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"¿Pero quién se ha llevado las mujeres que me tocaban a mí?"
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LOS ANDALUCES, LOS ESPAÑOLES QUE MÁS LIGAN

"¿Pero quién se ha llevado las mujeres que me tocaban a mí?"

En Lovegeist, un reciente estudio realizado por el Instituto TNS Sofres para la empresa de contactos on-line Meetic, se señala cómo los españoles solteros tienen de

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"¿Pero quién se ha llevado las mujeres que me tocaban a mí?"

En Lovegeist, un reciente estudio realizado por el Instituto TNS Sofres para la empresa de contactos on-line Meetic, se señala cómo los españoles solteros tienen de media al mes unas 3’2 citas. En el noreste de España la media se eleva a 3’5, lo que arrojaría unos 39 encuentros organizados con personas del sexo contrario (o del mismo) al año, por cabeza. “Alguien se ha quedado con las mujeres que me tocaban a mí”, afirma Marcos, residente en una pequeña ciudad de Aragón. “Yo salgo, me muevo, conozco bastante gente joven, aunque ya ando por los cuarenta, y estoy soltero, y, la verdad, en mi entorno si son cuatro al año, no al mes, te das con un canto en los dientes. Luego hay gente que directamente no tiene ninguna. En el último año tuve un cierto acercamiento con unas cinco mujeres, con dos de ellas acabé en la cama, aunque no sé si se les podría llamar citas, estrictamente, porque fueron más bien rollo blitzkrieg. Eso quiere decir que hay treinta y cinco que se me han escapado y quizá alguien que ha tenido setenta y cuatro. Debe haber superhombres sueltos o ciudades que son lo opuesto a esta”.

La estadística indica que además de la zona noreste (Aragón, Navarra, País Vasco y La Rioja) son Madrid y el sur (Andalucía, Murcia, Ceuta y Melilla) donde con más frecuencia se dan estas “citas”. Por debajo estaría el noroeste (Galicia, Asturias y Cantabria) y el centro (las dos Castillas y Extremadura) y sobre todo Canarias, con ‘tan sólo’ dos encuentros y medio al mes. “Igual es que allí no lo necesitan o que son más efectivos”, bromea Marcos. “Francamente, no le veo el sentido a tener cuarenta citas si eres capaz de que te funcionen cuatro. A menos que vayas en plan casting”.

¿Qué es una cita?

En todo caso, el mismo término da lugar a un cierto equívoco: ¿Qué es una cita? Bajar a tomar el café con una compañera de trabajo no es una cita. Encontrarte con un amigo en un bar por casualidad, tampoco. “Una cita es cuando quedas con alguien con una intención que va más allá de la simple cortesía”, considera Paz, estudiante de ingeniería de caminos, de 23 años. “Es verdad que a veces esa intención está sólo implícita o no queda muy clara, pero, vamos, para mí es cualquier encuentro acordado previamente donde sobrevuele la sombra del romance: ese ¿quedamos a tomar algo? Siempre puede ser una cita. Luego claro, puede resolverse como sea, pero para mí está bien porque ya implica un cierto galanteo que me gusta, siempre que no se pasen”.

Las citas románticas están muertas

“En todo caso”, considera, “igual ahora hay una visión un poco rígida y cosificada del asunto, por programas de estos como ‘Mujeres y hombres’, y tal… en la vida las cosas suelen ser más naturales, ¿no? O con más gracia. No es un mercado de carne. Si recuerdas tu infancia y piensas en La dama y el vagabundo, pues aquello era una cita, ¿no? Que te lleven a un jacuzzi para que les veas la tableta es más bien una ordinariez”. Ella reconoce que “si quisiera podría tener varias a la semana, pero una tiene una vida que llevar, una carrera que estudiar y poco tiempo que perder, y tampoco te encuentras chicos monos todos los días. Digamos que en los últimos dos meses he quedado a tomar algo con dos o tres chicos”.

Un poco en el lado contrario de la vida está Luz, una bióloga madrileña. “Las citas románticas están muertas”, considera. “Si algo se busca es sexo o encontrar a alguien para apañar tu vida, de una manera bastante práctica. El amor romántico se ha acabado, de hecho el amor romántico implicaba un cierto azar, un cierto destino. Y ya me dirás, con lo de internet y todo eso… Además, a partir de una edad, y reconozco que he tenido unas cuantas, no muchas, las citas se convierten en una especie de tasaciones donde ya no se evalúa exactamente cosas como si te entiendes o si compartes gustos; están en la balanza más bien la posición, los niños, la disponibilidad y compatibilidad de horarios y de empleos, etc. Hay una política de mínimos que, curiosamente, son casi más difíciles de encontrar que los máximos, que vendrían a ser el amor”.

Para ella, algunas personas terminan “entre la espada y la pared” en el aspecto sentimental: “Entiendo en cierto modo todo el tema de los contactos a través de internet. Hay quien piensa que esas agencias son para ‘desesperados’, y yo creo que no es así y al tiempo sí lo es. Me explico: hay mucha gente solvente, interesante y capaz, graciosa e incluso atractiva y que siempre pensó que jamás tendría problemas para ligar y que de repente se encuentra atrapada en un tipo de vida compleja, con menos dinero, menos movilidad y menos tiempo y se encuentra con que ya no es una cuestión de chispa personal, sino que sencillamente no hay ni mercado ni minutos para emplear en eso, que la manera tradicional se ha vuelto impracticable, excepto alguna ocasión en que te vienen con lo de ‘conozco a un amigo que te va a encantar’. Y suele resultar un verdadero besugo. Así que, sí, no somos desesperadas teóricas, pero en la práctica lo tenemos muy jodido”. Ella ha tenido dos citas en el último año y medio. “La verdad es que mis dos hijas ya me dan bastantes quebraderos de cabeza. Y aunque ya te digo que entiendo lo de internet, sigo pensando que el romanticismo está por definición fuera de esos cauces”. 

El anonimato

Sin embargo, según las estadísticas de Lovegeist, hasta un 24 por ciento de los solteros madrileños afirman tener entre 5 y 10 citas al mes. ¿Es más fácil encontrar gente en la gran ciudad?

Ramón, madrileño, es el prototipo de hombre que teóricamente está condenado a tener éxito entre las mujeres: alto, guapo, de buena familia, con un trabajo que le permite vivir más que bien y un talante discreto pero encantador. Es lo que su abuelo llamaba “un gran aficionado”. “Se liga más en las ciudades porque hay más gente y se te conoce menos”, afirma. “Si tienes cuatro o cinco encuentros de ese tipo en una ciudad pequeña, enseguida estás catalogado como el típico ligón caradura, cuando no tiene nada que ver con eso. Serás el ligoncete de turno y te mirarán con mala cara. En la ciudad hay millones de personas, podrías conocer a diez mujeres interesantes cada día. A veces hay que escoger: ¿a quién le tiro los tejos hoy? Y bueno, sí, lo que se llama una “cita” se da bastante a menudo en mí caso, y es una situación extraña, pero yo la disfruto bastante. Es como ponerte a prueba, como decir, ‘vamos a demostrarnos el uno al otro lo bien que lo podemos hacer, incluso en esta situación incómoda’. Para demostrar lo malo tenemos toda la vida. Bueno, luego no suele ser así… Me divierten. Me parece muy curioso empezar a conocer a alguien, aunque en parte sea una máscara, preguntarme qué hay detrás de esa máscara. Y desde luego, una gran ciudad es un gran sitio para ello”. Claro que algunas de sus citas no surgen de un modo ortodoxo: “A veces veo a mujeres guapas y las sigo por la calle, sólo para admirarlas y ver a dónde van. Y a veces hablo con ellas. Más de una vez he acabado conociéndolas. ¿Nos vemos otro día? Pues vale. Pero no soy idiota. Eso sólo nos funciona a algunos y a veces”.

Las zonas de calor y sobre todo de costa, plagadas de turismo, son sin duda las mejores para ligar

Marieta es el un ejemplo equivalente pero en mujer. Su belleza está fuera de toda duda y su conversación es vivaz e inteligente. Vive en Barcelona, y le gustan las citas más que a un niño un caramelo, aunque en su caso, más por “el puro teatro, por la comedia”, dice. “Hombre, podría dedicarme a hacer el amor directamente, pero perdería rollo. Me gusta la parafernalia, me gusta el coqueteo, me gusta saber que los dos pensamos en lo mismo pero que hay que atenerse a unas ciertas reglas que lo vuelven todo un poco más excitante”.

Ambos, curiosamente, tienen casa también en Andalucía, una de las provincias donde más citas per cápita de dan. “Creo”, dice ella, “que las zonas de calor y sobre todo de costa, plagadas de turismo, son sin duda las mejores para ligar”, dice ella, “porque una parte importante de quienes van allí van entre otras cosas a eso, a ligar. Ahora bien, una cita es un poco un punto medio entre una cosa y otra, entre el puro sexo ‘choni’ y el romanticismo de libro. Es algo más refinado, quieras que no”.

A ciegas

Esa excitación del no saber bien qué va a pasar no ciega, sin embargo, a todo el mundo. Ada, de 40 años, afincada en Madrid, considera que “ahora hay una cantidad enorme de información previa, como en las citas por internet, pero en el fondo vas más o menos igual de a ciegas que siempre”. “Una vez”, recuerda, “yo tuve una cita a ciegas, de las de verdad, a la antigua usanza. Salió fatal. El tío era un pesado y tuve la suerte de que me encontré a un amigo mío en un bar y me ayudó a librarme de él. Luego nos tomamos diecisiete whiskies y me lo tiré, a mi amigo. Estuvo bien, y ya sabía cómo era de otras veces. La verdad es que prefiero lo bueno conocido. Ahora estoy casada y así estoy francamente bien, que le den a todo ese rollazo de andar buscando pareja como loco. Nunca fue lo mío”.

Lo que es terrible es que con el paso del tiempo todo se vuelva cada vez más cutre

Sin embargo, durante todo aquel tiempo, aquel ‘amigo’ del que habla fue un recurso permanente. “Sí, era un amante, en el viejo sentido, supongo. Con él hablaba de todo, era otro nivel. Si me enamoraba de alguien echábamos un polvo y luego se lo contaba. Fue el primero que supo que estaba pillada con el que ahora es mi marido. No se lo digas a nadie”.

Dionisio, profesor de universidad jubilado, reflexiona sobre la institución: “Lo que es terrible es que con el paso del tiempo todo se vuelva cada vez más cutre. Lo puedes ver hasta en los términos. Antes había ‘amantes’, ‘queridas’, ahora hay ‘amigos con derecho a roce’, un término que implica un egoísmo supino, una barrera, y al tiempo una falta de tacto y de sensibilidad que se detecta en ese ‘roce’. El lenguaje dice más de lo que parece, y creo que todo se ha desprovisto de misterio. Las citas pueden parecer  un poco cursis, nadie lo duda, pero tienen un componente de curiosidad y de respeto en el acercamiento que se ha ido eliminando.

Según las estadísticas de la investigación LoveGeist, un 21 por ciento de los españoles tienen uno de esos “amigos con derecho a roce” que tal vez ya no sean lo mismo que los viejos “amantes”. De hecho, un 23 por ciento dicen relegar a esa posición a sus ex parejas. 

Dinero y clase social

Pero también en las citas importa la capacidad adquisitiva. Hay quien ni se lo plantea ante la terrible perspectiva de tener que invitar a su amada (o lo que sea) a una vulgar pizzería. Las estadísticas de LoveGeist, de hecho, afirman que los andaluces y murcianos son los que más declaran verse afectados por la situación económica actual a la hora de quedar y conocer gente nueva (un 79%). Los madrileños, por su parte, son los más ahorradores, el 33% afirma que siguen quedando pero tratan de plantear citas más baratas.

Cuando conquisté a la que ahora es mi mujer, aquello fue una odisea de citas

Francisco, abogado de 48 años, afirma mientras conversamos en su piso en el Madrid de los Austrias que “hacer las cosas bien siempre es caro”. Él es de los que creen en las citas de una manera peculiar: “Cuando conquisté a la que ahora es mi mujer, aquello fue una odisea de citas, tuve que superarme. Quedamos exactamente 19 veces hasta que conseguí besarla y todo empezó. Me salió por un pastón, pero bueno, salió bien. Fue sin duda el año con más citas de mi vida”, dice con una sonrisa mientras observa de reojo a sus dos hijos pequeños que juegan en el amplio salón contiguo.

Tito y Raquel tienen una historia de amor y citas también, aunque bastante más barata. Se conocieron en un bar, en la costa asturiana, hace diez años. Fue allí donde se liaron, entre el fragor de las copas brindadas a las cuatro de la mañana. Ella bailaba en la pista cuando él se le acercó haciendo acopio de valor. Ahora, cada año, salen en las mismas fiestas, cada uno con su gente, pero a las cuatro acuden puntuales para recrear la misma escena, perdidos de nuevo en una multitud de caras ajenas, en un local que, desde entonces, ha cambiado varias veces de nombre. “Esa es nuestra cita”, comentan, “la única que hay desde entonces”.

En Lovegeist, un reciente estudio realizado por el Instituto TNS Sofres para la empresa de contactos on-line Meetic, se señala cómo los españoles solteros tienen de media al mes unas 3’2 citas. En el noreste de España la media se eleva a 3’5, lo que arrojaría unos 39 encuentros organizados con personas del sexo contrario (o del mismo) al año, por cabeza. “Alguien se ha quedado con las mujeres que me tocaban a mí”, afirma Marcos, residente en una pequeña ciudad de Aragón. “Yo salgo, me muevo, conozco bastante gente joven, aunque ya ando por los cuarenta, y estoy soltero, y, la verdad, en mi entorno si son cuatro al año, no al mes, te das con un canto en los dientes. Luego hay gente que directamente no tiene ninguna. En el último año tuve un cierto acercamiento con unas cinco mujeres, con dos de ellas acabé en la cama, aunque no sé si se les podría llamar citas, estrictamente, porque fueron más bien rollo blitzkrieg. Eso quiere decir que hay treinta y cinco que se me han escapado y quizá alguien que ha tenido setenta y cuatro. Debe haber superhombres sueltos o ciudades que son lo opuesto a esta”.