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“Hay cuatro personas que controlan todo y solo están interesadas en colocarse”
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A FONDO: CÓMO LOS PARTIDOS OPRIMEN A SUS JÓVENES

“Hay cuatro personas que controlan todo y solo están interesadas en colocarse”

“La política es mi vida”, afirma Pablo sin tapujos. “Desde que me levanto y enciendo la luz, hasta que me acuesto, sólo pienso en política. Para

“La política es mi vida”, afirma Pablo sin tapujos. “Desde que me levanto y enciendo la luz, hasta que me acuesto, sólo pienso en política. Para mí lo es todo”. Tiene 28 años y, si nos fijamos en los datos sociológicos, es un joven atípico. Según el último estudio del CIS al respecto, de 2009, poco más de dos de cada 100 jóvenes menores de 29 años milita activamente en una agrupación política. En su caso se trata del PSOE, pero comparte inquietudes con muchos otros “compañeros” –como él se refiere siempre a los militantes de otros partidos–. Su ambición, dice, es cambiar la sociedad, algo que en su opinión solo se puede hacer a través de las instituciones. Y es algo que aprendió de pequeño, cuando sus padres, también militantes del PSOE, le llevaban a pegar carteles de un señor llamado Felipe González.

Pablo reconoce que en su casa fue adoctrinado en la ideología del partido, pero en cuanto hablas con él te das cuenta de una cosa: su vocación es sincera. Realmente cree que la política puede tener un fin noble y que es necesaria para que la sociedad mejore. Su idealismo salta a la vista pero, aunque no lo admita abiertamente, también se puede ver su frustración. No es fácil hacer política. Y los jóvenes críticos, y Pablo lo es, no acaban de encajar en los partidos.

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En todo momento Pablo se muestra dispuesto a hablar sin tapujos de la situación de los jóvenes en su partido y me invita a visitar el local de su agrupación, en el barrio madrileño de San Blas, para conocer a otros militantes. Con la intención de darle color al asunto, le pido que contacte con compañeros de otros partidos, todos ellos vocales vecinos de la junta de distrito de Pablo –un cargo público designado por los partidos con una retribución de 570 euros mensuales­–, para que participen en nuestra conversación.

Acudieron a la cita Marta, una entusiasta estudiante de ciencias políticas de solo 21 años, militante de las Juventudes Comunistas, e Irene, de 22, estudiante de asesoría de imagen y compañera de Pablo en el PSOE y las Juventudes Socialistas. Sus compañeros de junta de Nuevas Generaciones (NNGG), la organización juvenil del PP, no respondieron a la invitación, y el joven de UPyD, que sí quiso acudir al encuentro, se echó atrás en el último momento. Su agrupación le informó de que no era la persona indicada para hablar con la prensa. Otros jóvenes con los que contacté rechazaron aparecer en el reportaje o pidieron permanecer en el anonimato. En un momento de tamaña desafección política, ¿qué hay de malo en que los pocos jóvenes que militan en los partidos expresen sus inquietudes a la prensa? ¿Qué pueden decir que preocupe tanto a las cúpulas de los partidos? 

En cuanto empecé a hablar con Pablo, Irene y Marta me di cuenta de que una conversación de este tipo jamás se podría tener con un político senior de sus formaciones. Al menos no con la inmensa mayoría. Las palabras fluyen sin ninguna atadura ante la atenta mirada de Pablo Iglesias que, desde una vieja lámina que preside la sala, parece escuchar con atención lo que piensan sus jóvenes sucesores. Lo primero que sorprende, acostumbrados como estamos a la retórica impostada y tramposa de la mayoría de los líderes políticos, es que en su discurso no hay trampa ni cartón. Sus ojos se encienden en cada intervención. Les gusta mucho hablar de política, y no tienen miedo a criticar al aparato –algo que hacen en muchas de sus intervenciones–. Quizás no tengan nada que perder.

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O estás con nosotros o estás contra mí

El caso de Pablo e Irene es paradigmático y sirve para ilustrar la cruda realidad del funcionamiento de los partidos políticos. En junio presentaron una candidatura para el congreso de las Juventudes Socialistas de Madrid (JSM) que, bajo el nombre de “Despierta JSM”, pretendía dar un aire renovado a la formación. Llevaban cinco años preparándola. Aunque era difícil lograr un cambio –“sabíamos que iba a haber alguien de los de siempre que iba a ganar”, comenta Irene–, en la recta final lograron convencer a numerosos militantes. Parecía que el esfuerzo había merecido la pena, iban a lograrlo. Pero en el último momento, tal como explica Irene, cometieron un error de principiante: “Nosotros teníamos ya el congreso ganado. Sabíamos los delegados que teníamos. Pero fuimos tontos. Teníamos un candidato, pero no una ejecutiva. Cuando no formas una ejecutiva te la forma el otro. El otro le dice a los tuyos: ‘tú vas a ser secretario de tal, tú de tal, tú de lo otro’. Te los compran”.

“La política es mi vida”, afirma Pablo sin tapujos. “Desde que me levanto y enciendo la luz, hasta que me acuesto, sólo pienso en política. Para mí lo es todo”. Tiene 28 años y, si nos fijamos en los datos sociológicos, es un joven atípico. Según el último estudio del CIS al respecto, de 2009, poco más de dos de cada 100 jóvenes menores de 29 años milita activamente en una agrupación política. En su caso se trata del PSOE, pero comparte inquietudes con muchos otros “compañeros” –como él se refiere siempre a los militantes de otros partidos–. Su ambición, dice, es cambiar la sociedad, algo que en su opinión solo se puede hacer a través de las instituciones. Y es algo que aprendió de pequeño, cuando sus padres, también militantes del PSOE, le llevaban a pegar carteles de un señor llamado Felipe González.