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¿Generación arrepentida?
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¿Generación arrepentida?

Ya saben ustedes que hay muchos sociólogos aficionados a ponerle nombre a las generaciones. Así, hemos tenido la baby boom, la X, la Y, la milenio

Ya saben ustedes que hay muchos sociólogos aficionados a ponerle nombre a las generaciones. Así, hemos tenido la baby boom, la X, la Y, la milenio y ahora parece que tenemos una nueva a la que llamamos generación perdida. Ésta última se refiere sin duda a la compuesta por los millones de jóvenes que no encuentran trabajo actualmente y que parecen verse abocados, si el panorama económico y de empleo no cambia pronto, a pasar de vivir de sus padres a vivir de sus hijos, o a malvivir del Estado, o, lo que aún es peor, simplemente a no vivir.

Muchos de estos jóvenes no solo no tienen trabajo, sino que tampoco tienen la preparación mínima para tenerlo algún día. Muchos de ellos ni tan siquiera han finalizado la educación obligatoria, esto es, no poseen un título de educación secundaria; y mucho menos han disfrutado la posibilidad de un primer trabajo que les diera alguna experiencia laboral. El fracaso escolar en la etapa obligatoria de nuestro sistema educativo es escandaloso, alrededor del 30%, y el primer empleo para jóvenes tremendamente difícil. La suma de los dos, es decir, la educación simultánea en las aulas y en la práctica, la llamada educación dual, prácticamente inexistente.

¿Son responsables los jóvenes de lo que les pasa?

Es una pregunta de compleja contestación. En un principio la respuesta debería ser no, puesto que ellos no han creado las condiciones en las que tienen que estudiar y trabajar. Ni el sistema educativo ni el laboral son fruto de la acción directa de los más jóvenes, sino heredados de circunstancias anteriores que se han quedado obsoletas para dar respuesta a la situación actual. Pero aún sin ser culpables directos de la situación a veces parece que no presentan la motivación adecuada para cambiarla. Pretender vivir como sus padres y en unas condiciones de Estado de Bienestar similares a las de las últimas décadas es a todas luces inviable. No asumirlo puede hacerles cómplices indirectos de los errores anteriores.

Si de verdad queremos ayudar a estas nuevas generaciones, además claro está de las reformas educativas y laborales pertinentes, deberíamos convencerles de que no solamente les ha caído en suerte vivir un tiempo nuevo, sino también un tiempo distinto. Que les va a corresponder encontrar soluciones nuevas a problemas asimismo nuevos. Que la nueva situación demográfica, social y económica no puede afrontarse con las recetas de antes. Que el tiempo distinto al que hacía referencia no tiene necesariamente que significar un tiempo peor. Si no lo hacemos, posiblemente estaremos hablando de la generación arrepentida, de aquella que no supo cambiar para adaptarse y se arrepintió, cuando era tarde, por no haberlo hecho.

Ya saben ustedes que hay muchos sociólogos aficionados a ponerle nombre a las generaciones. Así, hemos tenido la baby boom, la X, la Y, la milenio y ahora parece que tenemos una nueva a la que llamamos generación perdida. Ésta última se refiere sin duda a la compuesta por los millones de jóvenes que no encuentran trabajo actualmente y que parecen verse abocados, si el panorama económico y de empleo no cambia pronto, a pasar de vivir de sus padres a vivir de sus hijos, o a malvivir del Estado, o, lo que aún es peor, simplemente a no vivir.

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