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Las últimas palabras de los condenados antes de morir
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DE LA IRONÍA A LA ESPERANZA

Las últimas palabras de los condenados antes de morir

“Go Cowboys!” fueron las últimas y célebres palabras de Jesse Hernández, asesino ejecutado en 2012. Atado a una camilla, con los brazos extendidos para facilitar la

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Las últimas palabras de los condenados antes de morir

“Go Cowboys!” fueron las últimas y célebres palabras de Jesse Hernández, asesino ejecutado en 2012. Atado a una camilla, con los brazos extendidos para facilitar la entrada en sus venas de las drogas que lo matarían, Jesse destinó las últimas palabras que pronunciaría nunca a alentar a su equipo favorito. La anécdota es conocida porque los estados de Texas y California publican las últimas sentencias de los criminales en sus respectivas páginas webs. El archivo de Texas es el más completo de los dos, ya que ofrece una detallada lista con la información básica del delincuente: una foto, el nombre y los apellidos, la edad a la que falleció y la edad que tenía en el momento del crimen; también aparecen la raza, el género, el color de pelo, la altura y el peso, el color de ojos, la fecha de nacimiento, la nacionalidad y, finalmente, la fecha de la ejecución. 

El archivo de Texas ofrece información detallada del delincuente


Asimismo, la web facilita los detalles del crimen, la ocupación del ejecutado antes de delinquir y la raza y el género de la víctima. En la columna contigua se ofrecen las últimas palabras del acusado, pronunciadas ya tumbado y atado a la camilla, y dirigidas a un micrófono. Las palabras no son grabadas, sino transcritas, y las escuchan abogados, periodistas, los oficiales de la prisión y las familias de los presos y de las víctimas.

Ruegos, súplicas y declaraciones

La accesibilidad de todos estos datos ha generado una cierta polémica. Numerosos abogados, investigadores en justicia criminal y activistas en contra de la pena de muerte han juzgado y analizado la colección de quinientas declaraciones que ofrece la página web del Departamento de Justicia Criminal de Texas. Basta con echar un vistazo para hacerse una idea de la diversidad de testimonios de aquellos que están a punto de morir. Muchos se declaran culpables, otros insisten en reafirmar su inocencia, una gran mayoría declara su amor por sus familias, sus mujeres ­-predominan los criminales masculinos- o sus hijos. Algunos piden perdón a las familias de las víctimas, otros confiesan merecer la muerte.  Muchos no quieren decir nada.Entonces tosió y nada más se dijo

Si ahondamos en las sentencias recogidas, hallamos declaraciones de toda índole. El texto reseñado es la respuesta a la pregunta de si tienen unas últimas palabras que pronunciar. Sorprende el gran número de presos que responde escuetamente: "No". O bien: "Este delincuente rehúsa hacer una última declaración". Algunas frases impactan, otras suscitan morboso interés, deprimen o incluso divierten.

  • James Lee Beathard, condenado a muerte en la cámara de gas declaró, en un tono tal vez algo irónico: “Hay un par de temas sobre los que quiero hablar, ya que ésta es una de las pocas veces en que la gente escuchará lo que tengo que decir".
  • Ronald Clark O’Bryan fue ejecutado en marzo de 1984, acusado de matar a su hijo envenenando su tarta de Halloween, y finaliza su declaración con la gentileza de aclarar: “Durante mi estancia aquí, he sido bien tratado por todo el personal del Departamento de Justicia Criminal".
  • James Collier agradece la hospitalidad de los hombres que le están condenando, e incluso añade que "la última comida fue muy buena". 
  • Thomas Barefoot presenta una declaración impactante, no tanto por su contenido, sino porque el discurso, plagado de palabras de amor y arrepentimiento, se interrumpe bruscamente a la mitad: el condenado no pudo seguir hablando. Hecho el silencio, no había nada más que atestiguar, y la declaración termina con una nota del transcriptor: “Entonces tosió y nada más se dijo". 
  • Hay numerosas referencias religiosas, como la de Willie Williams: “Hay amor y paz en el Islam”. George Jones es menos concreto, concluye diciendo: "No es el final, es sólo el principio".
  • No son infrecuentes las respuestas malhumoradas, como es previsible. Charlie Livingston no duda en contestar: "Me habéis traído aquí para ser ejecutado, no para dar un discurso. Eso es todo." Aún más agresivo resulta Brian Roberson, que invita a todos los "colegas blancos racistas que odian a los negros y a los negros que se odian a sí mismos" a "besar su negro culo". No todos somos capaces de apretar un gatillo, pero todos podemos apretar un botón

Ante tal variedad de declaraciones cabe preguntarse: ¿Es útil dar a conocer las últimas palabras de los condenados? ¿Y ético? Robert Perkinson, autor del libro Texas Tough: The Rise of America’s Prison Empire y profesor en la Universidad de Hawai, reconoce que hay algo de hipnótico en la lectura de estas sentencias. Según Perkinson, “muchos de esos individuos intentan decir algo conmovedor, a la altura del momento existencial".

En contra de la cámara de gas

Aquellos que se oponen a la pena de muerte consideran la publicación de las últimas palabras una aberración perversa. Quizás porque supone una pequeña brecha que permite la filtración de una cierta sensibilidad en un proceso frío y poco emotivo, dos elementos que parecen necesarios para terminar con cualquier vida humana. Recordemos que una de las claves del sistema de genocidio de Hitler era la organización y la falta de contacto: no todos somos capaces de apretar un gatillo, pero todos podemos apretar un botón. 

Activar la entrada de gas en una habitación cerrada, si se hace con la suficiente compartimentación de tareas, resulta un proceso mecánico. La publicación de súplicas, quejas, ruegos, lamentos o peticiones humaniza el proceso de la pena capital, y éste resulta entonces más cruel.

Así, Rick Halperin, director del Embrey Human Rights Program en la Universidad de Dallas, considera un perjuicio la publicación de las últimas palabras de los condenados: “¿Cómo va uno a juzgar la frase ‘Go Cowboys!’ cuando viene de un hombre en una camilla?".          

“Go Cowboys!” fueron las últimas y célebres palabras de Jesse Hernández, asesino ejecutado en 2012. Atado a una camilla, con los brazos extendidos para facilitar la entrada en sus venas de las drogas que lo matarían, Jesse destinó las últimas palabras que pronunciaría nunca a alentar a su equipo favorito. La anécdota es conocida porque los estados de Texas y California publican las últimas sentencias de los criminales en sus respectivas páginas webs. El archivo de Texas es el más completo de los dos, ya que ofrece una detallada lista con la información básica del delincuente: una foto, el nombre y los apellidos, la edad a la que falleció y la edad que tenía en el momento del crimen; también aparecen la raza, el género, el color de pelo, la altura y el peso, el color de ojos, la fecha de nacimiento, la nacionalidad y, finalmente, la fecha de la ejecución.