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¿Qué hacer cuando alguien no contesta nuestro mensaje?
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LA COMUNICACIÓN, MEJOR EN PERSONA

¿Qué hacer cuando alguien no contesta nuestro mensaje?

Existe una inercia irrefrenable en el ser humano que nos lleva a adivinar lo que piensan los demás. A todos nos hubiera gustado en algún momento

Foto: La comunicación no verbal a través del móvil puede ser fuente de muchos malentendidos. (Corbis)
La comunicación no verbal a través del móvil puede ser fuente de muchos malentendidos. (Corbis)

Existe una inercia irrefrenable en el ser humano que nos lleva a adivinar lo que piensan los demás. A todos nos hubiera gustado en algún momento poder saber lo que pasaba por la cabeza de alguien con quien nos relacionábamos. Esa vocación de adivinos nos lleva a dar por hecho que generalmente las palabras y los gestos tienen más de un significado, y como consecuencia, nos esforzamos por encontrar esas intenciones o motivaciones ocultas en una gran parte de nuestras relaciones. El problema es que a día de hoy no tenemos forma alguna de acceder a los pensamientos de los demás. No podemos leer el pensamiento de nadie. Nadie puede hacerlo.

Sin embargo, a veces actuamos como si tuviéramos esa capacidad. Cogemos pequeños indicios, pequeñas y absurdas señales que creemos que están cargadas de significado y las estrujamos y mareamos en nuestra cabeza hasta que cobran sentido. Pero no nos engañemos, se trata de una ilusión, de un “delirio" insignificante y terriblemente humano.

De un tiempo a esta parte la tecnología ha irrumpido en este problema, y no precisamente para facilitar las cosas. La mensajería instantánea ha hecho que este pequeño delirio se extienda de una forma descontrolada. Con los mensajes todo es interpretable. Sacamos enrevesadas conclusiones de una o dos palabras, y en los casos más graves, lo que dispara nuestra vocación de mentalistas es la ausencia de respuesta.

Cuando escribimos un mensaje y alguien no nos contesta se disparan los primeros síntomas del problema. En la primera fase, sin más información, concluimos que la otra persona ha leído nuestro mensaje y por lo tanto no ha contestado por que no ha querido hacerlo. De ahí tratamos de buscar una explicación. Buscamos una buena razón que nos permita entender por qué habrá tomado esa decisión. Y así entramos en la segunda fase, en la que tendemos a pensar cosas como que “está con otra persona”, “pasa de mí”, “dije algo que le molestó”, “es un desconsiderado”, etc. Como consecuencia tendemos a sentirnos enfadados o dolidos, lo que nos lleva rápidamente a la tercera fase. En esta ponemos el broche final al proceso planificando cambios en nuestro comportamiento con la otra persona: "pues ahora quien no quiere hablar soy yo", "yo para estar así prefiero no estar”, “casi mejor quedarme calladito”, etc. El resultado es que hemos pasado de no tener una información a “no voy a hablarte” en apenas unos segundos. Da que pensar, ¿no?

Como alternativa, te proponemos una versión más racional y parsimoniosa. Es verdad que quizá leyó el mensaje, o quizá no. Si lo leyó, quizá no quisó contestar, o quizá sencillamente estaba haciendo otra cosa y no pudo. Pongámonos en lo peor, lo leyó y no quiso contestar. Si no quiso contestar, podría ser porque tenía un elaborado y perverso plan contra tí o una razón de peso para no hacerlo. O quizá, sencillamente estaba ejercitando su sano derecho a elegir, y eligió vivir su momento presente con intensidad y sin distracciones, sin compartir la mitad de su cerebro con la pantalla de su teléfono móvil, cosa que por supuesto recomendamos intensamente a todos los lectores. Pero nuevamente pongámonos en lo peor. Imaginemos que le leyó su mensaje, que decidió no contestar y que esta decisión se debía a alguna clase de conflicto o problema. Si este fuera el caso, nos toca lo más difícil de todo: adivinar qué le pasa. Francamente, partiendo de nada no sabría ni como empezar. Lo único que ha pasado es que no ha respondido como esperabas o como te hubiera gustado a un mensaje. Quizá eso es todo, quizá no hay más.

Déjame que sea incoherente durante unos instantes y adivine lo que puede pasar en la cabeza de algunas personas. Quizá ya sabías que le podía pasar algo, que había algo que no iba demasiado bien en esa relación. A lo mejor hiciste algo que pudo haber molestado a la otra persona, algo que sospechabas que no estaba bien del todo y en alguna parte de tu cerebro te inquietaba que la otra persona estuviera dolida por ello, ¿puede ser? Permíteme que siga con la incoherencia unos segundos. Voy a imaginarme que si has invertido una parte de tu tiempo en pensar en lo que significaba su mensaje o la ausencia de él, si te has enfadado por lo que crees que quería decir, quizá es que esa persona te importa. Y, si te importa, aunque solo sea un poco, ¿de verdad crees un mensaje es la mejor opción para afrontar el problema?

Creo que hay una opción mucho mejor, algo “retro" pero seguro que mucho más eficaz. Utiliza un mensaje para proponer un café (para eso los mensajes funcionan perfectamente). Cuando estéis juntos, con el café delante y viéndoos las caras, interésate de verdad por lo que pasa. No des por hecho que hay un problema, sencillamente interésate por la otra persona y muéstrale ese interés. ¡Verás qué agradable y cómodo es eso de hablar sin tener que adivinar lo que piensa el otro! ¡Ah! y por último, durante el café no olvides esconder el teléfono o apagarlo, no sea que alguien te envíe un mensaje y sientas la obligación de contestar, ¡que hay quien se enfada si no lo haces!

*Daniel Peña Molino. Doctor en Psicología, Consultor de Recursos Humanos y Coach Ejecutivo.

Existe una inercia irrefrenable en el ser humano que nos lleva a adivinar lo que piensan los demás. A todos nos hubiera gustado en algún momento poder saber lo que pasaba por la cabeza de alguien con quien nos relacionábamos. Esa vocación de adivinos nos lleva a dar por hecho que generalmente las palabras y los gestos tienen más de un significado, y como consecuencia, nos esforzamos por encontrar esas intenciones o motivaciones ocultas en una gran parte de nuestras relaciones. El problema es que a día de hoy no tenemos forma alguna de acceder a los pensamientos de los demás. No podemos leer el pensamiento de nadie. Nadie puede hacerlo.

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