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Las nueve cosas de las que nadie te avisa cuando vas a ser padre
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GRANDES SORPRESAS DE LA PATERNIDAD

Las nueve cosas de las que nadie te avisa cuando vas a ser padre

A ti también te van a pasar

Foto: Hay muchas cosas de la paternidad que no se entienden hasta que no se tienen hijos. (iStock)
Hay muchas cosas de la paternidad que no se entienden hasta que no se tienen hijos. (iStock)

La paternidad y la maternidad siempre son calificadas como una de las experiencias más gratificantes de la vida y de las que más satisfacciones proporcionan. Todo el mundo alaba las virtudes de la prole, e incluso hay una especie de tabú a la hora de hablar de los inconvenientes de tener descendencia, como si ello fuera equivalente a hablar mal de los propios hijos.

No obstante, hay muchas cosas de las que nadie te avisa cuando vas a ser padre y que poco tienen que ver con los cinco lobitos o con las cincuenta mil fotos de tu bebé que enviarás a tus amigos por Whatsapp. Pero dado que son penurias menores, y que la balanza sigue compensando en positivo, lo mejor que podemos hacer es tomarlas con humor:

1. Te sentirás el peor padre del mundo

Lo creas o no, a todos los padres se les ha caído su hijo, le han dado un golpe sin querer, han presenciado un accidente en un columpio sin evitarlo o incluso le han hecho daño con una bola de nieve. Y, en el momento de la tragedia, miles y miles de padres del mundo han mirado el chichón en la cabeza de su hijo, se han tapado la boca con una mano y han pensado para sí: “Dios mío, ya lo he desgraciado”. Pero seamos realistas: todos hemos padecido esos enormes chichones de pequeños y aquí estamos, vivos y coleando y razonablemente espabilados.

2. Tu coche está sucio. Muy sucio

Más vale que no sea para ti una herramienta de trabajo o que no tengas que llevar a alguien respetable, porque a partir de ahora el asiento trasero de tu coche se ha convertido en el almacén de tus pequeñas víboras. Sí, sí, lo sabemos: eres un padre estricto y pondrás reglas. Desde aquí te lo advertimos: no servirán de nada. “Prohibido comer en el coche, prohibidos los rotuladores en el coche, prohibido vomitar en el coche…”. Todo para que el día que tu jefe tenga su coche en el taller y te acabe pidiendo que le acerques se baje de tu Golf con una patata frita pegada en el traje.

3. No sabrás qué hay en los cines pero te aprenderás los diálogos de 'Frozen'

De hecho, respondes con diálogos de películas Disney en el supermercado, en el banco y en las reuniones de trabajo. El visionado en bucle, una y otra vez sin apenas una pausa de segundos entre una proyección y la siguiente, de todas y cada una de las películas de dibujos animados por las que tu hijo se entusiasma, hace que termines respondiendo con acento hispanoamericano en los momentos más insospechados o que vayas cantando por la calle como si la vida fuera una escena de 'La bella y la bestia'.

4. Te conviertes en un ninja

A partir del momento en que tienes un hijo, tu vida adulta, tu vida propia, la parte de tu vida que de algún modo te pertenece, sólo tendrá lugar en unos ciertos periodos de tiempo fundamentales: cuando el niño esté dormido. De manera que, en cuanto el pequeño cierra los ojos y respira hondo en un gesto de satisfacción y profundidad, tu pareja y tú os convertís en ninjas, salís y entráis reptando de su habitación, andáis descalzos, habláis bajito y, si no fuera por el patito de goma que lleváis en una mano, las ojeras evidentes y la mancha de papilla en la camisa, cualquiera diría que sois agentes de la CIA que están persiguiendo los malos.

5. Te despertarás a las cuatro de la mañana al grito de “¡Mamáaaaaaa, tengo sed!”, irás a la cocina a por un vaso de agua...

...y volverás al cuarto de tu hijo para encontrártelo profundamente dormido. Así de sencillo, así de claro, así de injusto. Te encoges de hombros, le dejas el vaso en la mesilla por si acaso e incluso lo arropas: “¡Está de guapo cuando está dormidito…!”.

6. Hablar con tus amigos sin hijos es… raro

“Pues sí, tío, estuvimos en el bar nuevo ese que han abierto y conocí a una chica majísima, me dio su número y tal, a ver si la llamo, y luego nos pasamos por el local de Alberto, que estaba con unas amigas y ha montado un karaoke… ¿tú qué hiciste anoche?”. Tras reflexionarlo unos instantes te das cuenta de que anoche cambiaste un par de pañales, preparaste un biberón, acunaste durante mucho rato a tu criaturita y te quedaste dormido sobre la barandilla de la cuna.

7. Esconderás los caramelos como si fueran contrabando

Un niño ve un dulce y se lo come, así, sin procesar, sin reflexionar, se lo come. Los altillos de tus armarios se llenarán de rosquillas, tabletas de chocolate y botes de Nocilla que tendrás que ir racionando a su debido tiempo.

8. Te sentirás culpable por gastarte dinero en ti

Todo el dinero que te gastes en ti mismo no irá para tus hijos. La consecuencia directa de este fenómeno es que saldrás al parque y verás millones de niños monísimos, con la gomita del pelo, las botas rosas, el abrigo ideal, el peto de cuadros… y padres que los acompañan que parecen mendigos, con un vaquero roto y una camiseta por fuera que ya debería ser oficialmente la camiseta del pijama. Tú no te ves a ti mismo, pero recuérdalo: eres uno de esos padres.

9. Te reirás a muerte

Más que nunca en tu vida. De cualquier cosa. De que una pelota de tenis rebota, de que tu pareja se ha dado un golpe, de que la caja de los juguetes no cabe en el cajón. De que tu hijo se ríe. De todo.

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La paternidad y la maternidad siempre son calificadas como una de las experiencias más gratificantes de la vida y de las que más satisfacciones proporcionan. Todo el mundo alaba las virtudes de la prole, e incluso hay una especie de tabú a la hora de hablar de los inconvenientes de tener descendencia, como si ello fuera equivalente a hablar mal de los propios hijos.

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