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Las cartas de rechazo laboral menos amables (y más crueles)
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Las cartas de rechazo laboral menos amables (y más crueles)

¿Cómo decirle a un trabajador que su currículum y su experiencia no son ni de lejos suficientes para el puesto que aspiramos a cubrir? ¿Es mejor

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Las cartas de rechazo laboral menos amables (y más crueles)

¿Cómo decirle a un trabajador que su currículum y su experiencia no son ni de lejos suficientes para el puesto que aspiramos a cubrir? ¿Es mejor decir simplemente que no, sin dar más explicaciones, o deberíamos hacerle un favor y señalar lo que le haría falta para colmar nuestras expectativas? Y, en caso de que la carta de presentación y el currículum incluyan errores garrafales, ¿debemos indicarlos e, incluso, hacer chanza de ellos para buscar una reacción en el candidato? Algunos seleccionadores de personal parecen pensar así, ya que, de hecho, existen más ejemplos de cartas de rechazo de este tipo de las que cabría esperar.

Es verdad que en el entorno laboral español este tipo documentos no suelen estilarse y que lo más habitual suele ser dar la callada por respuesta, pero en el ámbito anglosajón es más común que se escriban este tipo de documentos, que argumentan por qué una solicitud de trabajo (o de publicación, en el caso de una novela) ha sido rechazada. Algunas de ellas aparecieron recopiladas en el libro de Bill Shapiro Other’s People’s Rejection Letters!, que recogía 150 cartas de rechazo, ya fuese este sentimental o laboral; otras han circulado ampliamente por la red. ¿Pero cuáles son los rechazos más originales que nos podemos encontrar?

  • El rechazo sádico. Una de las categorías más frecuentes es aquella que muestra cartas de rechazo particularmente sangrantes para aquel que ha solicitado un trabajo. Es el caso de una misiva enviada por la revista literaria New Delta Review, en la que, básicamente, el remitente pedía perdón al solicitante por la parquedad de la respuesta, pero señalaba que le tomaría “mucho tiempo decirte exactamente lo terrible que me ha parecido tu trabajo”.
  • El rechazo sádico (parte 2). Otra carta especialmente sangrante en este estilo es la que fue enviada por la editorial Harlequin American Romance a uno de sus candidatos, al que se referían como “querido mal escritor” (“bad writer”). Las compañías literarias van sobradas de inventiva, y en este caso, su autora, Judith P. Easterman, señalaba que la novela era tan “impresionantemente inepta” que necesitaba añadir algunas palabras más. En concreto, que “no era bienvenido a enviar ningún manuscrito más” a la editorial –que amenazaba con acciones legales si ignoraban su advertencia– y que “en el caso de haberse publicado, tu novela probablemente habría acabado con las ventas de libros modernos”.
  • El rechazo machista. Una de las cartas más célebres es aquella que, al lado de una imagen que muestra a Blancanieves y los Siete Enanitos (era 1938 y la película se encontraba en pleno apogeo), muestra cómo Walt Disney rechazaba las solicitudes de mujeres que pretendían acceder a su cuerpo creativo. “Las mujeres no hacen nada del trabajo creativo en relación con la preparación de los dibujos para la pantalla, ya que ese trabajo se lleva a cabo completamente por hombres jóvenes”, indicaba la compañía. Sin embargo, la historia terminó bien, y, debido al déficit de hombres que se encontraban luchando en el frente durante la Segunda Guerra Mundial, la aspirante finalmente consiguió el puesto (creativo) que deseaba.
  • El rechazo infantil. Hay candidatos que lo reúnen todo, menos una característica esencial: ser mayor de edad. Es el caso del joven mr. Bill Dobrow, que recibió una carta de la Marina de los Estados Unidos recordándole que valoraban positivamente su intención de acceder al ejército, pero que por ahora no era un candidato elegible. Al fin y al cabo, tenía tan sólo 12 años. No obstante, la Marina le recomendaba centrarse en su formación ya que “cuantos más estudios tienes, más vales”. ¿Qué fue del pequeño Bill? Finalmente decidió dedicarse a la música y ha grabado y girado con los Black Crowes, Sean Lennon o Martha Wainwright.
  • El rechazo sutilmente doloroso. Cuando uno envía sus artículos a un medio de comunicación con el objetivo de que su firma aparezca en sus páginas, probablemente lo menos deseable es que los remitentes le recuerden lo malo que eres. Pero es lo ocurrido con esta carta que definía el contenido del artículo como “un cruce entre un poema y un panfleto”.
  • El rechazo del artista célebre. Hace unos años comenzó a circular por la red una carta que muestra cómo el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el MoMa, rechazó a Andy Warhol en 1956, cuando el artista acababa de arrancar su carrera. La excusa que ponía la organización es que debido a la limitada capacidad de almacenamiento del centro, preferían devolver la obra a su dueño. Por supuesto, Warhol se convertiría en un habitual del MoMa en las décadas siguientes.
  • El rechazo del rechazo. En internet ha circulado con frecuencia un documento llamado “la mejor carta de rechazo de la historia”. ¿Por qué? Porque se trata de una carta de rechazo que tenía como objetivo rechazar otra carta previa. La carta arrancaba de la siguiente forma: “Gracias por su carta del 16 de marzo. Después de una cuidadosa deliberación, siento informarle que soy incapaz de aceptar su negación de ofrecerme un puesto de profesor asistente en su departamento”. El texto reproducía en todos sus puntos el modelo de la habitual carta de rechazo. Por eso, el texto terminaba deseándole el empleador “la mejor de las suertes a la hora de rechazar futuros candidatos”.
  • El rechazo fail. A veces nos ganamos por méritos propios que nos destinen una carta seca y dura. Es el caso de lo ocurrido con una carta remitida por la Universidad de Princeton que recordaba al solicitante que dicha institución no dispone de Escuela de Leyes. Vaya.
  • El rechazo retro. Seguramente una de las cartas de rechazo más divertidas de la historia fue redactada en 1875. No se trata de una respuesta a una petición de trabajo sino a una propuesta amorosa, pero no tiene desperdicio. La carta, remitida por un periodista del Cincinnati Enquirer llamado Lafcadio Hearn a una de sus pretendientes, un ama de casa de nombre Ellen Freeman, arranca con un “no me gusta en absoluto tu fotografía, no puedo encontrar palabras para definirla” y a partir de ahí, sólo va a mejor: “Evidentemente, no sabes nada de las leyes o propiedades de la belleza”.  Al parecer, dicha fotografía presentaba a la buena de Freeman con poca ropa o directamente desnuda, una visión que no agradó a Lafcadio, quien concluía la carta recordando a su pretendiente que “no puedes resultarme atractiva, así que no lo intentes. Soy un artista, un connoisseur, un experto en la belleza, y es difícil complacerme. Así que no me ofendas”.

¿Cómo decirle a un trabajador que su currículum y su experiencia no son ni de lejos suficientes para el puesto que aspiramos a cubrir? ¿Es mejor decir simplemente que no, sin dar más explicaciones, o deberíamos hacerle un favor y señalar lo que le haría falta para colmar nuestras expectativas? Y, en caso de que la carta de presentación y el currículum incluyan errores garrafales, ¿debemos indicarlos e, incluso, hacer chanza de ellos para buscar una reacción en el candidato? Algunos seleccionadores de personal parecen pensar así, ya que, de hecho, existen más ejemplos de cartas de rechazo de este tipo de las que cabría esperar.