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“Cariño, a mí no me engañas, sé bien lo que estás haciendo”
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AMOR Y PRIVACIDAD EN TIEMPOS DE LA RED

“Cariño, a mí no me engañas, sé bien lo que estás haciendo”

Un reciente cortometraje de “Rebúscame TV” alertaba sobre los riesgos que supone el WhatsApp para las relaciones de pareja. Una chica habla en tono amoroso a

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“Cariño, a mí no me engañas, sé bien lo que estás haciendo”

Un reciente cortometraje de “Rebúscame TV” alertaba sobre los riesgos que supone el WhatsApp para las relaciones de pareja. Una chica habla en tono amoroso a su novio sobre la romántica escapada de fin de semana que están planificando. Ella está entusiasmada, pero él parece frío y distraído… "Cariño, ¿qué te pasa?”. “Nada, nada”, responde élEs que ayer te envié un WhatsApp y no me respondiste. Ella argumenta que no lo vio, él dice que es imposible porque había los dos iconos verdes de recepción, ella replica que eso no significa que lo hubiera leído, él sube el tono con un taco y una frase del tipo de “Acepto que no me contestes pero no que me mientas”, a partir de ahí, la situación degenera. El chico sabe exactamente (hora y minuto) a qué hora envió el mensaje, cuánto tiempo después estuvo ella online, cómo han ido cambiando las palabras exactas en los últimos meses… La conversación, a partir de esa sobreabundancia de datos, llega un punto en el que el acuerdo es imposible: ella tendría que responder a miles de cuestiones para dejarle tranquilo.

Por muchos lugares de la cibercultura moderna llegan alertas sobre los cambios que se están produciendo en el modo de relacionarnos. Esteban Mateus Williamson –“Esteman”- ha logrado millones de reproducciones de su tema No te metas en mi Facebook y el escritor Julian Smith se hizo famoso gracias a su monólogo 25 Things I Hate About Facebook. Los psicólogos también están interesados en el impacto. B. J. Fogg, profesor de Psicología de la Universidad de Stanford y director de su Laboratorio de Tecnologías de la Persuasión es, según la revista Fortune, uno de los diez nuevos “gurús” del conocimiento. Él es uno de los que afirma que un instrumento capaz de aumentar su número de usuarios en un millón por semana tiene que tener un impacto no solo cuantitativo, sino también cualitativo.

La hipercomunicación y la hipervigilancia son los fenómenos que más impacto están teniendo en las relaciones amorosasObviamente, estos cambios se están notando de manera drástica en el mundo de la pareja, la relación que más nos afecta en la vida cotidiana. Aldous Huxley, el autor de Un mundo feliz, afirmaba que “el mundo lo cambian las tecnologías, no las ideologías”. Las relaciones amorosas son un ejemplo: los anticonceptivos y la extraordinaria difusión de la pornografía han influido tanto en nuestros nexos eróticos como cualquier teoría social. La hipercomunicación (podemos seguir todo, absolutamente todo lo que hace nuestra pareja por Facebook, Twitter, WhatsApp…) y la hipervigilancia que produce es ahora el fenómeno impactante y es importante estudiarlo.

Pero convendría evitar el dramatismo: es muy fácil fijarse únicamente en los cambios negativos, en aquellos que producen desasosiego porque no podemos manejar. El antropólogo Victor Turner acuñó el concepto de liminalidad para hablar de estas épocas de transición, esos momentos en que las formas de hacer las cosas a la vieja usanza han caducado pero todavía no se han establecido hábitos nuevos completamente generalizados. Según Turner, en esos momentos de cambio, la sociedad vive en una especie de estado de shock y no es fácil encontrar normas de comportamiento universales ante los nuevos retos que surgen. Eso aumenta la incertidumbre de los ciudadanos, pero también pone en juego y optimiza su capacidad individual de toma de decisiones. Por una parte, parece cierto que muchas relaciones están viviendo un estrés suplementario por causa de esta revolución, pero, por otra, vivimos un momento muy interesante en el que podemos reinventar la pareja, una institución que ha vivido pocos cambios profundos a lo largo de la historia y que quizás convenga cambiar.

La pérdida de la privacidad

Uno de los factores que estamos reconsiderando es el concepto de intimidad. Hasta ahora, se hablaba poco de la necesidad de privacidad en la pareja. Por ejemplo, el psicólogo Robert Sternberg usa esta palabra cuando habla de los tres factores que sostienen las relaciones amorosas, Pasión, Compromiso e Intimidad. Pero cuando él utiliza esta última palabra se refiere únicamente a la que une a las dos personas: comunicación entre ellos, capacidad para estar solos los dos, temas y lenguaje común, complicidad… No introduce los secretos que no se comparten con la pareja, las cuestiones que forman parte del pasado y de la identidad personal y que preferimos no compartir, los hechos que no contamos porque harían un daño innecesario…Cuanto más tiempo pasan los miembros de la pareja en la red más paranoicos se vuelven respecto a lo que hace el otro

Hasta finales del siglo XX esos temas han estado ahí pero no se mencionaban abiertamente. Era lo que antropólogos como Marvin Harris denominan dimensiones culturales ETIC: son cuestiones que no se comentaban abiertamente cuando se preguntaba a las personas sobre lo que está bien visto, pero que se entendía que todo el mundo manejaba ocultamente sin problemas. Las cifras demostraban que la privacidad personal en pareja se mantenía aunque en teoría (desde un punto de vista EMIC) no existía.

Pero la hipervigilancia que permiten los nuevos medios dificulta ese manejo discreto y eso está produciendo problemas en los últimos años. Un estudio de la Universidad Guelph de Ontario, Canadá, reveló por ejemplo que el uso de Facebook ha producido un aumento de los problemas de celos. Esta red social nos permite seguir todas las relaciones de nuestra pareja: sabemos si siguen hablándose con sus ex, cómo es aquel amigo con el que se supone que nunca ha habido nada y en qué fotos (incluso anteriores al inicio de nuestro romance) está etiquetada. Y a partir de ahí viene lo peor: las especulaciones.

Un ejemplo de la falta de normas claras en momentos de “liminalidad”: ¿Debemos mantener o no a nuestras antiguas parejas como contactos en el Facebook? En ese estudio canadiense se encontró que el 75% de los encuestados (gente joven, en torno a los veinte años) lo hacía. Pero la investigación también reflejaba que esto correlacionaba con el incremento de celos en pareja. De hecho, cuanto más tiempo pasaban los miembros de la pareja en la red más paranoicos se volvían con respecto a lo que pudiera estar haciendo el otro. Definitivamente, hay algo en este terreno que todavía no tenemos resuelto.

¿Eres introvertido o extravertido?

Quizás el concepto de “Introversión/Extraversión” como factor de personalidad podría ayudar a encontrar normas de comportamiento en este terreno. Como nos recuerda la psicóloga Susan Cain, autora de numerosos estudios sobre este tema, los introvertidos tienden a ser más reservados, a necesitar más los momentos de soledad y a seleccionar mucho qué cuentan y a quién se lo cuentan. Los extravertidos, por el contrario, tienen mucha más tendencia a abrirse. Se trata de rasgos vitales, formas de ser: las dos tienen aspectos positivos y negativos y entenderlo es importante a la hora de manejar la intimidad en pareja.Leer conversaciones de una pareja extravertida con otra persona puede incrementar fácilmente la sensación de celos

Para los introvertidos es esencial, por ejemplo, sentir que sus espacios de privacidad quedan salvaguardados. La violación de la intimidad (una pareja que lee los mensajes del móvil o que averigua accidentalmente la contraseña y aprovecha para leer el correo) es una falta de respeto grave. También suelen tender a compartimentar las relaciones: ciertas cuestiones solo se las cuentan a determinado amigo concreto y eso no significa falta de confianza en la pareja. Les gusta separar ambientes: el mundo laboral, el mundo personal y el mundo de pareja tienen que estar en diferentes sitios.

Por el contrario, los extravertidos prefieren que se les conozca. Participan abiertamente en redes sociales expresándose libremente, sin restricciones de ningún tipo (por ejemplo, es más habitual que pongan su estado de pareja en Facebook) Y acaban montando una identidad virtual franca a partir de la total espontaneidad y la estimulación continua: son expertos en hablar con muchas personas a la vez y extraer, de cada uno, lo mejor.

Cómo tomar las debidas precauciones

Esos son los puntos fuertes que las pautas de pareja deberían intentar optimizar. Pero también las precauciones que se deben tomar son diferentes en función de esta característica de personalidad. Los riesgos de los introvertidos son la obsesión por el mantenimiento de la intimidad (que les puede llevar a dar una imagen de secretismo al otro) y la tentación de la impostura: el anonimato que permite internet les puede llevar a crearse identidades virtuales demasiado alejadas de la realidad que generan sensación de desconfianza en pareja. Los problemas de los extravertidos tienen que ver con que su tendencia a comunicar pueda resultar excesiva a la pareja: generan enfado porque cuentan todo, incluso cosas que el otro no quiere difundir. En el tema de los celos, a veces esa exteriorización continua lleva a ciclos que se alimentan a sí mismos: algo que empieza siendo poco importante, puede acabar llevando un problema serio si se agranda en conversaciones continuas en internet. Leer conversaciones de una pareja extravertida con otra persona puede incrementar fácilmente la sensación de celos.

Sólo el 38% de los británicos rompieron su última relación cara a caraLas diferencias entre introvertidos y extravertidos es un ejemplo de factores que debemos tener en cuenta a la hora de encontrar nuevas formas de protocolo en pareja adaptadas a nuestro cibermundo. Surgen también asuntos como la dificultad que produce definir rápidamente la relación (esa larga distancia entre “Es complicado” y “Casado” que da el Facebook) para los más reflexivos. También hay muchas cuestiones en torno a las diferentes formas de terminar una relación -según una encuesta del servicio de citas DateTheUk solamente el 38% de los encuestados rompió su última relación amorosa cara a cara: el resto lo hicieron vía digital- que a veces llegan al extremo de “me enteré por Internet que lo habíamos dejado”, otros ejemplos de lo complejo de estos nuestros rituales. O sobre si conocemos realmente a aquellos que conocemos por internet: desde los pioneros estudios de Alberoni, se sabe que la pasión surge más fácilmente a partir del desconocimiento y la indefinición. Como señalan investigadores como Helen Fisher (autora de ¿Por qué amamos?): “Los seres humanos no nos enamoramos de un individuo, sino más bien de la imagen que fabricamos de esa persona y de la imagen que esa persona tiene de nosotros”. Por eso, según esta psicóloga, cuanto más misterio existe en torno a la otra persona más fácil es que aparezcan sentimientos… y la red favorece mucho esta idealización fatua.

Lo que no debemos olvidar, en ningún momento, es que en estos momentos de cambio, nosotros seguimos llevando las riendas. Los agoreros, los que claman por ejemplo contra la falta de privacidad en las redes sociales, suelen olvidar que nosotros decidimos estar o no estar en ellas y qué nivel público queremos mantener. Lo característico del mundo moderno es la posibilidad de diversidad: podemos montar el modelo de pareja que más nos llene, algo que en otras épocas más encorsetadas resultaba imposible. La incertidumbre es el precio que pagamos por la libertad de elección, pero es preferible tener que pensar a no poder hacerlo porque solo hay un modelo a seguir.

Un reciente cortometraje de “Rebúscame TV” alertaba sobre los riesgos que supone el WhatsApp para las relaciones de pareja. Una chica habla en tono amoroso a su novio sobre la romántica escapada de fin de semana que están planificando. Ella está entusiasmada, pero él parece frío y distraído… "Cariño, ¿qué te pasa?”. “Nada, nada”, responde élEs que ayer te envié un WhatsApp y no me respondiste. Ella argumenta que no lo vio, él dice que es imposible porque había los dos iconos verdes de recepción, ella replica que eso no significa que lo hubiera leído, él sube el tono con un taco y una frase del tipo de “Acepto que no me contestes pero no que me mientas”, a partir de ahí, la situación degenera. El chico sabe exactamente (hora y minuto) a qué hora envió el mensaje, cuánto tiempo después estuvo ella online, cómo han ido cambiando las palabras exactas en los últimos meses… La conversación, a partir de esa sobreabundancia de datos, llega un punto en el que el acuerdo es imposible: ella tendría que responder a miles de cuestiones para dejarle tranquilo.