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Las 5 cosas que hacen las personas que tienen mucha fuerza de voluntad
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¿POR QUÉ TOMAMOS TAN MALAS DECISIONES?

Las 5 cosas que hacen las personas que tienen mucha fuerza de voluntad

Por mucho que nos propongamos hacerlo todo bien, solemos comprobar que es mucho más complicado de lo que parece. ¿Qué podemos hacer para cambiarlo?

Foto: Hay quien piensa que con fuerza de voluntad se nace, pero no es verdad: se puede trabajar. (iStock)
Hay quien piensa que con fuerza de voluntad se nace, pero no es verdad: se puede trabajar. (iStock)

Al que no le haya ocurrido, que tire la primera piedra. Es lunes por la mañana después de un fin de semana de reparador descanso, y afrontamos la semana con ilusión. Nos proponemos trabajar más y mejor que nunca, al mismo tiempo que dedicamos más tiempo a nuestra familia. Nos alimentaremos mejor, intentaremos tomar menos café y quizá leamos un poco más. Quién sabe, incluso por fin pondremos en marcha ese proyecto tan ambicioso que siempre dejamos para más tarde. Y, sin embargo, a primera hora de la tarde del lunes ya estamos derrengados, deseando que llegue el viernes, tomándonos el tercer café del día. ¿Qué ha pasado? Que no tenemos la suficiente fuerza de voluntad.

Hay quien afirma que con fuerza de voluntad se nace o no se nace, que es algo que no se puede entrenar. Y, por eso, cruzamos los dedos y esperamos ser capaces de no dejarnos llevar por la corriente. Sin embargo, paraJeff Haden de BlackBird Media, en un post publicado en Inc.,se trata de algo que se puede trabajar y mejorar día a día. Pero si bien es cierto que uno puede mejorar su fuerza de voluntad, también lo es que, aunque pocos lo recuerden, la voluntad es un recurso limitado. Por eso conviene no desperdiciarla en aquello que no es importante. A continuación recogemos los cinco consejos propuestos por el gurú para poder llevar a cabo todo lo que nos proponemos (sin perder las ganas por el camino).

Evita tomar decisiones innecesarias

Nuestra cabeza funciona bien hasta cierto punto, pero poco a pococomienza a desenvolverse cada vez peor, hasta que dice “basta”. Es en ese momento cuando nuestra voluntad desaparece y decimos que sí a todo. Como recuerda Haden, cuantas más decisiones tomemos a lo largo del día, más nos costará cada una de ellas. Si, por el contrario, tan sólo tenemos que decidir sobre un puñado de cosas, podremos centrarnos en cada una de ellas sin experimentar la fatiga mental. “Por eso, cuantas menos elecciones tengamos que hacer, mejores decisiones tomaremos”, explica el coach. Ello también implica que debemos ponernos en situaciones en las que no tengamos que pensar. Haden pone el ejemplo de aquellos que no pueden parar de revisar su correo electrónico. ¿No sería más fácil si cerrásemos la ventana del navegador, o si apagamos las notificaciones del teléfono móvil? Cuanto más nos cueste acceder a ello, menos inclinados nos veremos a consultarlo, por lo que ganaremos en tiempo y esfuerzo.

No decidas nada mañana que puedas decidir hoy

De igual manera que tenemos que evitar que nuestra existencia sea una constante toma de decisiones, debemos organizarnos para facilitar el trabajo a nuestra mente. Solemos tomar peores elecciones cuando tenemos que reaccionar rápidamente, sin apenas pensar; por el contrario, si estamos relajados, todo será más sencillo. Haden utiliza el ejemplo de la ropa: ¿de verdad queremos comenzar el día, a las siete de la mañana, pensando en aquello que nos sienta bien? ¿Y luego imaginar qué nos apetece desayunar? Aunque por la noche nos dé más pereza pararnos a pensar en el vestuario, el esfuerzo será recompensado al día siguiente. Se trata de esas pequeñas decisiones que, poco a poco, nos van agotando. Resérvate para las importantes.

Primero, lo más difícil

En esta jerarquía de decisiones, y al igual que haríamos con nuestro trabajo, debemos comenzar por lo más difícil y costoso y seguir por lo más fácil y rápido. No obstante, cada persona es un mundo, y hay quien preferirá ponerse antes con una tarea secundaria; mientras que no absorba mucho tiempo y energía, no pasa nada. Haden recurre a un interesante estudio publicado en el Pnas para ilustrar esto: como puso de manifiesto la investigación encabezada por el Premio Nobel Daniel Kahneman de la Universidad de Princeton, los jurados populares solían tomar decisiones más justas a primera hora de la mañana que antes de comer. Vergonzoso, ¿verdad? Como explica la investigación, la gente se cansa con el tiempo, por lo que le cuesta más tomar buenas decisiones, incluso sin ser conscientes de que se están dejando llevar.

Recarga las pilas

¿Qué clase de vida viviríamos si tan solo pudiésemos afrontar las decisiones importantes a primera hora? Por supuesto, hay que recargar las pilas a lo largo de la jornada, y ello puede ser tan importante como levantarnos descansados. Hay dos cosas muy sencillas que podemos hacer para evitar que la fatiga pueda con nosotros. Por una parte, tomar pequeñas pausas tanto físicas como mentales de vez en cuando, y aprovecharlas para beber líquidos y alimentarse bien. Como recuerda Haden, el hambre nos lleva al mal humor, y el mal humor a tomar malas decisiones. Cuando nuestros niveles de glucosa son bajos, tendemos a preferir las recompensas a corto plazo que a largo plazo. Es decir, el escenario perfecto para dejarnos caer en los brazos de todas esas tentaciones de las que tanto nos ha costado escapar con anterioridad.

Piensa en las metas a largo plazo

La fatiga mental, como acabamos de señalar, hace que nos decantemos por las soluciones más fáciles. Estamos tan cansados que todo parece costarnos un mundo, por lo que nos prometemos que mañana de verdad cumpliremos con nuestros objetivos. Está claro que es mentira: el día para empezar es siempre hoy. Este probablemente sea el paso más complicado de dar, puesto que nos hace centrarnos en algo abstracto y lejano, que no sabemos muy bien si conseguiremos alcanzar. Haden recomienda mantener a nuestro alrededor recuerdos de aquello por lo que en realidad hemos de esforzarnos, ya sea una fotografía de nuestra familia o, como ocurre con uno de sus amigos, la hipoteca que falta por pagar.

Al que no le haya ocurrido, que tire la primera piedra. Es lunes por la mañana después de un fin de semana de reparador descanso, y afrontamos la semana con ilusión. Nos proponemos trabajar más y mejor que nunca, al mismo tiempo que dedicamos más tiempo a nuestra familia. Nos alimentaremos mejor, intentaremos tomar menos café y quizá leamos un poco más. Quién sabe, incluso por fin pondremos en marcha ese proyecto tan ambicioso que siempre dejamos para más tarde. Y, sin embargo, a primera hora de la tarde del lunes ya estamos derrengados, deseando que llegue el viernes, tomándonos el tercer café del día. ¿Qué ha pasado? Que no tenemos la suficiente fuerza de voluntad.

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