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Hace 23 años, envió un mensaje en una botella. La respuesta acaba de llegar...
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EL RÉCORD ESTÁ EN 107 AÑOS

Hace 23 años, envió un mensaje en una botella. La respuesta acaba de llegar...

Es 1991, y la pequeña Zoe Lemon arroja una botella al mar del Norte, con la esperanza de recibir respuesta. 23 años después, recibe una carta

Foto: Durante siglos, los mensajes embotellados fueron la única forma de comunicación para los náufragos. (Corbis)
Durante siglos, los mensajes embotellados fueron la única forma de comunicación para los náufragos. (Corbis)

Es 1991, y la pequeña Zoe Lemon se encuentra de vacaciones con sus padres en la costa este británica, cerca de Hull, al norte de Inglaterra. Un buen día, cuando la familia embarca en un ferry que los llevará hasta Bélgica, Zoe decide, animada por su propio padre, escribir una carta, introducirla en una botella y arrojarla al mar. En su cabeza, el sueño de recibir respuesta desde tierras lejanas algún día. “Querido descubridor, por favor, escríbame, me haría mucha ilusión”, solicitaba la niña.

En su misiva, Zoe, que por aquel entonces tenía 10 años, explicaba a su desconocido destinatario que tenía un pez y un hámster –ambos llamados Sparkle– y que sus padres eran profesores. También daba fe de sus aficiones, como el ballet o tocar la flauta y el piano. También recordaba su “especial” fecha de cumpleaños, el 29 de febrero. Zoe se olvidaría durante más de dos décadas de su mensaje, perdido en algún lugar del Mar del Norte. Hasta las pasadas navidades.

El retorno del pasado

Zoe Lemon, o mejor dicho, Zoe Averianov, por el apellido de su marido, recibió estas navidades una llamada de sus padres. Estos le dijeron que habían recibido en su casa de Hebden Bridge una carta de Europa. Esta le fue entregada a la mujer, que ahora tiene 33 años y trabaja en una joyería, el día de Navidad. Al abrirla, Zoe descubrió sorprendida la misma carta que había enviado más de dos decenios atrás.

Ayer, en uno de mis paseos, encontré una pequeña botella de plástico que contenía un mensaje de 1990

“Lo primero que vi fue mi letra de niña y mi carta diciendo quién era y contando cuáles eran mis hobbies y mis mascotas”, ha señalado la inglesa al periódico británico The Daily Mail. “Me emocionó un poco”. La carta iba acompañada de una respuesta escrita por Piet y Jacqueline Lateur, una pareja de holandeses que habían encontrado recientemente la misiva mientras paseaban por el estuario del Escalda Oriental (Oosterschelde), cerca de su residencia en Serooskerke. 500 kilómetros más allá de donde había sido arrojada a las aguas.

“Querida Zoe, ayer, en uno de mis paseos con mi mujer por la playa de Oosterchelde, mientras echaba un vistazo a los residuos que había depositado el mar, me encontré con una pequeña botella de plástico que contenía un mensaje… ¡tu mensaje, con fecha del 12 de septiembre de 1990!”, comenzaba la misiva enviada por el matrimonio holandés. “Es un milagro que esté intacta”, añadió por su parte la británica.

La ilusión se transmite entre generaciones

Si Averianov se mostró encantada por el hallazgo, aún más contento se encuentra su padre, que se lanzó a buscar en la red imágenes del lugar en el que fue hallada la botella. Al tratarse de una cala, la familia cree que la botella pudo estar dando vueltas por sus aguas hasta que finalmente tropezó con los Lateur. “Mi padre está ridículamente emocionado”, ha señalado la mujer. “Creo que quiere ir a visitar el lugar, pero sólo hemos estado en contacto unos días así que el tiempo dirá”.

Hace dos semanas, investigadores canadienses encontraron un mensaje de SOS escrito en 1959

No es de extrañar la emoción sentida por John Lemon, que así se llama el padre de la joyera. Animó a su hija a intentar realizar uno de esos sueños en los que hace falta un alto grado de ilusión para llevarlo a cabo, y décadas después, este fue cumplido. Por eso mismo, ha decidido hacer lo mismo con su nieto, Maksim, que ahora mismo tiene cinco años, aunque su madre no se muestre muy convencida. “Probablemente espere hasta que sea un poco mayor y pueda entender y escribir una carta, pero quizá lo hagamos atando la carta un globo”. Un 'todavía más difícil' para una familia que ha demostrado que lo imposible no existe.

Los mensajes embotellados fueron, durante siglos, la única manera en la que los náufragos podían intentar comunicarse con la civilización cuando la marea los enviaba a parajes desconocidos. Y con relativa frecuencia han llegado a tierra firme, aunque muchos años después.

Un SOS al mundo

Hace apenas dos semanas, dos investigadores del Ártico canadiense comunicaron que habían encontrado un misterioso mensaje escrito en una botella y enviado el 10 de julio de 1959. Sus autores eran Paul Walker y Albert Crary, dos célebres geólogos que corrieron una suerte dispar. Walker sufrió poco después de enviar la botella un infarto, y fallecería semanas después en casa de sus padres. Crary, por el contrario, siguió con su trabajo tras el rescate. Lo más llamativo del mensaje era su contenido, en el que Walker simplemente solicitaba que quien lo encontrase midiese la distancia entre una formación rocosa cercana y un casquete de hielo, para saber si este se estaba derritiendo realmente.

El año pasado, un pescador escocés encontró una botella de 1915

Sin embargo, el récord del mensaje más antiguo lo posee una botella que fue encontrada tras 107 años y casi 2.000 kilómetros de travesía. Atribuida a Earl Willard, su propietario, Steve Thurber, ha impedido abrirla y que se conozca su contenido exacto. Le sigue en la lista la botella que fue encontrada por un pescador escocés el pasado año y que data del año 1915. En este caso, su autor prometía una recompensa de seis peniques al que consiguiera rescatarlo.

Es 1991, y la pequeña Zoe Lemon se encuentra de vacaciones con sus padres en la costa este británica, cerca de Hull, al norte de Inglaterra. Un buen día, cuando la familia embarca en un ferry que los llevará hasta Bélgica, Zoe decide, animada por su propio padre, escribir una carta, introducirla en una botella y arrojarla al mar. En su cabeza, el sueño de recibir respuesta desde tierras lejanas algún día. “Querido descubridor, por favor, escríbame, me haría mucha ilusión”, solicitaba la niña.

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