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España contra Barbarroja, una de las batallas más crueles de la historia
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HISTORIAS EJEMPLARES DE LA HISTORIA

España contra Barbarroja, una de las batallas más crueles de la historia

“Junto al barco hundido mil veleros se pasean”  Tao Te King. Poco antes de

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España contra Barbarroja, una de las batallas más crueles de la historia

“Junto al barco hundido mil veleros se pasean” 

Tao Te King.

Poco antes de la caída de Constantinopla en el año 1453 los turcos sembraban el pánico en el sudeste de Europa con sus expeditivos métodos de conquista y la consternación aumentaba con el incesante goteo de mensajeros que portaban las noticias de cada desastre con malas nuevas. La última, la caída de Hungría, disparó todas las alarmas.

El ejército del horror

El horror, en sus manifestaciones más extremas, era la carta de presentación de un ejército que se derramaba, imparable, desde el Bósforo hasta Viena. Interminables hileras de soldados empalados y con un puñado de sal bajo la lengua poblaban los accesos a las ciudades sitiadas sirviendo de macabra advertencia contra cualquier intento de resistencia. Entre las actividades más practicadas por las tropas de Anatolia, se hallaban las amputaciones indiscriminadas de extremidades; las violaciones masivas, la ceguera inducida y la esclavización. La humanidad se sumió una vez más en una ceremonia pavorosa e infernal, como si hubiera quedado huérfana de dioses a los que apelar. Los principios del Corán eran ignorados por unos sanguinarios combatientes

En aquel tiempo, España contaba con la organización militar más eficiente, más entrenada y mejor equipada de toda Europa. Sus reputados  tercios ya habían presentado sus credenciales con contundencia en más de una ocasión, y eran temidos porque no solían dar segundas oportunidades.

Hacia 1538, casi diez años después del fallido asedio de Viena, la arrasada Europa oriental pedía a gritos una respuesta ante la barbarie a la que era sometida por aquella horda de jenízaros cuya interpretación del Islam era  tan violenta. Los principios del Corán sobre la clemencia e integración de los infieles que se acercaran a las sabias palabras del profeta Mahoma o imploraran perdón eran olímpicamente ignorados por unos sanguinarios combatientes, practicantes heréticos, que invocaban a un Alá sorprendido en su buena fe y magnanimidad y, quizás, algo ausente en estos episodios terrenales.

España contra Barbarroja

Por aquel entonces el  emperador Carlos V andaba a la greña con los protestantes, pero decidió aparcar sus diferencias con éstos para crear la Santa Liga, con el fin de pararle los pies al corsario otomano Barbarroja.

Entre las ciudades de Ragusa (la actual Dubrovnik) y Cattaro (Kotor) –en la costa dálmata, lo que actualmente se conoce como Montenegro–, se hallaba  la colosal plaza fuerte de Castelnuovo, protegida por unos 4.000 soldados del tercio viejo de Nápoles, al mando de  Francisco de Sarmiento. Éste era un experimentado y curtido general legendario por su valentía e iniciativa en combate, demostrados en los motines de Lombardía. Entre los méritos de su currículum figuraba el haber dado de baja a centenares de turcos, franceses, piratas berberiscos y a otros incautos a los que dio el pase a mejor vida.

Pero a los venecianos –a los que el emperador enroló en  la Santa Liga– les molestaba profundamente la nueva posesión española de un enclave dentro de lo que ellos consideraban la zona de influencia de La Serenísima, título perteneciente a la República de Venecia.

Los turcos no podían permitir la instalación de una fuerza de esas características en los BalcanesEntre el correctivo infligido a su almirante genovés Andrea Doria a manos de Barbarroja en la batalla de Prevesa el 24 de octubre del año 1538 y el pataleo que les entró por lo que entendían una injerencia territorial española, cuando el sultán Solimán el Magnífico organizó la primavera siguiente una colosal operación para la reconquista de la fortaleza, los venecianos se desmarcaron de su defensa contra el turco dando un sonoro portazo. Parece ser, además, que existían claros indicios de que negociaban con la Sublime Puerta una retirada pactada. En cualquier caso, no eran socios fiables.

El caso es que Barbarroja estaba bastante cabreado porque su reputación había sido menoscabada por un militar infiel, según los criterios del Islam y la respuesta a esta provocación no podía demorarse. Entonces recogió el guante. Además, ocurría que los turcos no podían permitir de ninguna manera la instalación de una fuerza de esas características en los Balcanes pues era como una cuña en el corazón del Imperio.

La defensa de Castelnuovo: una ceremonia sin flores

Castelnuovo no era otra cosa que una cabeza de puente de los europeos  y, como tal, su precariedad defensiva la hacia muy vulnerable. Barbarroja intentó por todos los medios respetar las vidas de los sitiados incluso abonando fuertes cantidades de dinero y creando fórmulas para salvar la cara sin tener que llegar a la matanza .Todo fue en vano: ni Sarmiento, ni la oficialidad, ni la tropa claudicaron ante las facilidades dadas. Los días 23 y 24 de julio en media docena de escaramuzas se perdieron cerca de cuatro mil vidas, llevándose los turcos la peor parte. Mas fue el 25 de julio –día del apóstol Santiago – cuando la guadaña trabajó a ritmo frenético: cerca de seis mil turcos cayeron en los intentos de asalto y en las salidas extramuros de los defensores. Desde que el sitio se formalizó hasta su desaparición en aquella orgía de sangre, Barbarroja había invertido veintidós días en la recuperación de Castelnuovo y más de doce mil hombres habían muerto. Dentro de la fortaleza no escaseaba el agua, pero las vituallas eran otra cosa

Después de una obligada reflexión, Dragut (otro extraordinario almirante otomano) y Barbarroja se dedicaron a bombardear a placer, día y noche, las murallas. Los sitiados aguantaron hasta doce asaltos y más de diez mil impactos de una severidad inusual. Tres cañones con una bocacha de cincuenta centímetros de diámetro entraron en acción rugiendo lamentos de muerte en fúnebre letanía de cadencia infernal. Dentro de la fortaleza no escaseaba el agua, porque un manantial y un pozo la abastecían sin parar; pero las vituallas eran otra cosa. No se comía nada fresco desde tiempo atrás.

Sangre y fuego en Occidente

Veintidós días después del primer envite, y antes del último asalto, quedaban menos de cuatrocientos hombres de los cuatro mil que originalmente defendían la plaza, y todos en condiciones penosas por las penurias vividas y la proximidad de un final harto evidente. La mayoría de ellos se hallaban heridos en distinto grado o con altas fiebres intratables.

La caída del tercio de Sarmiento causó admiración por la heroica resistencia, al tiempo que pesar en los reinos cristianos, pero el mensaje que contenía era muy duro. La mitad de los capturados fueron ejecutados sumariamente y sin mas preámbulos. La otra mitad fueron vendidos en Estambul en el mercado de esclavos de La Galata. No hubo ninguna bandera blanca, ni siquiera  sudarios para los caídos. Se prendió fuego a discreción y se demolió todo lo que pudiera encerrar algún vestigio de arquitectura o vida en aquel lugar. Hicieron falta más de treinta y cinco mil hombres para doblegar aquel tercio. Se prendió fuego a discreción y se demolió todo lo que pudiera encerrar algún vestigio de arquitectura o vida

Los años siguientes fueron de sangre y fuego para Occidente. El Mediterráneo tenía un solo dueño y el monarca francés Francisco I hacía lo indecible para debilitar a España, por lo que coquetearon sin pudor con los musulmanes. Los de la Sublime Puerta se regocijaban con las rencillas de patio de los europeos. Las derrotas inflingidas posteriormente por los turcos en Argel, Trípoli, Chipre y Bujía tenían la cadencia de una percusión incesante en las cancillerías del dux veneciano, del Vaticano y de la Corte española.

Hasta Lepanto, claro, la mayor batalla naval de la historia antes de  la Segunda Guerra Mundial.

“Junto al barco hundido mil veleros se pasean”