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Contra la igualdad: "es la jerarquía lo que nos hace mejores"
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LA FEA VERDAD ES QUE "EL NEPOTISMO ES BUENO"

Contra la igualdad: "es la jerarquía lo que nos hace mejores"

La igualdad parece ser uno de esos valores fuera de toda discusión en el mundo actual. Al fin y al cabo, fue una de las ideas

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Contra la igualdad: "es la jerarquía lo que nos hace mejores"

La igualdad parece ser uno de esos valores fuera de toda discusión en el mundo actual. Al fin y al cabo, fue una de las ideas que la Revolución Francesa, que dio lugar a nuestra sociedad moderna, defendió a capa y espada. Se trata uno de los tres conceptos que formaban parte del lema “libertad, igualdad, fraternidad” enarbolado por aquellos diputados de la asamblea que alumbró la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Sin embargo, cada vez más voces se alzan en contra no de la igualdad en sí, sino del uso que de ella se ha hecho y que, según ellos, ha derivado cada vez con más frecuencia en situaciones altamente perjudiciales para la población y, en concreto, para los niños que han sido educados durante las últimas décadas y que, cuando crecen, se topan con que el mundo es injusto de por sí.

Uno de estos detractores de la igualdad a toda costa es el profesor de filosofía en el Columbia College de Chicago Stephen T. Asma, que ha dedicado un libro entero al tema: Against Fairness (University of Chicago Press), publicado a comienzos de este mismo mes. La tesis que mantiene el célebre ensayista puede resultar polémica, pero asegura, es mucho más compartida de lo que cabría esperar: según él, el favoritismo y el trato preferente de unas personas sobre otras no tiene por qué ser discriminatorio, sino que puede ayudarnos a desarrollarnos, potenciando nuestros puntos fuertes y haciéndonos conscientes de nuestras debilidades. Sin embargo, asegura Asma, el sistema educativo implantado en la mayor parte de países occidentales está cada vez más interesado en la igualdad como valor máximo, adoptando una actitud condescendiente hacia los alumnos “por miedo a dañar su autoestima” y, de esa manera, “promoviendo el dogma de la igualdad”.

Su hijo le anunció que, aunque había quedado primero, todos habían ganado¿En qué se traduce eso? Como señalaba en un artículo publicado este fin de semana en The Sunday Times, en  que “se hayan eliminado las puntuaciones en los deportes y los juegos para que nadie gane o pierda”, en que “ya no se elija a los miembros de un equipo de fútbol por ser mejores o peores, sino por puro azar” o que las opiniones de los compañeros sean puestas en cuarentena. Es decir, se han eliminado todas las jerarquías con el objetivo de no dañar la autoestima de ningún alumno, aun a riesgo de que ello derive en la confusión de los más jóvenes.

Un vacío en la formación

¿Cuáles son las consecuencias de este estado de las cosas que Asma ha comprobado en su propio hijo, cuando después de ganar una carrera en su colegio, le señaló que, a pesar de haber quedado el primero, “todos habían ganado”? En primer lugar, indica el autor, que infravaloramos nuestros defectos, porque nadie nos ha dicho nunca de forma directa qué es en lo que somos menos válidos, de manera que las expectativas vitales de las nuevas generaciones son cada vez menos realistas. Lo cual funciona también en el sentido opuesto: ignoramos nuestras virtudes porque creemos que lo normal es que todo el mundo lo haga bien todo. Además, nos ayuda a resistir peor la frustración, algo que en opinión del autor, se ha acrecentado durante las últimas décadas. Como señala en su artículo publicado en The Chronicle, “los niños aprenden rápidamente a ocultar sus frustraciones egocéntricas bajo el lenguaje de la igualdad”.

Como no podría ser de otra forma, el filósofo recuerda que el problema no de los niños, que simplemente se encuentran “confundidos”, sino de los propios padres y educadores que han promovido que se entienda mal el concepto de “igualdad”. Este no debería significar tratar mal a los demás, sino afrontar de forma más realista las capacidades de cada cual. Para explicarlo, Asma recurre a una célebre cita del periodista del Times James Poniewozik, que decía que “el apoyo nos ayuda a llegar a las estrellas y el realismo nos impide que a mitad de nuestra vida decidamos ser astronautas”. Esa es otra de las ideas defendidas por el autor: que la crítica y, por ejemplo, no ser elegidos los primeros en un equipo de fútbol, nos ayuda a afinar nuestras elecciones vitales. “La fea verdad” es necesaria para tener perspectiva sobre nosotros mismos.

Ser sometido a crítica provocaría traumas y llantos en cualquier colegio occidentalLa educación occidental está equivocada según Asma, ¿pero cuál es la solución que propone? Para el profesor y divulgador, centrarnos en el sistema preescolar chino que, según él, aún no ha adoptado los vicios que asolan el occidental. Asma defiende que el sistema por el cual se saca al encerado a los niños con el objetivo de realizar una exposición oral para, acto seguido, señalar sus debilidades y errores, “terminaría en lágrimas y traumas en cualquier lugar del mundo, menos en China, donde la crítica colectiva es lo normal, incluso para los niños de cuatro años”. El escritor es un firme defensor del confucionismo, cuyos principios, indica, han sido esenciales para que la sociedad china “haga énfasis en el carácter y la virtud”, que se desarrollan “gracias a las injusticias que cometes con tu familia”. El amor, recuerda Asma, es el más injusto de los sentimientos, y todos lo perseguimos incansablemente.

El nepotismo es bueno

Asma apuesta firmemente por el nepotismo. Es esto lo que mueve todos los hilos de nuestra sociedad, y como tal, nos intentamos oponer a él, de manera en muchos casos contraproducente. En opinión del autor, lo que ocurre es que existe una confusión entre “nepotismo” y “corrupción”, que no sería más que la expresión más extrema de la primera. Efectivamente, la corrupción es siempre negativa, pero el nepotismo nos puede ser útil en algunos momentos de nuestras vidas, siempre y cuando lo utilicemos de forma moderada. ¿Quiere ello decir que debemos enchufar a nuestra familia y amigos aunque sus capacidades no los hagan merecedores del puesto? Astma señala que todos, tarde o temprano y a pesar de manifestarnos como firme defensores de la igualdad, hemos adoptado ese tipo de actitudes.

No nos definimos discriminando a los demás, sino seleccionando a los que sentimos cercanosAsma alude a las últimas investigaciones que se han hecho sobre el tema para recordarnos que mostrar una especial inclinación hacia aquellos que se nos parecen o forman parte de nuestro grupo de allegados es consustancial al ser humano, y que además, no tiene por qué ser algo negativo. En concreto, un experimento realizado por Melanie Killen, Heidi McGlothlin y Alexandra Henning con un grupo de niños puso de manifiesto que sentir una predilección determinada por una persona u otra no quiere decir que el resto sean discriminados, sino que simplemente se mantiene una actitud positiva hacia ciertas personas. El escritor defiende que se trata de algo esencial para todo mamífero en general, y para todo ser humano en particular: ha sido el establecimiento de este tipo de vínculos lo que ha permitido que existan las microcomunidades de apoyo, y también instituciones informales como el grupo de amigos o la familia, esenciales para el desarrollo de la cultura humana. Como señala Asma, no hay que hacer caso a lo que decía Hobbes (“el hombre es un lobo para el hombre”). Todo lo contrario: no nos definimos frente a los demás, como señalan muchas teorías sociológicas, sino por nuestros parecidos con los que nos rodean. Y por eso, identificar lo que tenemos en común con otras personas, y tratarlas en consecuencia, aunque no podamos hacerlo con todos por igual, es esencial.

La igualdad parece ser uno de esos valores fuera de toda discusión en el mundo actual. Al fin y al cabo, fue una de las ideas que la Revolución Francesa, que dio lugar a nuestra sociedad moderna, defendió a capa y espada. Se trata uno de los tres conceptos que formaban parte del lema “libertad, igualdad, fraternidad” enarbolado por aquellos diputados de la asamblea que alumbró la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Sin embargo, cada vez más voces se alzan en contra no de la igualdad en sí, sino del uso que de ella se ha hecho y que, según ellos, ha derivado cada vez con más frecuencia en situaciones altamente perjudiciales para la población y, en concreto, para los niños que han sido educados durante las últimas décadas y que, cuando crecen, se topan con que el mundo es injusto de por sí.