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"O los españoles nos internacionalizamos o nos dedicamos a servir pizzas”
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entrevista con el decano del Ie

"O los españoles nos internacionalizamos o nos dedicamos a servir pizzas”

Una de las afirmaciones más repetidas en los últimos tiempos, que es también una de las convicciones más extendidas en nuestra sociedad, es que el futuro

Foto: Santiago Íñiguez de Onzoño, decano de IE Business School.
Santiago Íñiguez de Onzoño, decano de IE Business School.

Una de las afirmaciones más repetidas en los últimos tiempos, que es también una de las convicciones más extendidas en nuestra sociedad, es que el futuro se construirá desde la formación. Sólo quienes tengan la preparación adecuada van a poder encontrar un lugar satisfactorio en la sociedad que viene, sometida a múltiples retos y a una competencia que nunca pensamos que fuese tan acentuada. Las reformas educativas recientes han partido de esa creencia, y los centros de formación dedicados al posgrado y a la higher education, son especialmente sensibles a ella.

España cuenta con un contexto formativo peculiar, ya que nuestras universidades aparecen en las clasificaciones mundiales en puestos muy poco relevantes, mientras que algunas de las escuelas de negocio nacionales quedan sistemáticamente situadas entre las primeras del mundo. Es el caso del IE Business School: en el Ranking de Escuelas de Negocios Europeas del Financial Times, hecho público a primeros de diciembre, ocupaba el primer puesto, compartido con la escuela francesa HEC. Este informe anual promedia los resultados obtenidos por las principales escuelas de negocios europeas en los rankings parciales de programas MBA, Executive MBA, Masters in Management y cursos de Executive Education.

Quizá por ello, afirma el decano de IE Business School, Santiago Íñiguez de Onzoño, no somos del todo justos con los méritos educativos de nuestras instituciones. “La universidad española está mejor de lo que se dice y la prueba es que muchos de nuestros licenciados se colocan fuera. La arquitectura española es extraordinaria y tres de las escuelas líderes de arquitectura, como Harvard, Yale y Princeton tienen al frente españoles; hay ingenieros y médicos muy prestigiosos trabajando fuera y tenemos graduados en dirección de empresas al frente de proyectos de negocios en Europa y América, lo que prueba que la educación en términos generales es de calidad”.

La movilidad es el centro

Las diferencias entre la formación de grado y la higher education, sin embargo, no residen sólo en las materias que se imparten o en las variaciones cualitativas, sino que van mucho más allá. Las escuelas de negocio más prestigiosas ofrecen una mirada sobre la sociedad en la que vivimos y sus posibilidades de futuro que difieren sustancialmente de la que acogen nuestras universidades. Estamos en un entorno de competencia global y de oportunidades crecientes: el mercado de trabajo es el mundo y las trayectorias profesionales se desarrollarán en múltiples ciudades, y no dentro de las fronteras del mismo país. Las cualidades esenciales serán la movilidad, la flexibilidad y la generación de valor.

Mientras muchas escuelas de negocio han asumido por completo la idea de un mundo global, en cuanto a alumnos, profesorado, programa y bolsa de trabajo, las sociedades occidentales aún no lo tienen del todo claro. Así es definitivamente en el caso español. Según Íñiguez, ”tenemos un cambio cultural por realizar, que todavía no han asimilado la mayoría de las personas en disposición de trabajar, como es la movilidad. En cualquier país de nuestro clúster, que es Europa, los estudiantes salen a formarse, a vivir y a trabajar a lugares distintos de los que nacieron, lo cual es indispensable para no quedarte pegado al terruño. Hay múltiples opciones esperando en el resto de Europa, en EEUU y en América Latina, y para quienes tengan más sentido del riesgo y mayor apertura al emprendizaje, en Asia o África, que es la nueva tierra de oportunidad. Por eso tenemos que internacionalizar la sociedad española, ya que vivimos aún demasiado pendientes de lo local. No nos podemos olvidar de que el factor que más determinará la desigualdad en los próximos años será el conocimiento de idiomas”.

Esa necesidad de internacionalización se topa aún con poderosas resistencias. Una de ellas interna, como la negativa de las poblaciones occidentales a acoger inmigrantes, algo que parte de una pulsión “atávica e infundada. Piensan que es algo dañino porque lo ven como un juego de suma cero. Pero no es así: si alumnos del IE nacidos en India o en Arabia Saudí quieren montar una empresa en España, lo que hacen es generar riqueza. Pero mucha gente lo percibe como si vinieran a llevarse lo que es nuestro”.

La doble dirección del trabajo

La otra resistencia proviene de una visión negativa sobre el mundo global. Cuenta Íñiguez que como los mercados para el IE están fuera de España, pasa buena parte de su tiempo en el avión, lo que le ha permitido conocer culturas muy diferentes, “lo cual supone una oportunidad de enriquecimiento personal y laboral enorme. Acabo de hablar con un profesional alemán casado con una rusa, que pasa la mitad del año en Brasil y que estaba ahora en Marbella, y eso es lo que afortunadamente estamos llamados a hacer. O eso o pasarnos toda la vida sirviendo pizzas en Pozuelo de Alarcón”.

En ese nuevo contexto, las escuelas de negocio son básicas, porque además de su oferta formativa son uno de las puntas de lanza del nuevo mundo global, cuyas ventajas y consecuencias han disfrutado y sufrido antes que los demás. A partir de la crisis, se ha señalado con cierta frecuencia la menor efectividad del programa estrella de las business schools, el MBA, a la hora de sumar valor añadido en la carrera profesional. Según Íñiguez, esta crisis no es cierta, especialmente si nos fijamos en el segmento alto de las escuelas de negocio. “En EEUU hay 850 centros acreditados por la Asociación Norteamericana de Business Schools, entre las cuales sólo hay un top 20, que muchos creen que debería reducirse a a un top 10 o top 15. La competencia es cada vez más global, y dado que el 95% de nuestros alumnos vienen de fuera de España, eso significa que nosotros competimos con escuelas estadounidenses o de Nigeria, de la República Dominicana o de Gran Bretaña, que pueden ofrecer un producto de calidad o que cuentan con otro tipo de formato educativo. Pero la cuestión no es que el MBA sea un producto maduro, sino que hay escuelas que están maduras porque no han renovado su cartera de productos o servicios, o porque no han innovado”.

El valor añadido que se ha de buscar no sólo está relacionado con la metodología o con la apertura de nuevas áreas de conocimiento, sino con la mejora de todos los aspectos, bolsa de trabajo incluida. Dado que el mercado laboral es global, “nuestros graduados tienen que competir en todas partes, y por eso hemos habilitado oficinas de representación en países como India, Brasil, Perú o EEUU para gestionar las ofertas de trabajo a nuestros graduados”.

‘High Skill Talent’

Las opciones laborales en esos países son posibles para los españoles porque hay zonas geográficas que han entendido cuáles son las nuevas necesidades, y que la peor manera de readaptarnos a un mundo móvil, rápido, y ágil, es establecer diques, “algo que Europa no acaba de entender. Cuando un alumno de India quería crear una empresa tecnológica en España, podía hacerlo vía el mercado británico. Ahora no, porque Cameron ha cerrado las puertas al High Skill Talent que tanto necesitamos. Nuestro clúster no está abierto a la recepción de emprendedores y de talento”. Y esa es también la tarea de las escuelas de negocio, convencer a unos gobernantes demasiado pendientes de lo local que hemos de adquirir una nueva mentalidad.

Una de las afirmaciones más repetidas en los últimos tiempos, que es también una de las convicciones más extendidas en nuestra sociedad, es que el futuro se construirá desde la formación. Sólo quienes tengan la preparación adecuada van a poder encontrar un lugar satisfactorio en la sociedad que viene, sometida a múltiples retos y a una competencia que nunca pensamos que fuese tan acentuada. Las reformas educativas recientes han partido de esa creencia, y los centros de formación dedicados al posgrado y a la higher education, son especialmente sensibles a ella.

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