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El desafío de un registrador de la propiedad a lomos de una moto
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FÚTBOL PARA LIMPIAR EL MUNDO

El desafío de un registrador de la propiedad a lomos de una moto

José Antonio Miquel Silvestre (Denia, 1968), el registrador de la propiedad que hace cinco años se reconvirtió en viajero-explorador profesional, llegaba el pasado domingo con su

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El desafío de un registrador de la propiedad a lomos de una moto

José Antonio Miquel Silvestre (Denia, 1968), el registrador de la propiedad que hace cinco años se reconvirtió en viajero-explorador profesional, llegaba el pasado domingo con su moto hasta el mismo césped del Vicente Calderón. Con él, un último desafío: lograr que los astros del fútbol ayuden a limpiar el mundo. Nada menos que de 1.300 millones de toneladas de basura al año y que, según el último informe del Banco Mundial, suponen un reto superior al del cambio climático.

"Si estos personajes universales que son los primeros espadas de la Liga Española de Fútbol hicieran un gesto antes de cada partido, recogiendo papeles del suelo o mostrando que no está bien tirar la basura a la calle, su acción tendría consecuencias inmediatas sobre miles de millones de personas en la tierra, amenazadas por los efectos de toneladas de desperdicios acumulados a las puertas de sus casas -que el expedicionario ha documentado con su cámara-. ¡Que hagan rodar el balón por esta causa! España haría, sin duda, una gran aportación al planeta". Lanzado el guante, la primera en recogerlo ha sido la Fundación Atlético de Madrid, cuyos colores rojiblancos parten este fin de semana hacia Samarkanda abanderando por más de diez países la nueva gran aventura de Miquel.

Un moderno caballero andante en cuyo camino todo es sorpresa. Para empezar, cuando un tercio de los universitarios españoles aspira a ser funcionario, tenemos ante nosotros a un registrador de la propiedad, primero de su promoción, que hace un lustro pidió la excedencia para lejos del confort y la seguridad emprender cada día un viaje del cielo al infierno. "Realicé un esfuerzo enorme para sacar las oposiciones y una vez que conquisté ese futuro, porque ni soy un insensato ni iba a dar un disgusto a mis padres, decidí que mi vida iba a ser mejor, que no me hacía falta el dinero, ni el estatus, ni el privilegio, sino las experiencias". Había trabajado como registrador en Gijón cinco años -uno menos que el tiempo que estuvo opositando- y en ese empleo fue el primero en España en inscribir un puerto, el de El Musel. "Me inventé cómo hacerlo, quedé contento y cuando tuve suficiente experiencia en ese campo me dediqué a otra cosa".

Y en eso anda por el mundo, tras la estela de exploradores olvidados, náufragos de la Invencible y otros héroes de nuestra historia, y lo hace a lomos de una moto, "heredera directa del corcel, que me proporciona cercanía con la gente y con el paisaje; libertad total, porque no hay un autobús que te lleve a la tumba de Pedro Páez en Etiopía ni que cruce la frontera con Irak, y, sobre todo, emoción, porque el viaje en moto es un viaje épico, que exige mucho desgaste físico y psíquico".

Su primer lance fue superar miedos. "El 15 de abril de 2008, cuando me concedieron la excedencia, hice mi primer viaje largo y solo en moto. Fue a la Toscana. Iba lleno de temores, pero a medida que los superé, los retos se agrandaron, y de tener miedo por ir a Italia, pasé a cruzar Irak. Entre la belleza y la fealdad, del calor sofocante al frío polar, bajo la lluvia o el sol, y así durante muchos meses, se produce una transformación personal. He aprendido quién soy en realidad, dónde están mis límites y que el mundo no es ese lugar tan terrible que nos cuentan por la tele. Es cierto que muchas veces echo de menos una cama, una cerveza, tranquilidad y descanso. Todos los días me pregunto qué hago aquí, pero también es cierto que casi todos los días le doy gracias a Dios por lo que estoy viviendo".  

Recorridos tres continentes, Sudamérica y Oceanía aún le aguardan. Siempre solo, confiesa que viajar sin compañía tiene la ventaja de la libertad absoluta, pero por contra la tiranía del yo "porque únicamente escuchas a tu cerebro, nadie te contradice y llegas a convencerte de que siempre tienes razón. He asumido ese riesgo y ya no soy una persona muy normal, convertido en un pequeño tiranuelo, que no sabe transigir, y eso es insoportable para el resto de las personas. Sin embargo, encontrarte solo y saber superar las dificultades también es muy gratificante".   

Bajó al infierno cuando en Mauritania se quedó sin gasolina a unos 300 km de la frontera con el Sahara en las fechas en que había tres españoles secuestrados. "Pasé mucho miedo porque todo el mundo sabía que mi cabeza valía 5 millones de dólares. La gente estaba al corriente de las negociaciones entre el Gobierno español y los secuestradores, y esas cifras pueden obnubilar muchas mentes. Tenía la convicción de que no me pasaría nada en Mauritania si mi moto no se detenía, porque vas más rápido de lo que piensan los malos, pero me quedé tirado... Y me di cuenta de que los que estaban allí estaban pensando demasiado".

Pero también se pasea por el cielo. "Con esa alegría que me ha embargado tantas veces... De emocionarme hasta el llanto... Por los gestos de la gente hacia mi o sintiendo que piso por la historia a través del Sinai o en medio de la estepa de Uzbequistán, yo solo, y entonces tener que sentarme porque estaba sufriendo el síndrome de Stendhal... quién soy yo, estoy aquí..." 

Extranjero en ninguna parte, porque "me ha costado llegar hasta cualquier sitio más que a ninguno de sus habitantes; me siento huésped porque he conquistado esas ciudades metro a metro", dice. Su batalla, más allá de las fronteras, está en la conquista de la subsistencia económica para no parar nunca. Libros, artículos, patrocinios, conferencias... "Y siempre contando que la frontera más difícil de cruzar es la mental, entre el sí y el no por miedo o por su ausencia. Dos riesgos fatales. Pero si yo pude conseguirlo siendo un oficinista sin especial cualificación, cualquiera con coraje y determinación puede lograrlo".

Como Dionisio Alcalá Galiano, su último impacto. "Sabía de exploradores como Malaspina en la costa oeste de Canadá, pero una vez en la Isla Galiano quise saber más de ese marino español, militar y sobre todo científico, que investigó las islas del Golfo y fue el primero que circunnavegó el estrecho de Vancouver. Lo sorprendente de este hombre ilustrado, representante de la España que pudo haber sido y no fue, es que murió en la batalla de Trafalgar como un héroe al grito de ningún Galiano se rinde".

Tampoco Miquel Silvestre. Abanderando el frente contra la basura en el planeta, con los colores rojiblancos tatuados en su corcel de acero, este domingo emprende desde la madrileña Plaza de la Paja, donde nació Rui González de Clavijo, su nueva aventura por Asia central y menor. Seguirá las huellas del que fuera embajador de Enrique III usando como guía el libro Embajada a Tamorlán, que escribió el emisario real a su regreso a España en 1406, y que es pieza fundamental de la literatura medieval de viajes. La meta del registrador: la calle dedicada al español Clavijo en Samarkanda. Y como la cabeza vuela a la velocidad de la moto, luego, para 2014 prepara la búsqueda de exploradores a lo largo de la Panamericana. Y así, siempre en ruta; pero esa ya es otra historia.

José Antonio Miquel Silvestre (Denia, 1968), el registrador de la propiedad que hace cinco años se reconvirtió en viajero-explorador profesional, llegaba el pasado domingo con su moto hasta el mismo césped del Vicente Calderón. Con él, un último desafío: lograr que los astros del fútbol ayuden a limpiar el mundo. Nada menos que de 1.300 millones de toneladas de basura al año y que, según el último informe del Banco Mundial, suponen un reto superior al del cambio climático.