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El sesgo de acción: por qué no podemos estar sin hacer nada
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EL PORTERO NUNCA SE QUEDA PARADO

El sesgo de acción: por qué no podemos estar sin hacer nada

En 2007, el investigador Michael Bar-Eli publicó un revelador estudio en el que explicaba por qué los porteros siempre se tiran hacia uno de los lados

Foto: Raúl Gudino, portero de México súb-17, para un penalti al brasileño Mosquito. (Efe)
Raúl Gudino, portero de México súb-17, para un penalti al brasileño Mosquito. (Efe)

En 2007, el investigador Michael Bar-Eli publicó un revelador estudio en el Journal of Economic Psychology en el que intentaba averiguar qué pasa por la cabeza de los porteros de fútbol nanosegundos antes de que el jugador del equipo contrario chute el balón desde el punto de penalti. Aunque los lanzadores suelen repartir la trayectoria de sus disparos entre el centro, la izquierda y la derecha de la portería, el portero tiende a lanzarse hacia un lado u otro. ¿Por qué?

Como recuerda el profesor israelí, cuando no sabemos qué hacer, pensamos que lo mejor es hacer algo y, sobre todo, no quedarse parado, ante el riesgo de parecer tontos. Es el llamado “sesgo de acción” o action bias, uno de los sesgos cognitivos menos conocidos, que hace que nos sintamos mejor ante un problema si tenemos la sensación de que hemos hecho algo, por mucho que la situación no haya cambiado o incluso la hayamos esperado.

El valor de esperar

Una de las máximas más célebres del inversor Warren Buffett es “al invertir, no hay una correlación clara entre la actividad y el rendimiento”. O, dicho de otra forma, no gana el que más invierte, sino en muchas ocasiones, el que mejor sabe esperar sin que la inactividad no acabe con sus nervios.

Los jugadores novatos de póker suelen ir en todas las manos

Diversos estudios han demostrado que, precisamente, son los policías o miembros de la fuerza de seguridad más veteranos los que más tardan en intervenir en caso de una pelea. No se trata de desidia, sino de experiencia. Debido a que un novato se muestra inseguro ante algo a lo que nunca ha tenido que hacer frente, el sesgo de acción le lleva a intentar terciar cuanto antes. ¿El resultado? Que en esos casos, al intervenir, suele haber muchos más heridos.

El económico y el policial no son los únicos ámbitos en los que el sesgo de acción puede ser altamente perjudicial. También lo es la medicina, cuando un facultativo receta un medicamento en lugar de esperar aunque no sea capaz de realizar un diagnóstico claro. O el póker, cuando un jugador novato pierde rápidamente todo su dinero al no saber en qué manos ha de pasar.

Nadie nos aplaudirá por no hacer nada

La mayor parte de psicólogos han explicado este sesgo a partir de razones evolutivas. Nuestros antepasados tenían que ofrecer respuestas muy rápidas a las diversas amenazas que la naturaleza les presentaba en el día a día, por lo que se acostumbraron a hacer algo, huir o luchar, en el menor tiempo posible. Sin embargo, la sociedad contemporánea no se parece en nada a aquella que conocieron nuestros predecesores, por lo que muchos de los problemas que se nos plantean se resolverían con más acierto en caso de que nos parásemos a pensar.

A pesar de ello, la sociedad sigue favoreciendo la acción y valorando a los hombres enérgicos capaces de tomar decisiones arriesgadas y rápidas, por descabelladas que sean. “Al menos lo ha intentado”, suele decirse de aquellos que conducen a una empresa al descalabro simplemente por su imposibilidad de dejar el tiempo parar. Una buena razón para que no juzguemos con dureza al portero de nuestro equipo la próxima vez que vuelva a tirarse al lado equivocado aunque el disparo del delantero vaya dirigido al centro de la portería.

En 2007, el investigador Michael Bar-Eli publicó un revelador estudio en el Journal of Economic Psychology en el que intentaba averiguar qué pasa por la cabeza de los porteros de fútbol nanosegundos antes de que el jugador del equipo contrario chute el balón desde el punto de penalti. Aunque los lanzadores suelen repartir la trayectoria de sus disparos entre el centro, la izquierda y la derecha de la portería, el portero tiende a lanzarse hacia un lado u otro. ¿Por qué?

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