su moralidad es absoluta. Eso puede implicar, como con Hitler o Stalin, la muerte de millones de personas, pero para ellos eso es sólo un detalle a lo largo de un camino moral. Su lógica es fría e inflexible, porque está convencido de que la realidad le dará la razón y probará que estaba actuando de una forma justa. Ni Hitler ni Stalin buscaban el disfrute o el enriquecimiento personales.

P. ¿No bastaría, para desactivar la paranoia, con que nuestra sociedad tuviera algo más de cultura en el sentido freudiano? ¿No bastaría con introducir más razón en los mensajes que emitimos y dar mucha mayor presencia a argumentos y explicaciones racionales en lugar de a conclusiones rápidas y no comprobadas? Habla en su libro de que habría que prestar más atención a los historiadores porque “estos portadores de verdad y de autocrítica nacional fueron los verdaderos santos del siglo XX”. ¿Necesitamos algo más de cultura, luz y razón hoy?

R.Ese fue el sueño de la Ilustración y la esperanza que albergaba nuestro mundo a finales del siglo XIX. Luego vino la Primera Guerra Mundial, pronto seguida por la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Ese es también mi sueño e, imagino, el suyo. Pero la realidad ha demostrado ser diferente. Por supuesto, podríamos mejorar en gran medida la condición de la sociedad mediante la introducción de una mejor comunicación a través de los medios. Pero eso también implica responsabilidad, y una gran cantidad de personas (la mayoría) tienen miedo de la responsabilidad. Hay muchas personas que han enviado su inteligencia de vacaciones perpetuas. Con esa acción lograríamos conseguir resultados a largo plazo (o muy a largo plazo). Esperemos que mientras tanto no tengamos demasiadas guerras o catástrofes ambientales.

La paranoia es un elemento esencial de la política porque lo es de las estructuras de poder. Como todo el mundo sabe, las organizaciones políticas y empresariales están construidas a partir de tensiones internas, sospechas veladas, temores a puñaladas por la espalda y equilibrios inestables entre distintas facciones de lealtades dudosas. En ocasiones, esas dinámicas se convierten en claramente patológicas, dejan de tener efectos exclusivamente internos y se exteriorizan, convirtiéndose en discursos socialmente dañinos. El más frecuente, el que demoniza a un determinado grupo, al que responsabiliza de todos los males, y que suele llevarse por delante a todos quienes, de un modo otro, resultan sospechosos de simpatizar con estos colectivos.

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