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“La pena de muerte es un negocio y no sirve para evitar los delitos”
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JOAQUÍN JOSÉ MARTÍNEZ ESCAPÓ HACE DOCE AÑOS DEL CORREDOR DE LA MUERTE

“La pena de muerte es un negocio y no sirve para evitar los delitos”

Joaquín José Martínez logró su libertad el 7 de junio de 2001. Salió con 29 años de la cárcel de Orient Road en Florida sonriente, emocionado

Foto: “La pena de muerte es un negocio y no sirve para evitar los delitos”
“La pena de muerte es un negocio y no sirve para evitar los delitos”

Joaquín José Martínez logró su libertad el 7 de junio de 2001. Salió con 29 años de la cárcel de Orient Road en Florida sonriente, emocionado y hasta incrédulo, tras pasar más de cinco años en prisión, tres y medio en el corredor de la muerte. Su exmujer le acusó de un doble homicidio, le declararon culpable y sentenciaron a muerte en 1997. La suya es una historia con final feliz y es consciente de ello. Desde entonces lucha con el convencimiento de un converso -antes de ser encarcelado defendía la pena capital- y con todas sus energías para que nadie tenga que volver a pasar por el sufrimiento que él vivió. 

Martínez pelea ahora con Pablo Ibar, único español en el corredor, y con la asociación Ensemble Contre la Peine de Mort (ECPM) -Juntos contra la Pena de Muerte- que coordina la organización del Congreso Mundial Contra la Pena de Muerte, celebrado esta semana en Madrid. La campaña contra esta condena ha logrado avances en los últimos años, pero todavía quedan en el mundo al menos 23.286 personas cuya vida pende de un hilo. Y en 2012 más de 682 personas fueron ejecutadas en 21 países, según los datos de Amnistía Internacional. 

El día 6 de junio se cumplieron doce años desde que se le declaró no culpable. ¿Qué se te pasó en ese momento por la cabeza? 

Hasta que no salí no terminé de creérmelo. Lo primero que sentí fue agradecimiento a toda la gente que me ha ayudado. A  mis padres y a los medios de comunicación, porque gracias a ellos estoy aquí. Sentí alegría cuando leyeron la sentencia y dijeron: “No culpable”. Pero después me volvieron a esposar, me llevaron a la celda y me dejaron allí, porque para dejarme salir tenían que dar el visto bueno los de inmigración. En 24 horas iba a estar en la calle, pero me pasé la noche despertándome, pensando que era un sueño hasta que comprobaba que la caja con mis cosas estaba esperando, lista para cuando me fuera.

El corredor te deja marcado de por vida…

Sí. Yo cuando entré estaba a favor de la pena de muerte. Ahora lucho contra ella, pero no solo por mi caso, sino por lo que he visto. Dentro no se puede elegir nada, ni la ropa, ni lo que comes, ni lo que haces. No se puede ni pensar libremente, te cambia por completo la vida y lo único que piensas cuando te sentencian a muerte es que  eso no te puede estar pasando a ti, que no puede ser que te condenen por algo que no has hecho.

¿Defiendes suprimir la pena de muerte aunque el condenado sea culpable de un crimen grave?

Sí. A ver, creo que quien comete un delito debe pagar por ello y debe cumplir la pena máxima para ese delito, pero nunca se debe condenar a muerte. Lo fundamental es que se cumplan las condenas. Entiendo que los familiares de las víctimas sientan rabia y deseo de venganza, pero ejecutar no debe ser la opción. No lo justifico. 

¿No se puede pensar?

No. No tienes tiempo, ni fuerzas. El color de la muerte lo marca todo en tu día. Es un recordatorio continuo de que vas a ser ejecutado. Los vigilantes te escupen, te insultan, te hacen bromas pesadas, te miden la cabeza para ver cómo ajustar la silla… Allí el maltrato psicológico es peor que el físico.

¿Cómo se resiste? 

En mi caso, gracias al apoyo de la gente, de las cartas que te llegan, de las muestras de afecto. Yo era un preso privilegiado. Pero hay algunos condenados a los que su familia y sus amigos abandonan, es muy, muy duro. Sin apoyos esos presos se mantienen enteros y tranquilos por las medicinas que les dan, los sedantes. Se dan medicamentos a todos los que lo piden. Al principio puedes pasar sin ello, pero no creo que haya nadie que aguante más de cinco años ahí dentro sin tomar algo.

¿Y las secuelas?

Cuando sales sigues soñando con que estás en el corredor y te despiertas con angustia. Para mí una de las secuelas más importante tiene que ver con las puertas: tengo que estar seguro, me ha quedado la manía de ver si funcionan, de que yo las puedo abrir y cerrar bien. Y cuando una puerta no se abre o la llave se atasca y cuesta, me desespero. Me pasé cinco años y medio sin abrir yo ni una sola puerta. Me obsesiona. Tampoco tenemos bombillas en casa, solo halógenos. Las bombillas me recuerdan al corredor, a las ejecuciones y los saltos de luz que provocaban en las bombillas.

¿Cómo era la relación entre los presos?

La relación supuso un proceso de cambio. Porque a muchos de los que estaban allí, condenados, yo los había criticado cuando estaba fuera. Pensaba que se merecían morir por los delitos que habían cometido. Pero cuando estás dentro y tratas con ellos te das cuenta de que también son personas y que a muchos les han abandonado familiares y amigos. Sientes su dolor, son igual que tú, aunque sean culpables.

¿Y desde que saliste cómo es la vida?

La valoro de otra forma, mucho más. Y le quitas importancia a todos los problemas a los que el resto de la gente les da mucha. No te afectan las cosas del día a día tanto. He besado la muerte y el simple hecho de estar vivo es suficiente.

Estar vivo y formar una nueva familia.

Hay que luchar por Pablo Ibar. Yo siempre he creído en él, aunque hay momentos en los que veo que no avanzamos para conseguir que le revoquen la condena y me preocupoSí. Conocí a mi mujer hace tres años, tenemos un hijo de uno y estamos esperando gemelos. De mis hijas mayores, las que tuve con mi primera mujer, estoy también orgulloso, las veo tres o cuatro veces al año. Cuando me metieron en el corredor de la muerte eran pequeñas y no les dijimos lo que estaba pasando, vinieron a verme dos o tres veces y les explicamos que era un banco especial con mucha seguridad, pero preferí que dejaran de venir. Ese no es un lugar para niños. La mayor se gradúa esta semana en la universidad y no puedo estar allí -vive en Estados Unidos- con ella, pero creo que es por una causa que merece la pena: combatir la pena de muerte, ayudar a Pablo Ibar, que permanece en el corredor y lleva ya demasiado tiempo allí.

¿Trabajas?

Sí, tengo mucha suerte. Trabajo en consultoría informática. Tal y como está el patio es para estar muy contento.

Por Ibar, ¿luchar hasta el final?

Sí, hay que luchar. Ves mi caso y hay esperanzas. Yo siempre he creído en él, aunque hay momentos en los que veo que no avanzamos para conseguir que le revoquen la condena y me preocupo. Si no se hace más, si no hay una presión aún mayor podríamos pasar de hablar del único español en el corredor de la muerte a tener que hacerlo del primer español legalmente asesinado en Estados Unidos. El sistema comete errores.

Pero no es solo una cuestión de apoyo. Su defensa costó un millón de dólares.

Y algo más. Para logar que yo saliera hubo que pagar no solo a un abogado, sino a un equipo completo de investigadores, especialistas… Pero, en realidad, es poco dinero si lo comparas con la cantidad que tiene para gastar en tu caso el Estado de Florida, más del doble, tiene todos los recursos necesarios para ir en tu contra. Yo conseguí el dinero porque tuve mucha suerte y contaba con el apoyo incondicional de mis padres, que lucharon por mí desde el primer día y consiguieron el respaldo de la sociedad española y recaudar esa cantidad.

El corredor de la muerte, ¿es un negocio?

Totalmente. En Stark, el pueblo de Florida donde estaba la cárcel, todos viven del corredor. Hay que proporcionar los uniformes, las comidas… Además, un corredor de la muerte tiene más vigilantes que una cárcel normal, debe haber dos por cada preso. Al final un condenado a una sentencia de prisión sale por unos 120.000 dólares anuales, mientras que un condenado a muerte cuesta más de un millón.

Grabaron una miniserie para televisión con su caso. ¿La suya es una historia de película?

No lo habría hecho si no fuera para contar cómo es aquello. Creo que con la pena de muerte hay que tener sensibilidad. No se deberían hacer películas de ficción sobre eso, en todo caso historias documentadas. Es un asunto muy serio.

¿Las películas de Hollywood sobre la pena capital y el corredor de la muerte mienten? 

Depende. Algunas son más fieles. Pero nada puede llegar a compararse con la realidad que se vive allí dentro y, desde luego, nunca podrán reflejar el maltrato de los vigilantes a los presos, es muy superior al que se ve en las películas. En el corredor se anula el lado humano de los condenados y eso tampoco se suele ver en el cine. Tampoco el tema de la ejecución es como lo venden, con todo lo de la última cena… Sinceramente, cuando te van a ejecutar al día siguiente, tienes pocas o ninguna gana de comer.

Cuando ves esas películas, ¿qué sientes?

Lo veo y pienso que no es así. Me duele que enseñen algo que no es así. Que presenten a los presos como fuertes, resistentes a todo, como si les diera igual morir, sin arrepentimientos. Esas cosas me duelen mucho. Porque no puede haber rastro de humanidad en esas cárceles mientras sigan existiendo las ejecuciones.

Para poner fin a la pena de muerte, ¿qué argumento das?

Es irreversible, inhumano y, sobre todo, el motivo principal es que no sirve para nada. Al familiar de la víctima de un crimen, la ejecución del asesino no le va a aliviar la pena. Eso lo comprendí cuando murió mi padre atropellado. Durante muchas noches imaginaba que se aplicara el peor castigo al responsable del accidente… pero no sirve.

¿Tampoco sirve para ejemplificar y evitar que se cometan delitos?

No, para nada. Alguno de los compañeros que tuve en el corredor me contó que antes ya había sido condenado por robar bancos y que cuando vas a robar no piensas en que te podrían pillar, lo único que piensas es en qué vas a gastar el dinero. Es así, los que cometen un delito no piensan en las consecuencias, solo en el momento. Es la realidad de los compañeros de la cárcel, ninguno se lo habría pensado dos veces solo porque les pudieran pillar y condenar. La pena de muerte no sirve para nada. 

Joaquín José Martínez logró su libertad el 7 de junio de 2001. Salió con 29 años de la cárcel de Orient Road en Florida sonriente, emocionado y hasta incrédulo, tras pasar más de cinco años en prisión, tres y medio en el corredor de la muerte. Su exmujer le acusó de un doble homicidio, le declararon culpable y sentenciaron a muerte en 1997. La suya es una historia con final feliz y es consciente de ello. Desde entonces lucha con el convencimiento de un converso -antes de ser encarcelado defendía la pena capital- y con todas sus energías para que nadie tenga que volver a pasar por el sufrimiento que él vivió.