Espíritus negros: cuando la política del pasado se convierte en la moda del presente
La evolución de la raza negra durante los años sesenta y los setenta dio lugar a expresiones muy particulares, reivindicadas hoy por los modernos
Marx decía que la historia siempre se repetía: la primera vez ocurría como tragedia, la segunda como farsa. Quizá no sea exactamente así, pero la revitalización de viejos movimientos en el consumo y la cultura popular es cada vez más frecuente, sólo que desprovisto de los rasgos más fieros. Viejas tendencias del pasado inspiran la ropa de jóvenes del presente, o como es el caso del soul, viejos movimientos sociales se convierten en un instrumento puramente festivo.
Pero no siempre fue así. El 28 de agosto de 1963, más de 250.000 personas se reunieron en el Capitolio de Washington en la marcha en la que Martin Luther King pronunciaría su célebre discurso: “Anoche tuve un sueño…” Cuatro meses después, Sam Cooke grabó una de las canciones clave en el siglo XX, «A Change Is Gonna Come», en la que anticipaba el fin de la marginación negra en Estados Unidos. Cinco años más tarde, Tommie Smith y John Carlos alzaron el puño al subir al podio en las Olimpiadas de Mexico como reivindicación del black power. Ese mismo año, Otis Redding, Diana Rossy Marvin Gaye coparon las listas de éxitos americanas con canciones como «(Sittin’ on) The Dock of the Bay» o «I Heard It through the Grapevine».
Lo que se hace es recuperar el concepto estético, los clichés y punto, pero es pura mímesis
En muy pocas ocasiones la música ha funcionado de manera tan certera como altavoz de un grupo social, en este caso, los afroamericanos, como durante los años sesenta y los setenta del pasado siglo en Estados Unidos. Dicho recorrido es detallado en Espíritus en la oscuridad. Viaje a la era soul (66rpm), en el que el periodista y músico Andreu Cunill explica con sencillez y erudición las particularidades del género, un libro que será presentado este fin de semana en Barcelona, Zaragoza y en el festival Black Is Back de Madrid. Una expresión social que, curiosamente, parece haber vuelto con fuerza en los últimos años. ¿Nostalgia u oportuno renacimiento?
El pasado siempre vuelve, pero nunca de la misma forma
Resulta peculiar que una expresión y una forma musical que nacieron hace tanto tiempo gocen de un nuevo predicamento 50 años después, y no únicamente entre la población negra. Es más, como el propio Cunill recuerda, no ha sido la raza negra quien ha reivindicado históricamente su legado, sino más bien los blancos de las clases medias y alta que, como sugería Norman Mailer en El negro blanco, eran objeto de fascinación de la cultura hip.
“Siempre ha pasado igual, como ocurrió con el revival de blues en los sesenta”, explica Cunill. “Sin Canned Heat, seguramente nadie hablaría de Son House, lo mismo que pasa con otros autores que los Rolling Stones reivindicaron, como Robert Johnson. De alguna forma, siempre han sido los blancos los que han reivindicado la música americana. Es más, normalmente fueron europeos blancos, no negros americanos”.
El autor recuerda que vivimos en el mundo de la cultura vintage y hipster, en la que “mola reivindicar todo lo pasado”. De ahí que mientras hace relativamente poco el futuro todavía servía como un horizonte hacia el que se avanzaba con decisión, ya que permitiría alumbrar una sociedad en constante mejora, ahora es el momento de echar la vista atrás a tiempos donde, curiosamente, la sociedad aún tenía mucho que ganar. “Incluso DJ Shadow tiene un sello de reediciones y ha recuperado algunos grupos realmente oscuros”, recuerda Cunill.
Pero si hay algo que diferencie este revival es su emulación de los referentes, obviando el contexto cultural y reivindicativo que tuvo en su día: “Ahora lo que se hace es recuperar el concepto estético, los clichés y punto, como hacen Eli “Paperboy” Reed o James Hunter, que técnicamente son muy buenos, han oído a Otis Redding y Sam Cooke, pero son un acto mimético”, explica Cunill, antiguo miembro de The Freewheelin’ Tornados y que actualmente milita en Santos. “Es algo que no se puede emular, se tiene que sentir. Si alguien lo hace, es el hip-hop más underground”.
Cunill se retrotrae hasta 1953, el momento en el que la música negra comienza a abandonar el gueto, para explicar por qué nada puede ser como era: “Aún no se había aprobado la Ley de los Derechos Civiles y se acababa de salir del esclavismo hacía 50 o 60 años. Esas situaciones sociales ahora no se dan, por mucho que vivamos en un esclavismo enmascarado”, señala el autor. “Sentir que es la única manera de reivindicar tu cultura hace entender la música de una manera muy diferente que ahora no se da. No tenemos ese punto de actitud e inocencia. Hemos acumulado tantos fracasos que ya no creemos en el poder curativo de la música y como fuerza política algo en lo que ellos sí creían”.
Una ruidosa arma de reivindicación
El esplendor de la música negra estadounidense –del R&B al funk pasando por el soul– y su aceptación por el gran público blanco coincide, nada casualmente, con las grandes conquistas sociales de la raza negra en el país americano. Algo cambia a principios de los años sesenta de mano de figuras como Berry Gordy de Motown, que consigue que el concepto se refine. “La música negra empieza a creer ensí misma y toma autoconciencia”.
“Hay un momento en el que Berry Gordy dice que las letras tienen que dejar de hablar en pasado y utilizar el presente. Era una manera de involucrar al oyente”, explica Cunill. Resulta curiosa la fórmula: el pasado no era aceptable, puesto que era oscuro, una herencia de opresión y sometimiento. En los sesenta, la conjugación era el presente y el futuro: “Cuando Sam Cooke dice“va a llegar un cambio”o James Brown “soy negro y estoy orgulloso”, no hay 10.000 millones de políticos juntos que puedan conseguir el mismo efecto”.
Cunill data en el festival de Wattstax en Los Ángeles, celebrado el 20 de agosto de 1973 y considerado el “Woodstock afroamericano”, uno de esos momentos en los que hasta sus propios protagonistas son conscientes de estar haciendo historia. “Se dan cuenta de que son una sociedad, que han evolucionado y que ello les sirve para reivindicarse delante del mundo, diferenciados de los blancos”.
Nadie se iba a leer 25 libros de un sociólogo, pero sí iban a escuchar ese disco e iban a entender el papel sumiso de la mujer
Para ello tenían que escribir sus propias reglas, y proporcionar modelos de comportamiento para los jóvenes, que en el cambio de la década de los sesenta a los setenta vivían amenazados por tentaciones que en muchos casos eran considerados cebos del hombre blanco para distraerlos. De ahí que muchos de esos discos estuviesen llenos de advertencias: no tomes heroína, trata bien a tu mujer, respeta a tu familia, cuida al medio ambiente. “Era una forma de hablar a su propia sociedad. Es lo que ocurre cuando Millie Jackson cuenta la infidelidad desde el punto de vista de la mujer y el marido, explicando el rol de la mujer negra. Ella sabía que nadie se iba a leer 25 libros de un sociólogo, pero sí que iban a escuchar ese disco e iban a entender que el papel sumiso de la mujer no iba bien para conseguir la libertad”.
“Ahora solo escuchamos música por diversión, no por necesidad, y antes no era así. Tenía un sentido, podía cambiar la vida de las personas”, concluye Cunill. Todo comenzó a cambiar para la sociedad negra a comienzos de los años setenta. Son los años más duros que siguen al asesinato de Malcom X y Martin Luther King, pero también, cuando la cultura de la reivindicación comienza a ser sustituida por la cultura del éxito. “No hay nada que viva permanentemente, y las cosas se transforman. Aparece la televisión y empiezan a aparecer los primeros macarras con sus Cadillacs, la gente se hace famosa… Cuando tienes dinero y fama tu mensaje no es el mismo; se instala la cultura del éxito y el mensaje cae”.
Marx decía que la historia siempre se repetía: la primera vez ocurría como tragedia, la segunda como farsa. Quizá no sea exactamente así, pero la revitalización de viejos movimientos en el consumo y la cultura popular es cada vez más frecuente, sólo que desprovisto de los rasgos más fieros. Viejas tendencias del pasado inspiran la ropa de jóvenes del presente, o como es el caso del soul, viejos movimientos sociales se convierten en un instrumento puramente festivo.
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