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'Cash-only diet' o cómo adelgazar y ahorrar dinero al mismo tiempo
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'Cash-only diet' o cómo adelgazar y ahorrar dinero al mismo tiempo

Amanda Chatel ha conseguido adelgazar notablemente en los últimos meses, adoptando lo que ella llama una “dieta de sólo dinero en efectivo”

Foto: La tarjeta de crédito evita que sintamos ansiedad, pero también, que gastemos más en comida de lo que debemos. (Corbis)
La tarjeta de crédito evita que sintamos ansiedad, pero también, que gastemos más en comida de lo que debemos. (Corbis)

Es bien sabido que nos pasamos el día de dieta en dieta, y que estamos en la época del consumo, el gimnasio y la comida basura. Los milagros para adelgazar se venden como remedios de felicidad garantizada y no hay quien no piense, más o menos, directa o indirectamente, en los kilos que le sobran o le faltan.

Pues bien, la neoyorquina Amanda Chatel ha conseguido adelgazar notablemente en los últimos meses, y así lo narraba en primera persona para el diario The Week,en el que explicaba los motivos que le han llevado a adoptar lo que ella llama una cash-only diet, una “dieta de sólo dinero en efectivo”. Y es que lo que preocupaba inicialmente a Amanda no eran sus kilos de más, sino sus gastos excesivos. Una vez consiguió recortar estos últimos, la pérdida de peso fue una consecuencia más, entre muchas otras, que mejoraron su vida diaria. ¿Por qué quería Amanda ahorrar más? ¿Tanto gastaba?

El consumo excesivo

Amanda se dio cuenta de que gastaba mucho más de lo que debía, sin llevar tampoco una vida demasiado desprendida: no era Paris Hilton, pero muchos de sus gastos eran prescindibles. La treintañera lo achaca, en primer lugar, al hecho de vivir en Nueva York: “No digo que ser neoyorquina sea una excusa, pero con un nuevo restaurante abierto prácticamente cada día y un mundo de tiendas, literalmente, en la puerta de tu casa, la oportunidad de gastar dinero –y yo gasto mucho– está en todas partes”.

Muchas semanas salía a cenar hasta cuatro o cinco veces, pero eso cambió

A raíz de este tipo de reflexiones, Amanda examinó detenidamente sus gastos mensuales, y se dio cuenta de que sólo en comida se gastaba entre 800 y 1200 dólares. Decidió que debía cambiarlo, que eran unas cantidades totalmente desproporcionadas.

Por eso decidió dejar de pedir comida a domicilio y redujo el número de salidas a comer o a cenar con sus amigos a la mitad. Muchas semanas salía a cenar hasta cuatro o cinco veces, sin contar las veces que pedía comida a domicilio. Amanda desengrasó los fogones de su casa (de ahí que perdiera bastante peso) y retomó hábitos culinarios más saludables y domésticos. Sin embargo, a pesar de las calorías que recortó en su dieta y de lo mucho que ahorró a la hora de alimentarse, esa no fue la medida más radical que tomó Amanda.

30 dólares al día

¿Se puede vivir en Nueva York con sólo 30 dólares (21,63 euros) al día? Lo cierto es que sí, como cuenta Amanda: “Hice algo que nunca creí que fuera posible: me establecí un presupuesto de 30 dólares al día y dejé mi tarjeta de crédito en casa. Esto implicaba dos cosas: si estaba fuera, tenía que volver a casa una vez que mis 30 dólares se habían esfumado, y si tenía planeado vera un amigo para cenar más tarde, tendría que guardar parte de mis 30 dólares para ese momento”.

Amanda se sentía más insegura sin su tarjeta de crédito encima

Amanda asegura que siguió esta norma a rajatabla y que, “a menos que fuera una ocasión especial”, nunca llevaba más de 30 dólares consigo. Al principio fue difícil, pues se ponía en situaciones imposibles y se agobiaba. Al fin y al cabo, es cierto que el dinero puede sacarnos de muchos apuros. ¿Qué pasa si hay una gran nevada, cortan el metro y no tengo dinero para volver a casa en taxi? ¿Y si es ya muy tarde por la noche y me da miedo volver sola andando?

Todas esas preguntas generaban mucha ansiedad en Amanda, que se sentía más insegura sin su tarjeta de crédito encima. Pero tras comprobar los resultados de su plan al final del primer mes de actuación, las ansiedades se convirtieron en satisfacción.

Los resultados positivos

Al terminar enero Amanda comprobó, con entusiasmo y miedo, los gastos de su tarjeta. Al margen de los gastos del alquiler, la electricidad, el supermercado e internet, se dio cuenta de que se había gastado sólo 400 dólares en “todo lo demás”. Es verdad que Amanda trabaja como freelancer desde casa, por lo que agradece cosas como salir a desayunar o dar una vuelta, pero aprendió a no consumir desaforadamente cada vez que cruzaba el umbral de su casa. Los beneficios fueron muchos: perdió peso, reduciendo notablemente las calorías de su dieta diaria, ahorró muchísimo dinero, aprendió a organizar mejor su tiempo y, sobre todo, como confirma ella misma, aprendió a valorar las cosas que conllevan un esfuerzo, y a disfrutar de una comida preparada por ella misma cuando era consciente de lo que costaba elaborarla. Vivió, en fin, menos estresada, más calmada y más feliz.

Es bien sabido que nos pasamos el día de dieta en dieta, y que estamos en la época del consumo, el gimnasio y la comida basura. Los milagros para adelgazar se venden como remedios de felicidad garantizada y no hay quien no piense, más o menos, directa o indirectamente, en los kilos que le sobran o le faltan.

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