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Las nueve señales ocultas del envejecimiento
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DEFINIDAS POR UN ESTUDIO ESPAÑOL PUBLICADO EN ‘CELL’

Las nueve señales ocultas del envejecimiento

Hace tres décadas descubrimos que vivir el doble de tiempo, con buena salud, dependía en algunas especies sólo de unos pocos genes. Cuando esto se descubrió, gracias

Foto: Las nueve señales ocultas del envejecimiento
Las nueve señales ocultas del envejecimiento

Hace tres décadas descubrimos que vivir el doble de tiempo, con buena salud, dependía en algunas especies sólo de unos pocos genes. Cuando esto se descubrió, gracias al estudio en gusanos, comenzó una era dorada de la ciencia del envejecimiento que ha proporcionado muchos resultados, pero también mucha confusión.

Un equipo liderado por investigadores españoles ha revisado los estudios sobre envejecimiento con vocación de ordenar tan complejo campo de estudio y servir de marco a futuras investigaciones. Su trabajo, The Hallmarks of Aging (“los hitos del envejecimiento”), que acaba de publicarse en la prestigiosa revista Cell, define por primera vez todos los indicadores moleculares del envejecimiento de los mamíferos.

La investigación en el campo de envejecimiento tienen como objetivo aumentar el número de años que vivimos sin desarrollar enfermedadesDos de los autores del estudio, María Blasco y Manuel Serrano, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) han atendido a El Confidencial para explicar en qué punto se encuentran las investigaciones sobre el envejecimiento. En su opinión, hay que tener claro que el objetivo de este campo de estudio no es encontrar el elixir de la eterna juventud, sino lograr que nuestra vejez sea más saludable: “Hoy en día, la investigación en el campo del envejecimiento tiene como objetivo precisamente aumentar el número de años que vivimos sin desarrollar enfermedades, es lo que se denomina en inglés health span. Al retrasar la aparición de las causas primarias del envejecimiento también retrasamos la aparición de las patologías asociadas al mismo. De esta manera se conseguiría vivir más años sin enfermedad”.

Este aspecto, explica Serrano, elimina la “frivolidad” con que a menudo se aborda la investigación del envejecimiento: “No se trata de no tener arrugas ni de vivir cien años a cualquier coste, sino de prolongar la vida sin enfermedad”. En el estudio, los investigadores desvelan su objetivo último: contribuir a “identificar dianas farmacológicas que mejoren la salud humana durante el envejecimiento”.

Un manual decisivo

Los autores de este nuevo estudio se han inspirado en un trabajo clásico publicado también en Cell en 2000, The Hallmarks of Cancer, que marcó un antes y un después en la investigación de esta enfermedad. Blasco, Serrano y Linda Partridge, del Instituto Max Planck para la Biología del Envejecimiento, propusieron a Cell hacer con el envejecimiento el mismo esfuerzo de revisión de estado del conocimiento y de estructuración hecho en su día con el cáncer.

Se han formulado más teorías que las que podrían elaborarse gracias a las evidencias experimentalesNo en vano los investigadores afirman en el estudio que “la situación actual de la investigación en envejecimiento se parece mucho a la del cáncer en décadas pasadas”. Los autores constatan que se han formulado más teorías que las que podrían elaborarse gracias a las evidencias experimentales. Por ello, los investigadores han tratado de separar el grano de la paja, centrándose exclusivamente en las evidencias moleculares y genéticas que están detrás del envejecimiento.

La relación de este trabajo con el cáncer va más allá de un paralelismo formal. Uno de los resultados de The Hallmarks of Aging es que entendiendo y combatiendo el envejecimiento se lucha también contra el cáncer y el resto de enfermedades relacionadas con la senectud, que son las que mayor incidencia tienen en el mundo desarrollado. La relación es clara: el envejecimiento resulta de la acumulación de daño en el ADN a lo largo de la vida, y ese proceso origina también enfermedades como el cáncer, la diabetes o el alzéhimer. En definitiva, tal como explica Blanco, “el envejecimiento es la causa de las enfermedades que ocurren cuando nos hacemos mayores”. El cáncer y el envejecimiento no son más que “dos manifestaciones diferentes del mismo proceso subyacente”.

LAS NUEVE SEÑALES DEL ENVEJECIMIENTO

El trabajo define los nueve indicadores moleculares del envejecimiento, ordenándolos en tres categorías. La jerarquía es importante, porque el efecto que se consigue actuando sobre un tipo de proceso u otro es diferente. Incidiendo sobre un único mecanismo, si es de los primarios, es posible retrasar el envejecimiento de muchos organismos y tejidos.

Daños primarios

Son los causantes primarios del envejecimiento.

  • Inestabilidad genómica. Se refiere a los defectos que se van acumulando en los genes con el tiempo, por causas intrínsecas o extrínsecas. Es el daño directo a nuestro ADN.
  • Acortamiento de los telómeros. Aunque es una consecuencia directa de la inestabilidad genómica, el acortamiento de los capuchones que protegen los extremos de los cromosomas es tan importante que se ha destacado como hallmark independiente. Tal como explican Blasco y Serrano, el acortamiento no es uniforme en todos los individuos: “Se han descrito determinados hábitos de vida que hacen que los telómeros se erosionen a una velocidad más alta de lo normal, mientras que otros hábitos de vida son positivos”.
  • Alteraciones epigenéticas. Son daños a las proteínas que se unen al ADN que resultan de la experiencia vital y la exposición al ambiente. En los cambios epigenéticos tienen gran influencia los hábitos de vida, que parecen ser más importantes de lo que pensábamos. Según explican los investigadores, la longevidad normal, hasta los 80 años aproximadamente, tiene un componente genético modesto (se estima en el 25% basado en estudios de longevidad de gemelos separados). La longevidad extrema, hasta los 100 años, tiene un componente genético mayor.
  • Pérdida de la proteostasis. Tiene que ver con la no eliminación de proteínas defectuosas que, al acumularse, causan patologías asociadas al envejecimiento. En el alzhéimer, por ejemplo, las neuronas mueren porque se forman placas de una proteína que debía haberse eliminado.

Daños secundarios

Son respuestas del organismo a las causas desencadenantes del envejecimiento que tratan de corregir sus daños pero que, si se cronifican o exacerban, también se vuelven dañinas.

  • Senescencia celular. Induce a la célula a dejar de dividirse cuando acumula muchos defectos. Haciendo esto previene el cáncer, pero si se da en exceso los tejidos envejecen.
  • Daño oxidativo. Se trata de un desequilibrio entre la producción de especies reactivas del oxígeno, entre otras los famosos radicales libres, y la capacidad de un sistema biológico de detoxificar rápidamente los reactivos intermedios o reparar el daño resultante. Se trata de un mecanismo que muy poca gente entiende, pero que es el fundamento de los populares alimentos antioxidantes, que han gozado de una tremenda publicidad. Los investigadores creen que no hay evidencia genética de que su uso retrase el envejecimiento.
  • Exceso de nutrientes. Son mecanismos metabólicos, todavía no confirmados en humanos pero sí en ratones, que hacen que se prolongue la vida debido a una restricción en la ingesta de calorías. Los investigadores creen, no obstante, que aunque sea cierto que la escasez de nutrientes pone en marcha estrategias protectoras, “con el tiempo y en exceso estas pueden ser patológicas”

Daños terciarios

El tercer grupo de indicadores emerge cuando los daños causados por los dos precedentes no pueden ser compensados.

  • Pérdida de células madre. Llega un momento en que las células madre de los tejidos se agotan y dejan de ejercer su función regeneradora.
  • Pérdida de señales positivas de comunicación entre tejidos. Se trata de la aparición de errores en la comunicación intercelular, que dan lugar, por ejemplo, a la inflamación, un proceso que cuando ocurre de forma crónica se asocia con el cáncer. 

Hace tres décadas descubrimos que vivir el doble de tiempo, con buena salud, dependía en algunas especies sólo de unos pocos genes. Cuando esto se descubrió, gracias al estudio en gusanos, comenzó una era dorada de la ciencia del envejecimiento que ha proporcionado muchos resultados, pero también mucha confusión.