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Las parejas de hombres ricos y mujeres hermosas: el gran mito
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¿el matrimonio como ascensor social?

Las parejas de hombres ricos y mujeres hermosas: el gran mito

La movilidad social a través del matrimonio es una aspiración comúnmente criticada, propia de otra época, pero que aún hoy en día se da por sentada

Foto: La movilidad social mediante el matrimonio es mucho más escasa de lo que comúnmente se cree. (Corbis)
La movilidad social mediante el matrimonio es mucho más escasa de lo que comúnmente se cree. (Corbis)

La movilidad social a través del matrimonio es una aspiración comúnmente criticada, propia de otra época en la que abundaban los casamientos de conveniencia, pero que aún hoy en día se da por sentada. El mito de que las mujeres priorizan el estatus económico a la hora de elegir una potencial pareja, mientras que ellos valoran en primer lugar el atractivo físico, sigue siendo una creencia generalizada entre la sociedad y una hipótesis de partida que ha guiado el enfoque de numerosos estudios sociológicos. El clásico intercambio “belleza por estatus” en el que, supuestamente, ambas partes ganan…

La mayoría de investigaciones que tratan de arrojar luz sobre las verdaderas intenciones que mueven a las personas a la hora de formar un matrimonio suelen pasar por alto una serie de factores que son determinantes para una correcta interpretación. La dudosa sinceridad de los participantes en sus respuestas (una rémora similar a la que se topan los psicólogos que investigan la infidelidad marital), el hecho de que las personas de un nivel socioeconómico alto se perciban comúnmente como más atractivas o la brecha salarial entre hombres y mujeres contaminan sobremanera los resultados de dichos estudios.

En uno de los estudios más populares sobre esta cuestión (Preferences in Human Mate Selection), realizado por los psicólogos David Buss y Michael Barnes, se preguntó a los participantes que destacasen los rasgos que más valoraban en una pareja potencial. Ni el atractivo físico ni la belleza se situaron en el top ten de la clasificación. Por el contrario, los rasgos más valorados fueron “la amabilidad y la comprensión”. Ciertamente, las mujeres valoraron un poco más que los hombres “la capacidad económica”, pero era una de las características más secundarias en las que supuestamente se fijaban.

La compatibilidad, la base del matrimonio

Estos resultadosllevaron a algunos investigadores a cambiar sus metodologías, ya que al analizar el motivo de elección de la gente para celebrar una cita a ciegas, con alguien que sólo se conocía por fotografía, el atractivo físico era casi lo más importante. Y es que cuando los estudios psicológicos se basan en la autopercepción de los participantes sobre temas escabrosos, el margen de error, debido a las mentiras y medias verdades, es enorme.

Consciente de estas limitaciones, la socióloga de la Universidad de Notre Dame, Elizabeth McClintock, ha analizado más de 1.500 parejas en distintas fases de su relación, desde primeras citas, hasta novios, matrimonios o parejas no casadas pero que vivían juntas, para determinar en qué grado se cumple el mito del intercambio “belleza por estatus”. Los resultados de su trabajo, Beauty and Status, publicado en el último número de la American Sociological Review, contradicen esta generalizada creencia: “estos matrimonios de conveniencia apenas existen, y cuando tratan de formarse, apenas duran unos pocos meses”.

Lo que sí ha logrado confirmar McClintock es que se produce una “asimilación de virtudes”. Es decir, que “las personas exitosas, ya sea a nivel económico, profesional o de atractivo, suelen estar con parejas que también cumplen con estas condiciones”. Una realidad que desmiente el mito del ascensor social, aunque quizá también el del romanticismo: apenas se produce mezcla de estratos sociales, más allá de las determinadas por las brechas salariales y de oportunidades profesionales por razones de género.

En definitiva, lo que la gente anhela en una potencial pareja es la “compatibilidad”, que sus vidas se asemejen lo máximo posible. Ni ellas se eclipsan por la cantidad de ceros en la cuenta bancaria, como comúnmente suele difamarse, ni ellos se ciegan por el aspecto físico. La máxima más repetida en estos casos, insiste la socióloga, es “hacer coincidir los puntos fuertes entre dos personas, en lugar de hacer un trueque de dinero por belleza”.

La dictadura de la imagen

A pesar de que McClintock ha tratado de aislar las variables antes mencionadas que más contribuyen a contaminar los resultados de la investigación, reconoce que es difícil separar estatus y atractivo físico. En una sociedad en la que la imagen tiene una gran importancia, la socióloga afirma que “las personas físicamente atractivas obtienen un trato preferente, gozan de un mayor rendimiento escolar, tienen más posibilidades de triunfar profesionalmente y sus ingresos económicos son superiores a la media”.

Una lotería genética que, como ha denunciado la modelo Cameron Russell, activista en pro de la 'igualdad para las feas', está directamente relacionada con el estatus. “El éxito (entre las mujeres) es simplemente una cuestión de tener o no suerte con los genes”, lamenta.

El “sesgo machista” es otra de las premisas que incitan a darle credibilidad a este mito, según subraya la investigación. “Solemos fijarnos exclusivamente en el atractivo de las mujeres. Si una mujer guapa está con un hombre rico pensaremos que es por conveniencia, pero no nos paramos a analizar si el hombre también es guapo o si ella también cuenta con una buena situación económica”. Un sesgo, afirma la socióloga, en el que también caen muchos estudios, que “pasan por alto el atractivo físico de los hombres, así como el nivel socioeconómico de las mujeres a la hora de investigar este fenómeno”.

Como consecuencia, advierte McClintock, el papel de las mujeres en la sociedad se trivializa, dejando la importancia de sus carreras en un segundo plano. Lo que verdaderamente importa es el aspecto, y se menosprecian otras cualidades o logros. En definitiva, este mito se retroalimenta a sí mismo porque “valoramos a las mujeres por su belleza y a los hombres por su estatus”.

Por último, y después de demostrar que la movilidad social mediante el matrimonio es mucho más escasa de lo que comúnmente se cree, la autora recalca que cuando se produce es un ascenso de estatus muy frágil, pues “existe una constante dependencia económica del cónyuge”.

La movilidad social a través del matrimonio es una aspiración comúnmente criticada, propia de otra época en la que abundaban los casamientos de conveniencia, pero que aún hoy en día se da por sentada. El mito de que las mujeres priorizan el estatus económico a la hora de elegir una potencial pareja, mientras que ellos valoran en primer lugar el atractivo físico, sigue siendo una creencia generalizada entre la sociedad y una hipótesis de partida que ha guiado el enfoque de numerosos estudios sociológicos. El clásico intercambio “belleza por estatus” en el que, supuestamente, ambas partes ganan…

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