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El despido en primera persona: la exdirectora del NYT narra qué se siente
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“EL HOMBRE TIENE MÁS AGUANTE DE LO QUE CREE”

El despido en primera persona: la exdirectora del NYT narra qué se siente

“Como vosotros, tengo miedo y entusiasmo por el futuro”. Estas son las primeras palabras que ha pronunciado Jill Abramson después de su despido

Foto: Jill Abramson, durante el discurso del pasado lunes en Carolina el Norte. (Reuters/Jacson Miczek)
Jill Abramson, durante el discurso del pasado lunes en Carolina el Norte. (Reuters/Jacson Miczek)

“Creo que las únicas noticias de verdad aquí son las de vuestra graduación en esta gran universidad”. Estas son las primeras palabras que ha pronunciado en un acto público Jill Abramson, después de su despido fulminante el pasado miércoles de su puesto como directora de The New York Times. Una decisión que ha abierto una gran polémica en EEUU no sólo por tratarse de la cabecera más importante del país, sino también por la posibilidad que un artículo de The New Yorker sugería de que su salida del periódico se debíaa una demanda de aumento de sueldo para equiparse al de Bill Keller, su predecesor en el cargo.

Abramson ha dado la cara sobre el césped de la Universidad de Wake Forest, donde hacía semanas que se había comprometido a protagonizar el discurso de graduación de este año. Una charla que, como le solicitó Nathan O. Hatch, presidente del centro, debía tratar sobre la resiliencia, es decir, sobre “la capacidad de los sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas”. “Algunos de vosotros se han enfrentado con el peligro o incluso una pérdida terrible, pero la mayoría de vosotros, no”, señaló la periodista este lunes. “Y abandonar el capullo protector de la universidad por el mundo laboral puede asustar”.

Papá estaría tan orgullosa de ti como el día que te convertirse en directora de The New York Times

“Tendréis docenas de trabajos y probaréis cosas muy diferentes”, explicó Abramson a los graduados de Wake Forest. “Por supuesto, perder un trabajo que amas duele, pero el trabajo que venero, el periodismo que hace que las instituciones poderosas y la gente sean responsables, es lo que hace tan resiliente nuestra democracia. Y es el trabajo del que seguiré formando parte”.

Demuestra quién eres”

Abramson nació en Nueva York en 1954, en el seno de una familia de origen judío. Su padre nunca disfrutó de la educación superior que sí cursaron sus dos hijas: Jill se graduó en Literatura en la Universidad de Harvard en 1976, donde compaginó sus estudios con sus primeras colaboraciones en revistas como Time. “A primera hora del jueves”, señaló la periodista aludiendo a la mañana después de su despedida, “mi hermana me llamó y me dijo 'sé que papá estaría tan orgullosode ti como el día que te convertirse en directora de The New York Times'. Había sido despedida el día anterior, así que sé lo que intentaba decir. Para nuestro padre, significaba más vernos afrontar un revés que ver cómo manejábamos nuestro éxito. 'Muéstrame de qué estás hecha', es lo que habría dicho”.

Alguno de vosotros no ha conseguido el trabajo que realmente quería o ha recibido una de estas terribles cartas de rechazo

La periodista señaló que, aunque les separasen décadas de edad, su situación actual, lejos del que había sido su sueño desde niña, no era tan diferente de la de los recién licenciados. “Graduarse en Wake Forest significa que ya has experimentado el éxito”, recordó. “Y alguno de vosotros (ahora estoy hablando a alguien que ha sido despedido) no ha conseguido el trabajo que realmente quería o ha recibido alguna de estas terribles cartas de rechazo de la universidad. Conocéis la decepción de no conseguir lo que queréis. Cuando eso ocurra, mostrad de lo que estáis hechos”.

La vida de Abramson durante los últimos años no ha sido fácil. En 2007fue atropellada por un camión en Times Square, y casi perdió la vida en dicho accidente. La periodista explicó que ello le ha permitido, siete años después, recordar el riesgo para los peatones en la gran ciudad; es decir, convertir la tragedia en inspiración. Su trayectoria al frente de The New York Times tampoco ha sido nada fácil; los rumores sobre su rol dentro del periódico comenzaron a circular en abril de 2013, año y medio tras de su nombramiento, después que un artículo publicado en Politico citase a algunos de sus compañeros reconociendo que se trataba de una persona “cabezota y déspota” con la que resultaba difícil trabajar. Abramson respondería con otra entrevista en The New Republic calificando el artículo de “hiriente y malintencionado”.

Pero su suerte parecía echada, y poco más de un año después, el editor Arthur Sulzberger Jr. ha decidido sustituirla por Dean Baquet, el primer afroamericano al frente del periódico. El editor ha rechazado las explicaciones alternativas y, a través de un tweet de Ravi Somaiya, ha aducido “problemas con la gestión de la redacción”. Aun así, Abramson no guarda rencor a su antiguo medio, y después de que dos jóvenes estudiantes le preguntasen si iba a hacerse borrar la “T” gótica del New York Times que luce orgullosa en su espalda tatuada, ella respondió que “de ninguna manera”.

El futuro aún no está escrito

Abramson concluyó su intervención recordando a los jóvenes que “los seres humanos son más resilientes de lo que realmente creen”. A continuación, proporcionó un par de ejemplos de admiradas compañeras que podrían encajar en dicha descripción: es el caso de Nan Robertson, uno de los nombres grabados con letras de oro en la historia de The New York Times, o de Katharine Graham, la directora de The Washington Post que dio luz verde a Carl Bernstein y Bob Woodward para sacar a la luz la verdad sobre el Watergate. “Ambas se enfrentaron a la discriminación en un entorno aún más duro, en una industria dominada por los hombres, y consiguieron ganar el Pulitzer”.

Ha sido una de las voces más poderosas en desafiar el secretismo de la Casa Blanca de Obama

El presidente de la Universidad había solicitado a Abramson centrarse en la resiliencia, precisamente, porque creía que podía resultar particularmente significativo a las jóvenes recién licenciadas. Incluso Sulzberger, el antiguo jefe de Abramson, ha opinado sobre la aparición de la periodista en la universidad, a la que ha aplaudido por “su compromiso con la primera enmienda”, la que protege la libertad de expresión. “Ha sido una de las voces más poderosas en desafiar el secretismo de la Casa Blanca de Obama y el inicio de las investigaciones sobre las filtraciones criminales. Siempre admiraré el compromiso de Jill y estaré agradecido por sus múltiples contribuciones al periodismo de The New York Times”.

El horizonte que ahora se abre delante de Abramson no es menos incierto que el de los graduados de Wake Forest, que se encuentra en Winston-Salem, en Carolina del Norte, y es probable que tanto en un caso como en otro la edad pueda ser un problema, ya que Abramson tiene 60 años. “¿Qué me espera? No lo sé”, concluyó la autora de Strange Justice: the Selling of Clarence Thomas (Houghton Miffin). “Estoy exactamente en el mismo bote que vosotros. Y como vosotros, estoy un poco asustada, pero también emocionada”.

“Creo que las únicas noticias de verdad aquí son las de vuestra graduación en esta gran universidad”. Estas son las primeras palabras que ha pronunciado en un acto público Jill Abramson, después de su despido fulminante el pasado miércoles de su puesto como directora de The New York Times. Una decisión que ha abierto una gran polémica en EEUU no sólo por tratarse de la cabecera más importante del país, sino también por la posibilidad que un artículo de The New Yorker sugería de que su salida del periódico se debíaa una demanda de aumento de sueldo para equiparse al de Bill Keller, su predecesor en el cargo.

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