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Los santos inocentes de la crisis
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LOS RECORTES DE LA COMUNIDAD DE MADRID SENTENCIA A NIÑOS CON DISCAPACIDAD

Los santos inocentes de la crisis

El rodillo de la crisis ha pulverizado sin piedad personas, familias y empresas hiriendo España de miseria. Su último sacrificio, la vida rota de seis niños

Foto: Los santos inocentes de la crisis
Los santos inocentes de la crisis

El rodillo de la crisis ha pulverizado sin piedad personas, familias y empresas hiriendo España de miseria. Su último sacrificio, la vida rota de seis niños de entre 8 y 17 años, todos grandes discapacitados, que habitaban acogidos por Mensajeros de la Paz la Casa de Teseo, el hogar que en aras del recorte la Comunidad de Madrid ha sentenciado, con fecha 30 de junio, a muerte. Teseo, el mito, bien pudo con el minotauro y logró salir del laberinto, pero, en la vida corriente, estos santos inocentes, dispersos y vencidos, se han perdido.

“¿Nos van a separar?”. Es lo que dijo Junior, de 12 años, ya con cuidados paliativos, cuando los funcionarios les anunciaron el cierre. Jin, de la misma edad, no movió un músculo de la cara acostumbrada a encajar desgracias con estoicismo; simplemente palideció, enmudeció, y ya por la noche, mientras la bañaban, preguntó: “¿Allí me sabrán duchar?”. Josué, Carlitos y Leini no dicen nada porque no pueden ni tienen la posibilidad de saber qué va a ser de ellos, atrapados entre el síndrome de Down y la parálisis cerebral. Y Mario, el último en llegar hace un año, que acaba de cumplir los 8, con sus piernas y brazos de trapo, está contento porque si las cosas no se tuercen más, y sirven las “trampucas” que ha preparado la ONG para imponer en este desatino la cordura, podrá volver con su madre, víctima de violencia machista y loca de dolor por la separación judicial del hijo.

“Traslado a otro recurso residencial más adecuado a las necesidades personales y sociales del menor. Desde la fecha: 28/06/13”. Así despacha la Administración que gobierna Ignacio González, y por correo electrónico, cada una de las vidas cotidianas de los niños que Mensajeros de la Paz ha tratado de normalizar durante años. Si reforma ya significa lo mismo que recorte, “más adecuado” parece en este caso sinónimo de envilecimiento.

Así, el que fuera escenario de frenéticas carreras de sillas de ruedas, hoy es campo donde cunde el miedo y la angustia, pese a los esfuerzos de Chus Ferreiro, alma mater voluntaria de esta familia de desheredados, porque nada falte a sus niños y los sentimientos no le distraigan. Pero la tristeza le ha hecho un nudo en la garganta. “Claro que es una familia que se rompe por completo. No entiendo nada. Y no hay consuelo porque los niños no van a ir a mejor, aunque luego crezcan bien. No lo hay, porque según eso de que el dolor te hace madurar no podemos colegir que el dolor sea fantástico. Decide sobre los niños el Instituto de la Familia y el Menor que no los conoce, ni sabe sus nombres ni ha visto sus caras; tampoco los protege en sentido amplio, porque solo aporta una cantidad de dinero para cada uno, sin preocuparse de más. Ahora ya no les sirve el modelo de hogares para pocos niños, sino instituciones para decenas. La vuelta atrás. Cinco gerentes en dos años al frente de ese instituto da idea de que algo no funciona”.

Y Chus cuenta cómo se quedó de piedra cuando la funcionaria de la Comunidad que debe velar por la Casa de Teseo, la encargada directa de seguir la marcha de este centro con seis niños, le preguntó por teléfono el pasado mes de abril si Leini, que cumplía los 17 en mayo, “ya podía empezar a trabajar”. ¡Leini que ni camina, ni habla! Con síndrome de Down y luego una meningitis a los seis años y el derrame cerebral que le han desprovisto de cualquier atisbo de autonomía, Leini que necesita ayuda para todo menos para respirar. “Eso ocurre porque los funcionarios que tienen encomendada la responsabilidad de seguir a los niños que tutelan vienen por la mañana, cuando los niños están en el colegio, porque por la tarde les va mal, eso me dicen, y nunca los han visto”.

Un proyecto para los enfermos y sus familias

El proyecto de la familia Teseo, por el nombre de la calle donde se levanta la casa que la cobija, empezó en 1989. En aquella época, explica Rodrigo Pérez que preside Mensajeros de la Paz Madrid, los críos que estaban tutelados y con discapacidad vivían en grandes centros y cuando cumplían la mayoría de edad pasaban a otras instituciones de tipo psiquiátrico. “Entonces, la Comunidad de Madrid nos llamó para sacar a los niños a grupos pequeños con el fin de que pudieran vivir, como el resto de los chicos, en una familia, que fueran al colegio, que tuvieran atención médica y cuidado de fisioterapeutas. Cuando empezamos con esto aparece el sida y se hace la campaña Le querrás más que a un hijo, primera de este tipo en el mundo, donde proponemos la adopción de niños con VIH, parálisis cerebral y síndrome de Down”.

El rodillo de la crisis, la deshumanización de lo público y la incompetencia dinamitan el hogar de Teseo. Pero nadie jamás podrá borrar la semilla de tanta dedicación y de tanto amor

Lograron que salieran muchos niños con sida, paralíticos cerebrales apenas, y alguno con síndrome de Down. “A partir de que el tema del sida se fue normalizando, esos niños dejaron de ser prioridad en la casa, que quedó para otros con discapacidad y sin inteligencia conservada. Hoy nuestro objetivo es trabajar con las familias, el que la tenga, para que los hijos puedan volver a ellas, y prepararlos, con médicos, fisioterapeutas y profesores, para que, cuando la ciencia avance en las enfermedades que padecen, estén los primeros en la línea de salida para recibir los tratamientos, que ninguno se quede atrás, que cuando tengan otra edad y haya pasado la crisis, estén preparados para ser lo más autónomos posible”. Porque Rodrigo Pérez y los suyos se esfuerzan cada día por ganar la carrera de la vida, aunque la Administración le haya confiado tantas veces a pequeños destinados a morir. “Me gustaría saber –me dice- cuáles han sido los índices de mortalidad en los centros y conocer con números qué pasa realmente en cada sitio. Ya se lo he dicho al Instituto, pero no lo hacen”.

Tampoco hay cifras sobre las “devoluciones”. “Todo el mundo habla del acogimiento y la adopción, pero muchos niños están siendo devueltos –asegura el presidente de Mensajeros de la Paz Madrid-, aunque no hay datos. Es algo que está presente en los centros y lo oyes continuamente”. Para Carlitos, con parálisis cerebral, que nació en el madrileño hospital La Paz donde fue abandonado, quiere Rodrigo la salida de la adopción, porque es el único de sus niños que no tiene familia real a la que volver. Hoy su suerte está echada, lejos de los que le han cuidado hasta ahora, con el traslado a otra institución que reúne a muchos como él. 

A Leini, que en ese espacio luminoso de Teseo, ora pista de carreras ora sala de rehabilitación ora salón de fiestas infantiles, juega con un coche de luces intermitentes y claxon impenitente, le espera un centro de discapacitados para adultos, donde críos como él deben compartir el espacio con ancianos, donde los objetivos de Mensajeros ya no tienen sentido. Su madre, en un año más, ahora que ha empezado un pequeño negocio, podría haberle recuperado.

Jin, en otros doce meses, hubiera seguido con el fisio –dónde va carecen de él- y podría volver con su padre, que aún no sabe asumir los cuidados de la niña y tiene reparo en bañarla, pero que ya va conociendo las claves de su higiene; Junior hubiera terminado en un año más el colegio al que asiste, como Jin, donde ambos han encajado fenomenal con la tutora y el resto de los niños, que ya les admiten como amigos y hasta hacen juegos a la medida de sus posibilidades superada la barrera pueril de la crueldad.

Para Josué, también con parálisis cerebral, el mañana será sin su madre, que hoy en Teseo lo baña y le da de comer cuando arranca tiempo a las infinitas horas que hace limpiando casas. Su historia, una de tantas, se fragua en el dolor de la pérdida de otros dos hijos sanos, que el marido, condenado por maltrato, sacó de España y que también debe mantener económicamente en la distancia, y la impotencia de no poder cuidar al niño que le queda. Los funcionarios del Instituto de la Familia y el Menor, que ni siquiera les conocen, han decidido que Josué vaya a vivir a una institución de El Escorial y la madre llora y llora porque ya no podrá abrazarle a deshoras, como en Teseo, sin tiempo y sin el dinero que le cuesta el autobús desde Madrid.

Hoy nuestro objetivo es trabajar con las familias y prepararlos para que cuando la ciencia avance en las enfermedades que padecen estén los primeros en la línea de salida para recibir los tratamientos

Y Chus inspira profundamente, con ese nudo en la garganta que no se afloja. Porque a esta voluntaria, que entregó su vida a Mensajeros hace 39 años, no le cabe en la cabeza pensar en el bienestar de un niño sin pensar en el bienestar de los padres. “Madre” de esas madres y de sus hijos, prepara el traslado de los críos: a partir del día 30, cada uno a un centro, seis lugares diferentes. Una fecha que es telón de acero inexpugnable. “No puedo pensar más allá. Me volvería loca si pensara que van a estar peor”. Y con la losa de los diez trabajadores que ponen en la calle, y que literalmente le quitan el sueño. Cuántas vidas rotas.

El rodillo de la crisis, la deshumanización de lo público y la incompetencia dinamitan el hogar de Teseo. Pero nadie jamás podrá borrar la semilla de tanta dedicación y de tanto amor. “Dar... hasta que duela”, guía de Teresa de Calcuta, ha sido el motor de esta familia de desheredados, a los que no habrá madre en el mundo que los pueda querer más que Chus.

El rodillo de la crisis ha pulverizado sin piedad personas, familias y empresas hiriendo España de miseria. Su último sacrificio, la vida rota de seis niños de entre 8 y 17 años, todos grandes discapacitados, que habitaban acogidos por Mensajeros de la Paz la Casa de Teseo, el hogar que en aras del recorte la Comunidad de Madrid ha sentenciado, con fecha 30 de junio, a muerte. Teseo, el mito, bien pudo con el minotauro y logró salir del laberinto, pero, en la vida corriente, estos santos inocentes, dispersos y vencidos, se han perdido.