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Arrinconado en el silencio: Andrés de Urdaneta, el explorador desconocido
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Arrinconado en el silencio: Andrés de Urdaneta, el explorador desconocido

Andrés de Urdaneta era un vasco natural de Ordizia, una pequeña población guipuzcoana formada por caseríos diseminados en un precioso valle donde una tupida alfombra verde

Foto: Arrinconado en el silencio de la historia: Andrés de Urdaneta, el explorador desconocido
Arrinconado en el silencio de la historia: Andrés de Urdaneta, el explorador desconocido

Andrés de Urdaneta era un vasco natural de Ordizia, una pequeña población guipuzcoana formada por caseríos diseminados en un precioso valle donde una tupida alfombra verde lo cubre todo. Nacido hacia 1508 en una fecha aún hoy sin determinar, fue un muy respetado cosmógrafo de enorme reputación, además de marino, vástago de una saga con raigambre militar y clérigo a tiempo parcial, pues no era muy proclive a oficiar, ya que el volumen de sus proyectos ultramarinos no le permitía una práctica comprometida de las servidumbres inherentes a su rango.

Su fama universal la alcanzó al descubrir y documentar la ruta que a través del océano Pacifico y desde Filipinas conducía hacia Acapulco a favor de la corriente en lo que desde entonces se dio en llamar “el tornaviaje” o la ruta de Urdaneta. Nunca antes ninguna expedición había retornado a México por el “Gran Golfo” que era así como se le llamaba a este descomunal océano.

Ya había participado en la malhadada expedición de Loaisa de 1525 que, con una clara intención comercial, tenía como destino arribar a las estratégicas Molucas (islas de las especias) para hacerse con el control que detentaban los portugueses sobre las mismas en lo que parecía ser una aparente infracción del Tratado de Tordesillas firmado en 1494.

Tanto Loaisa como Elcano se dejaron la vida en el empeño. Tres de las naves nunca cruzarían el estrecho de Magallanes al ser sorprendidas por una fortísima mar arbolada, y sólo una, la Santa María de la Victoria, alcanzaría las Molucas. La tripulación, durante más de un año, tuvo que batirse en diferentes escaramuzas con nuestros vecinos portugueses que, sorprendidos en su molicie y distendida confianza, no daban crédito a la inesperada presencia de los marinos españoles en aquellas latitudes. De aquella expedición que partió con más de 450 hombres, y tras sufrir vicisitudes sin cuento, finalmente consiguieron retornar al suelo patrio 24 famélicos espectros en estado de inanición más que evidente. La omnipresente amenaza del escorbuto había vuelto a triunfar a pesar de haberse estibado cocos y piñas en abundancia.

El descubridor de la nueva ruta transoceánica

En noviembre de 1564, Andrés de Urdaneta era, de lejos, la mayor autoridad y la apuesta mas seria que podía hacer Felipe II para hacerse valer ante los lusos que acaparaban el mercado de especias de forma casi monopólica. Tres expediciones anteriores habían fracasado. Los preparativos se desarrollaron con una discreción inusual para no alertar ni soliviantar a los portugueses.Su peculiar y humilde conducta lo confinaría a un olvido elegido de “motu proprio”

Urdaneta, que a la sazón tenía 57 años, zarparía desde Acapulco en dirección a Filipinas en una travesía que duraría dos meses con el alisio a favor que, como viento amigo y de forma constante, sería un fiel aliado en aquella tremenda apuesta. Un año después aproaba rumbo nordeste aprovechando el monzón y los vientos portantes del suroeste. Su pericia e intuición le permitieron encontrar la corriente de Khuro–Shiwo a la distancia de 39º de latitud.

En aquella época la previsión de Urdaneta de estibar cocos en abundancia permitió rebajar la mortalidad por escorbuto a tan solo un diez por ciento, cuando lo normal era que en estas travesías de larga duración perecieran como mínimo la mitad de cualquier tripulación en una estimación optimista. Algo más de cuatro meses de retorno le llevaría surcar aquella inmensidad azul.

Después de haber recorrido más de 14.000 kilómetros, arribaría finalmente al puerto de partida en la costa oeste mexicana y la noticia del descubrimiento de la nueva ruta transoceánica correría como un reguero de pólvora entre la marinería de la época. Urdaneta dejaría una huella indeleble en los anales de la historia de la navegación. La confianza depositada en él había dado pingües beneficios a la corona (otra cosa bien distinta es como los invirtiera), pues el volumen comercial entre China, India y España llegó a crecer de forma exponencial. Pero el afán de Urdaneta por pasar desapercibido con su peculiar y humilde conducta, lo confinaría a un olvido elegido de “motu proprio”.

Uno de los exploradores más desconocidos

Durante los siguientes trescientos años el llamado galeón de Manila usó esta ruta sin desfallecer y sin incidentes relevantes surtiendo el mercado intermediario en la capital mejicana (y por extensión al asombrado occidente) de manera regular, abasteciéndolo de especias, telas y porcelanas de bella factura de la última época Ming, que hacían las delicias de una embrutecida, provinciana y ociosa nobleza europea, que salvo contados casos, se dedicaba a atesorar riquezas por puro afán de ostentación y prestigio mal entendido.

Después de informar personalmente a Felipe II de su descubrimiento, Andrés de Urdaneta regresaría a México y a la austeridad de sus hábitos. Dejaría su cuerpo para iniciar el gran viaje el 3 de junio de 1568 a la edad de 60 años. A pesar de su gran hazaña, murió olvidado quedando arrinconado en el silencio de la historia como uno de los exploradores más desconocidos de su tiempo.

Andrés de Urdaneta era un vasco natural de Ordizia, una pequeña población guipuzcoana formada por caseríos diseminados en un precioso valle donde una tupida alfombra verde lo cubre todo. Nacido hacia 1508 en una fecha aún hoy sin determinar, fue un muy respetado cosmógrafo de enorme reputación, además de marino, vástago de una saga con raigambre militar y clérigo a tiempo parcial, pues no era muy proclive a oficiar, ya que el volumen de sus proyectos ultramarinos no le permitía una práctica comprometida de las servidumbres inherentes a su rango.