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Carlos Anzúlez, el otro ‘kamikaze’ que indultó Zapatero en 2011
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“A MÍ EL INDULTO SÓLO ME HA DADO PROBLEMAS”

Carlos Anzúlez, el otro ‘kamikaze’ que indultó Zapatero en 2011

"Lamento profundamente que hubiera víctimas. Por mucho que se diga, sí tengo sentimientos hacia la familia del hombre que falleció. Otra cosa es que no acepte

Foto: Carlos Anzúlez, el otro ‘kamikaze’ que indultó Zapatero en 2011
Carlos Anzúlez, el otro ‘kamikaze’ que indultó Zapatero en 2011

"Lamento profundamente que hubiera víctimas. Por mucho que se diga, sí tengo sentimientos hacia la familia del hombre que falleció. Otra cosa es que no acepte mi plena voluntariedad en que eso ocurriera". El hombre que habla, con evidente incomodidad, se llama Carlos Anzúlez. La madrugada del 8 de marzo de 1997, condujo unos 36 kilómetros cerca de Valladolid en dirección contraria, perseguido por la Guardia Civil, y chocó contra otro coche. Murió su conductor, Manuel, resultaron heridos sus tres acompañantes y, como Anzúlez se encarga de recordar, él mismo sufrió heridas graves. Fue condenado a 12 años, seis meses y un día de prisión. Sin embargo, el 16 de septiembre de 2011, el entonces Ministro de Justicia, Francisco Caamaño, firmaba su indulto.

Cámbiese su nombre por el de Alberto Ruiz-Gallardón. El del homicida, por el de Ramón Jorge Ríos Salgado, y el de la víctima mortal, por el de José Alfredo Dolz. Cámbiese la fecha de los hechos, al 1 de diciembre de 2003, el lugar, a Valencia, y la cuantía de la pena, a 13 años de prisión. Cámbiense estos dolorosísimos detalles, y el caso de Anzúlez y el de Ríos Salgado parecerán sacados de un mismo guión.

Mucho se ha dicho esta semana sobre el indulto que Ruiz-Gallardón concedió el pasado 7 de diciembre a Ríos Salgado, un directivo de Opel que tiene como abogado al hermano del diputado Ignacio Astarloa en cuyo bufete, además, trabaja un hijo del ministro. Suficientes "coincidencias", como las califica Loreto Dolz, la hermana de la víctima, como para que no saltara la alarma cuando se conoció su indulto. A ellas se suma que Ríos Salgado sólo ha estado 10 meses en prisión. "Se han pasado de la raya. Hay otros casos, como el de Anzúlez, que claman al cielo, pero este además ha sido tramitado con una celeridad enorme". Muchas otras voces han expresado su rechazo, su sorpresa o sus reparos ("tendremos que estar atentos a estas cuestiones", ha dicho el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz) ante esta medida.

El Partido Socialista ha pedido explicaciones sobre este último caso olvidando, quizá, que su Gobierno indultó en 2011 a este otro kamikaze: "Desde hace tiempo, hay una norma no escrita por la que en materia de seguridad vial no se conceden indultos. Si no hay eximentes, es injustificable dárselo a un kamikaze. No conozco el caso de Anzúlez, pero si se dan las mismas circunstancias, es igual de detestable. Estoy seguro de que mi grupo coincide en eso", señala Carles Corcuera, portavoz socialista de Seguridad Vial en el Congreso. El Gobierno de Rajoy ha concedido seis indultos a personas condenadas por delitos de seguridad vial, mientras que en la legislatura anterior se otorgaron 4.

La familia de José Alfredo Dolz ha convocado manifestaciones y ha interpuesto un recurso ante el Supremo. Pide su revocación, algo que nunca se ha llevado a cabo: "Si la propia Soraya Sáenz de Santamaría ha dicho que pueden no haber acertado, es decir, que se han equivocado, que rectifiquen. ¿Se han equivocado y no van a hacer nada?", sostiene indignada su hermana. "Vamos a manifestarnos, a recoger firmas; lo que haga falta. Yo no me voy a callar. Porque el homicida está en su casa, como si no hubiera pasado nada, pero mi hermano no está". 

Tampoco está ya Manuel, la víctima de este otro kamikaze, Carlos Anzúlez. Murió tras el accidente, a los 50 años. Sus hijos, sin embargo, prefieren callar. Una fuente cercana a la familia lo explica: "Esto te revuelve el estómago. Ves que se ha dado otro caso, ¿y por qué? ¿Por qué se indulta a ciertas personas, porque tienen dinero? Cuando tú eres un trabajador, que tienes tu vida, y de la noche a la mañana te la quitan... y tú no tienes derecho. Es muy duro, y los hijos de Manuel no quieren hablar de ello. No solucionaría nada. El daño ya está hecho".

Anzúlez, el responsable de que Manuel no esté, intenta rehacer la suya. Tiene 41 años, y se dedica a las ventas y a la consultoría de márketing. Conduce: "Aunque parezca increíble, nunca me fue retirado el carné", explica. Fuma. Se muestra extremadamente educado, pero no oculta su irritación por el hecho de que su pasado vuelva a salir a la luz. Cuida mucho sus palabras: "No comparto la calificación penal de los hechos, pero acato la sentencia. Los hechos no se pueden negar, pero siempre he mantenido que no tengo recuerdos de esa noche. Y eso, según las pruebas que me hicieron peritos de la facultad de Valladolid, se explica porque tenía un foco epiléptico".

Nunca, sin embargo, ha tenido otro ataque de epilepsia como el que, según su defensa, le llevó en 1997 a conducir en sentido contrario. Tampoco Ramón Jorge Ríos, a pesar de que su letrado invocó, precisamente, esa misma causa para explicar su conducta el 1 de diciembre de 2003. En ambos casos los tribunales de justicia desestimaron que esta enfermedad pudiera servir de eximente. Según la sentencia de la Audiencia Provincial de Valladolid, Anzúlez tomó fármacos (un aspecto que él niega ahora) y alcohol en varios bares de la ciudad castellano leonesa. Cogió el coche y, a las 4.45 de la madrugada, se encontraba ya en la autovía N-620 conduciendo en sentido contrario. Un coche de la Guardia Civil lo persiguió, alertándole con luces y megafonía. Él miró a los agentes, encendió y apagó varias veces la luz interior de su Lada Samara, y siguió su marcha suicida. La Guardia Civil improvisó una barrera con otro coche y un camión, pero no consiguió detenerlo. Se pasó al otro carril, volvió a encarar el sentido contrario y chocó con el Ford Orión de Manuel, que salió despedido contra otro camión que lo arrastró, a él y a sus tres acompañantes, 50 metros.

No me solucionó nada. Sólo me ha dado problemas, por la repercusión. No quiero decir que no me haya venido bien, de alguna manera, era dar todo esto por finalizado, pero cuando me lo notificaron estaba ya en libertad condicional

Anzúlez sufría, según señaló su defensa, "un estado crepuscular epiléptico" que le permitía conducir de forma automática, pero bajo "un estrechamiento del campo de la conciencia". Para la familia de Manuel, la explicación era otra: participaba en una apuesta. Ni una ni otra fueron reconocidas en la sentencia que lo condenó por conducción temeraria, homicidio y lesiones. Él insiste: "Lo último que recuerdo de esa noche es subir las escaleras del Cabana [el último de los bares que pisó antes de coger el coche]. La siguiente imagen que tengo es despertar en la UCI con el doctor. No participaba en una carrera".

Algunos meses después de que el Supremo resolviese sobre su recurso, en diciembre de 2002, Anzúlez entró en prisión. Llevaba más de dos tercios de condena cumplida cuando, en 2011, Francisco Caamaño (que no ha respondido las llamadas de este medio para comentar aquella decisión) firmó el indulto: "No me solucionó nada. Sólo me ha dado problemas, por la repercusión. No quiero decir que no me haya venido bien, de alguna manera, era dartodo esto por finalizado, pero cuando me lo notificaron estaba ya en libertad condicional. Lo único que tenía que hacer era presentarme en el centro de inserción social cada dos meses a echar una firma y contar cómo me iba la vida". No era la primera vez que lo pedía ("no pierdes nada", dice), y en su caso hay quien ha sugerido que también pudo haber ciertas influencias: "Conocía a alguien que tenía contactos en Madrid. Quizá movería algunos hilos, puede ser. Yo lo defendí en la Audiencia, pero luego no acabamos muy allá. Lo que sí puedo asegurar es que yo he pedido indultos por otros temas, en casos sangrantes, y no me han hecho ni puñetero caso", razona su primer abogado, el vallisoletano Fernando Nogués. Él responde: "Incluso llegaron a hablar de nepotismo de Zapatero. La gente dice que tuve influencias, y yo digo que no. Ahora parece que la carga probatoria la tiene que realizar el acusado".

El indulto a Ramón Jorge Ríos Salgado ha sido más rápido que el que se le concedió a Anzúlez. Él no ha cumplido ni un cuarto de su condena. Ha contado sólo con el informe favorable de instituciones penitenciarias, y el contrario, entre otros, de la fiscalía. "En líneas generales, las penas son para cumplirlas, sobre todo si nos ponemos del lado de las víctimas. Si hay buena conducta, al convicto se le puede cambiar de régimen penitenciario, sin llegar al indulto.En los últimos años ha habido un compromiso muy importante de la sociedad española en materia de seguridad vial, por eso esta medida no se entiende", subraya Ignacio Lijarcio, investigador del Instituto Universitario de Tráfico y Seguridad Vial (INTRAS), de la Universitat de València. Lijarcio distingue, entre los kamikazes, dos perfiles más comunes: los polidelincuentes, personas que han cometido otros delitos, como el robo, y huyen de las autoridades, y los antisociales, aquellos que van siempre contra la norma. Son desafiantes y buscan el placer, la excitación, el sentirse héroes.

"Lamento profundamente que hubiera víctimas. Por mucho que se diga, sí tengo sentimientos hacia la familia del hombre que falleció. Otra cosa es que no acepte mi plena voluntariedad en que eso ocurriera". El hombre que habla, con evidente incomodidad, se llama Carlos Anzúlez. La madrugada del 8 de marzo de 1997, condujo unos 36 kilómetros cerca de Valladolid en dirección contraria, perseguido por la Guardia Civil, y chocó contra otro coche. Murió su conductor, Manuel, resultaron heridos sus tres acompañantes y, como Anzúlez se encarga de recordar, él mismo sufrió heridas graves. Fue condenado a 12 años, seis meses y un día de prisión. Sin embargo, el 16 de septiembre de 2011, el entonces Ministro de Justicia, Francisco Caamaño, firmaba su indulto.