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Qué crédulos somos: 10 clichés muy peligrosos sobre el amor
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LA VERDAD SOBRE LAS RELACIONES

Qué crédulos somos: 10 clichés muy peligrosos sobre el amor

Con muchas frecuencia, culpamos a los medios de comunicación de masas, a la educación (religiosa y social) que hemos recibido y a las películas de Disney

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Qué crédulos somos: 10 clichés muy peligrosos sobre el amor

Con muchas frecuencia, culpamos a los medios de comunicación de masas, a la educación (religiosa y social) que hemos recibido y a las películas de Disney de habernos implantado ideas sobre el amor falsas pero ampliamente compartidas que entorpecen nuestra vida amorosa. Aunque en muchas ocasiones se señala a la cultura cristiana y sus conceptos de pecado y culpa como el origen de gran parte de nuestros problemas, desde que el hombre es hombre se han desarrollado teorías y visiones míticas sobre el amor que aún siguen inscritas en nuestro ADN cultural.

Platón ya planteó en El banquete el llamado mito del Andrógino, que señalaba la existencia de un sexo andrógino cuyos miembros tenían ocho extremidades, dos caras y dos órganos sexuales. El mito cuenta cómo dichos seres fueron castigados por Zeus, que los partió por la mitad. Desde entonces, cada una de ambas mitades busca incansablemente la parte que le falta, la única capaz de completarle. Es un mito que ha dado lugar a muchas de las concepciones del amor que siguen vigentes en la sociedad occidental, como que estamos predestinados a encontrar la mitad que nos falta o que el ser humano no está completo hasta que no encuentra su otra mitad.

Diversos libros y estudios científicos han puesto de manifiesto la falsedad inherente en muchas de estas románticas concepciones. Es el caso de, por ejemplo, Couples: the Truth (Virago), de Kate Figes, en el que se sometían a juicio gran parte de las expectativas que todas las parejas tienen respecto a su relación, y que en muchos caso, son excesivas y por ello sólo conducen a la infidelidad. Es el caso, también, de The 7 Myths About Love: Actually! (John Hunt Publishing) de Mike George, Sex and the Soul of a Woman: the Reality of Love and Romance in an Age of Casual Sex (Zondervan) de Paula Rinehart o A General Theory of Love (Vintage), un compendio científico que reúne una gran cantidad de los últimos descubrimientos científicos sobre el amor. Pero, ¿cuáles son los mitos más consolidados y por lo tanto, más dañinos?

  • El amor lo puede todo. La visión romántica tradicional sitúa el amor por encima de cualquier otro sentimiento y asegura que este, si es verdadero, prevalecerá sorbe cualquier dificultad. Ello tiene dos consecuencias peligrosas. Por una parte, que descartemos las relaciones que no funcionan fácilmente porque pensamos que simplemente no estamos destinados a estar con esa persona. Por otra, el opuesto absoluto, que es aguantar con una pareja con la que ha resultado claro que no somos compatibles hasta que acabamos con nuestra salud mental y sentimental.
  • El amor significa no tener que decir nunca “lo siento”. Esta célebre sentencia que aparecía en Love Story (Arthur Hiller, 1970), es totalmente rechazada por Kate Figes, que señala que en muchas ocasiones, las parejas discuten y se comportan de la manera que no desearían, y que quizá, en esos casos, sea necesario admitir el error y pedir perdón. Consideramos equivocadamente que si nuestra pareja nos quiere aceptará cualquier cosa que venga de nosotros, incluso una falta de respeto. Pero ello no debe servir de excusa para comportarnos de manera desagradable.
  • Sólo te enamoras de verdad una vez. Una de las visiones más habituales sobre el amor es que vivimos una sucesión de relaciones insatisfactorias, que se parecen sospechosamente al amor pero que no lo son, hasta que nos topamos con la persona que realmente nos corresponde. Es decir, una revisión más del mito del Andrógino. Sin embargo, cada relación tiene sus peculiaridades, y es normal y comprensible que recordemos nuestras parejas pasadas de manera muy distinta a la que estamos viviendo en ese momento.
  • El amor a primera vista demuestra que hay personas destinadas para nosotros. Cuando conocemos a una persona que de repente nos impacta, ya sea por su belleza, simpatía o inteligencia, o una mezcla de todo ello, sentimos que efectivamente, la teoría del flechazo es cierta y hay personas con las que estamos condenados a entendernos. Sin embargo, los expertos han puesto de manifiesto la gran cantidad de condicionamientos psicológicos que influyen en un caso así y que determinan nuestra predilección por una pareja u otra. Por ejemplo, que una persona nos muestre simpatía, que nos recuerde a una pareja del pasado o simplemente que lleve una colonia que nos atraiga puede ser lo que marque la diferencia, y no el arco de Cupido.
  • Lo importante es airear tus sentimientos. Forma parte de la sabiduría popular sobre las relaciones de pareja que lo más importante para la estabilidad de la misma es que ambos miembros expresen en voz alta sus sentimientos y de esa manera se sepa lo que cada uno de los dos espera del otro. Sin embargo, una reciente investigación realizada por el americano Center on Everyday Lives of Families (CELF) señalaba que las parejas que menos se dirigen la palabra eran las que manifestaban una mayor felicidad. No siempre hay que decir todo en voz alta.
  • Las personas enamoradas no discuten. Los enfrentamientos dentro de la pareja sufren una mala fama que no merecen, ya que pueden ser mucho más útiles para nuestras relaciones de lo que pensamos. Sospechamos que si discutimos es porque no nos queremos o porque nuestra relación se está deteriorándose, pero en realidad, es una buena manera de establecer límites y evitar que ocurran acontecimientos semejantes en el futuro. Siempre y cuando se guarden las formas y no se rompan ciertos límites, una discusión a tiempo puede librarnos de muchas frustraciones.
  • El amor no se puede elegir. Sue Johnson, autora de Hold Me Tight: Seven Conversations for a Lifetime of Love (Little, Brown and Company) recuerda que, al contrario que lo que se piensa en la sociedad contemporánea, tenemos mucho más control sobre nuestros sentimientos amorosos que lo que pensamos. No somos barcos mecidos por la marea de nuestro corazón, sino que podemos influir en nuestros sentimientos y la salud de la relación actualizándolo cada día, a través de nuestro propio comportamiento individual. La única manera de reforzar los lazos amorosos es ser capaces de responder consecuentemente a las necesidades de nuestra pareja.
  • El sexo casual no implica ningún sentimiento. Uno de los tópicos más dañinos, en cuanto que conduce a esa peligrosa situación que es alternar con alguien que sabemos no nos conviene pero del que finalmente nos enamoramos. Hay quien ha afirmado, como la experta investigadora Helen Fisher, que “el sexo casual no existe”, ya que siempre se movilizan diversos sentimientos en cualquier acto sexual, por pequeños que puedan ser. La psicóloga explicaba que la mera estimulación genital activa la dopamina del cerebro, y el orgasmo hace lo propio con la oxitocina, lo que puede conducir a enamorarnos de esa persona. Aunque nos guste pensar que podemos controlar nuestros sentimientos, nuestro cuerpo piensa de manera muy diferente.
  • El verdadero amor no cambia con el tiempo. Absolutamente falso. Como diversos estudios han puesto de manifiesto, es imposible para el cuerpo (y la mente) humanas mantenerse tan enamorado como el primer día pasado cierto tiempo. Las relaciones evolucionan y si bien la pasión inicial puede no ser la misma, aparecen otras virtudes como la confianza, el respeto o la comprensión mutua, más relacionadas con la estabilidad vital y menos con los sentimientos al límite, que no quieren decir que la relación esté acabada, sino que ha entrado en una nueva fase.

Con muchas frecuencia, culpamos a los medios de comunicación de masas, a la educación (religiosa y social) que hemos recibido y a las películas de Disney de habernos implantado ideas sobre el amor falsas pero ampliamente compartidas que entorpecen nuestra vida amorosa. Aunque en muchas ocasiones se señala a la cultura cristiana y sus conceptos de pecado y culpa como el origen de gran parte de nuestros problemas, desde que el hombre es hombre se han desarrollado teorías y visiones míticas sobre el amor que aún siguen inscritas en nuestro ADN cultural.