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El mayor filántropo de España explica por qué la filantropía no gusta a los ricos españoles
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LA HISTORIA SECRETA DE DIEGO HIDALGO

El mayor filántropo de España explica por qué la filantropía no gusta a los ricos españoles

El 16 de noviembre de 1993, Diego Hidalgo (Madrid, 1942) publicó un artículo en el diario El País titulado La verdadera revolución industrial, donde alertaba de

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El mayor filántropo de España explica por qué la filantropía no gusta a los ricos españoles

El 16 de noviembre de 1993, Diego Hidalgo (Madrid, 1942) publicó un artículo en el diario El País titulado La verdadera revolución industrial, donde alertaba de los elevados sueldos que se estaban pagando en la España de la época, de nuestra  pérdida de competitividad, y de cómo nos estábamos quedando atrasados. El Rey, amigo de Hidalgo, leyó el texto, le dio una palmada en la espalda y le dijo algo similar a “ya que sabes tanto acerca de por qué las cosas van mal, a ver si eres capaz de decirnos cómo arreglarlas”. Hidalgo, regresó entonces a Harvard, institución en la que se había graduado 30 años antes, en un intento de encontrar esas respuestas. Allí trabó nuevas relaciones, trazó un intento de solución al encargo socarrón del monarca en El futuro de España, ensayo que publicó con éxito un par de años después en la editorial Taurus, y decidió poner en marcha nuevos proyectos, alejados de lo que había estado haciendo en el área filantrópica, donde estaba promoviendo iniciativas que pudieran cambiar las cosas desde abajo.

Hemos pasado de las economías centralmente planificadas a las deslocalizaciones, y eso ha generado ganadores y perdedoresEn el año 1975, Hidalgo recibió una herencia familiar, y decidió emplearla no en hacer más dinero, sino en generar riqueza para los demás. Puso en marcha la Fundación Frida (Fundación para la Investigación y la Inversión para el Desarrollo de África) no sin antes analizar exhaustivamente dónde sería más útil invertir esos recursos. En el contexto de la guerra fría, “de bloques, de dictaduras y de grandes tensiones políticas, la mejor tarea que podía realizarse era paliar la pobreza y la desigualdad.  Yo había viajado por India, donde había una cantidad enorme de pobres, y también conocía Brasil, cuya desigualdad era brutal. Un empleado formado que iba de Sao Paulo a Fortaleza a trabajar una hora a la semana ganaba más que 40 obreros que trabajaban más de 60 horas a la semana”. Sin embargo, y a pesar de las necesidades, entendió que en esos países la acción filantrópica no era factible, ya que iba a generar problemas con los gobiernos y decidió centrarse en la parte de África que carecía de recursos naturales y de reservas petrolíferas, “y más cuando varios países de esa zona tenían buenas perspectivas de desarrollo”.

Entonces Jefe de la División del África Subsahariana en la institución financiera de Naciones Unidas, Hidalgo ideó una fundación que invertiría en los 15 países más pobres a través de 50 proyectos y que se financiaría a través de la venta de esos productos en tiendas de Londres y París, una iniciativa predecesora del actual comercio justo.

Según Hidalgo, una de las claves que le decidió a financiar los proyectos en África fue su enorme posibilidad de desarrollo, que entendía real y sustancial. En aquel momento, se pensaba que el futuro iba a traer mejoras en el nivel de vida general, y por tanto, mediante una adecuada inversión, se podía contribuir de una manera sustancial a que la vida en esos países fuera menos provisional. Sin embargo, varias décadas después, ha ocurrido lo contrario de lo esperado. El mundo ha girado en sentido contrario, y “si en los setenta la renta media de un europeo era once veces mayor que la de un africano, hoy es 45 veces más”.

Un nuevo panorama, peor de lo que pensábamos

Tal incremento de las disparidades proviene de la feroz competencia provocada por la globalización, asegura Hidalgo. “Hemos pasado de las economías centralmente planificadas a las deslocalizaciones, y eso ha generado ganadores y perdedores. Hay mucha más desigualdad entre países, pero también dentro de los mismos países”. Y ese telón de fondo ha favorecido, además, que surgieran nuevos problemas, como el terrorismo internacional (y su combate sin tener en cuenta los derechos humanos), la proliferación de armas nucleares, el auge del crimen organizado, los problemas medioambientales o las pandemias, entre otros.

Cambios sustanciales que también provocaron que Diego Hidalgo se replantease el sentido de su acción filantrópica. Dado que es accionista de PRISA (y consejero del grupo desde 1982) la salida a bolsa de la compañía le reportó un importante capital que decidió reinvertir en bienestar social.

En esta ocasión siguiendo el camino contrario, esto es, tratando de influir de arriba abajo en la sociedad. Hasta entonces, había puesto en marcha iniciativas como CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), apoyó económicamente, en tanto miembro, al Comité español de Colegios del Mundo Unidos, iniciativa que trata de educar en la diversidad a jóvenes de los países más dispares, y creó la CAFFO (Conferencia Anual Francisco Fernández Ordóñez), entre otras acciones.

La ausencia de deducciones fiscales paralizan la filantropíaPero con la entrada de dinero procedente de Prisa, fue un paso más allá, y puso en marcha FRIDE (Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior), cuyo acto de presentación fue una gran conferencia sobre transición y consolidación democráticas, que contó con el apoyo de Mijail Gorbachov y con el respaldo del entonces presidente del gobierno, José María Aznar, y del Rey, y que reunió a numerosos expertos y a 35 exjefes de Estado. La conferencia impulsó la creación del Club de Madrid, una organización de Jefes y exjefes de Estado y académicos para analizar y asesorar sobre transición y procesos de consolidación democrática. También impulsó vivamente el Centro Internacional de Toledo para la Paz, “que ha trabajado muy duro para conseguir la resolución del conflicto árabe-israelí, y que ha conseguido buenos resultados gracias entre otros a personas como Shlomo ben Ami, y que ha ayudado, entre otras acciones, a que Colombia y las FARC se hayan embarcado en un proceso múltiple y urgente de negociación”.

Una peligrosa dependencia del estado

Las experiencias filantrópicas impulsadas por Hidalgo son muy poco usuales en España y están muy alejadas, desde luego, de las habituales en el entorno anglosajón, algo que suele explicarse aduciendo factores culturales, ligados a la preeminencia del catolicismo en nuestras sociedades (en lugar del protestantismo) y a una mentalidad más colectiva y menos individualista. Para Hidalgo, hay causas evidentes, aducidas por todo el mundo, como es la ausencia de importantes deducciones fiscales que sí funcionan en EEUU. “Es llamativo que una empresario pudiese desgravar como gasto deducible (35%) una cena a base de langostas y una donación a una ONG o a una universidad sólo alcanzase el 10%”.

Cuando he tratado de embarcar en mis proyectos a gente, algunos respondieron bien, pero porque habían sido un poco ablandados por el ReyPero la causa más importante es la gigantesca dependencia del Estado en la que estamos inmersos. En España, con una población de 47 millones, apenas hay 13 millones de trabajadores en el sector privado, lo que contribuye a que pensamos que el Estado es el padre de todo. Y eso también se da en los sectores más acomodados, asegura Hidalgo. “Cuando he tratado de embarcar en mis grandes proyectos a gente con muchísimo dinero, algunos respondieron bien, pero no tanto como respuesta a un impulso personal, sino porque habían sido un poco ablandados por el Rey, quien remitió algunas cartas señalando que se trataban proyectos con interés nacional. Pero muchas personas, como Emilio Botín, cuando les hacía propuestas, que contestaban ‘pero eso es un proyecto para el Estado…’. Están anestesiados por esa noción de que el Estado es el responsable del bienestar de todo el mundo”.

El tercer elemento que explica la falta de acción filantrópica nace de la educación familiar. “Es cierto que mis padres tenían una historia especial, pero ello me inculcaron como deber el hecho de reintegrar los privilegios que se tienen y que, por alguna razón, es algo que no se da aquí. Se estila más la caridad y es verdad que contamos con organizaciones, tipo Cáritas, magníficas y muy valoradas, pero también lo es que desde que soy niño veo cómo la gente da la monedita al mendigo y así satisfacen sus conciencias, aun cuando tengan muchísimos recursos”. 

El 16 de noviembre de 1993, Diego Hidalgo (Madrid, 1942) publicó un artículo en el diario El País titulado La verdadera revolución industrial, donde alertaba de los elevados sueldos que se estaban pagando en la España de la época, de nuestra  pérdida de competitividad, y de cómo nos estábamos quedando atrasados. El Rey, amigo de Hidalgo, leyó el texto, le dio una palmada en la espalda y le dijo algo similar a “ya que sabes tanto acerca de por qué las cosas van mal, a ver si eres capaz de decirnos cómo arreglarlas”. Hidalgo, regresó entonces a Harvard, institución en la que se había graduado 30 años antes, en un intento de encontrar esas respuestas. Allí trabó nuevas relaciones, trazó un intento de solución al encargo socarrón del monarca en El futuro de España, ensayo que publicó con éxito un par de años después en la editorial Taurus, y decidió poner en marcha nuevos proyectos, alejados de lo que había estado haciendo en el área filantrópica, donde estaba promoviendo iniciativas que pudieran cambiar las cosas desde abajo.