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Las mujeres se convierten en jefas sólo cuando tienen que 'comerse un marrón'
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ESTÁN AL BORDE DEL 'ACANTILADO DE CRISTAL'

Las mujeres se convierten en jefas sólo cuando tienen que 'comerse un marrón'

A mediados de la pasada década, un nuevo concepto comenzó a utilizarse en el mundo de las ciencias sociales y el periodismo para referirse al nuevo

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Las mujeres se convierten en jefas sólo cuando tienen que 'comerse un marrón'

A mediados de la pasada década, un nuevo concepto comenzó a utilizarse en el mundo de las ciencias sociales y el periodismo para referirse al nuevo papel que las mujeres estaban jugando en el mundo empresarial. Si hasta entonces la idea más utilizada había sido la del techo de cristal, que hacía referencia a aquello que impedía a las mujeres ocupar los puestos de más responsabilidad dentro de una compañía, a partir de 2004 comenzó a utilizarse el concepto de acantilado de cristal, que acuñado por los profesores Michelle Ryan y Alex Haslam de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido, se refiere a aquellas experiencias que viven las mujeres que han conseguido romper dicho techo y que son, en términos generales, muy diferentes a la de sus contrapartidas masculinas. En muchos casos, peores.

Una de las consecuencias de esta nueva situación es que, tal como han identificado diversos estudios, las mujeres suelen ser las elegidas por las compañías para afrontar las situaciones de crisis; es decir, cuando todo parece que va a ir mal y, por lo tanto, existe un riesgo mucho mayor de convertirse en cabezas de turco en caso de que haya que sacrificar algún responsable. Haslam y Ryan señalaban que, por ejemplo, el partido tory solía seleccionar a hombres para aquellas candidaturas donde tenían más posibilidades de ganar y a más mujeres en aquellas circunscripciones que se daban por perdidas de antemano. De lo cual se desprenden dos conclusiones opuestas: por un lado, que las mujeres están más capacitadas para desenvolverse en situaciones al límite que los hombres, debido a su “tacto y comprensión”. Por otro, que las mujeres son las que se ven obligadas a “comerse los marrones” de sus compañeros, lo que parece haber sido confirmado por un reciente estudio realizado en la Universidad de Groningen, en Holanda.

¿Una decisión buscada?

El estudio que se acaba de publicar en la revista científica Psychological Science ha intentado arrojar más luz sobre el asunto, al preguntarse si son las propias mujeres las que se proponen a sí mismas para afrontar dichos retos, o si por el contrario son las seleccionadas por los varones para ocupar su lugar en momentos delicados. Para ello, los responsables del estudio, Floor Rink y Janka Stoker diseñaron dos experimentos diferentes para analizar el comportamiento de las mujeres y que partían de la pregunta de “si de verdad las mujeres están más inclinadas a aceptar puestos precarios de liderazgo, aun a pesar de que ello pueda repercutir de manera negativa en sus carreras”.

A las mujeres les importan más los apoyos sociales, a los hombres, los recursos económicosEn el primer estudio diseñado, los investigadores pidieron a un grupo de hombres y mujeres de negocios que se imaginasen una importante firma que atravesaba un momento especialmente crítico y que, un buen día, les ofrecía un puesto de alta responsabilidad con el objetivo de “resolver su crisis”. Pues bien, al contrario de lo que hasta el momento se había considerado cierto, las mujeres se mostraban menos inclinadas que los hombres a aceptar este tipo de rol en la compañía una vez habían valorado los pros y las contras de la decisión, lo cual desmentiría la noción de que el sexo femenino esté más dispuesto a afrontar las situaciones de riesgo que sus compañeros. Sin embargo, las mujeres daban más importancia a la ausencia de apoyos sociales dentro de la empresa que los hombres, que encontraban más relevantes los recursos económicos.

Un estereotipo interiorizado

El segundo experimento se propuso averiguar de qué manera el estereotipo había sido interiorizado por los niveles más altos de las organizaciones empresariales, de forma que era más probable que en un momento de crisis se tienda de manera instintiva a seleccionar mujeres antes que hombres en cuanto que es lo que el estereotipo ha impulsado durante los últimos tiempos. Y descubrieron que, efectivamente, así es: se ha creado un círculo vicioso en el que las mujeres ocupan los puestos de más responsabilidad en malos momentos porque se considera que están más inclinadas a ello por sus características personales, cuando realmente no es así.

Las mujeres ocupan puestos de responsabilidad cuando están condenados al fracaso“Lo que nuestros descubrimientos ponen de manifiesto es que el acantilado de cristal no puede ser atribuido al fracaso de las mujeres a la hora de reconocer la precariedad de sus posiciones”, señala el estudio. Por lo tanto, estas lideresas en crisis optaron a serlo aun a sabiendas de las consecuencias que adoptar esta decisión podría tener en su carrera, ya que ellas mismas consideraron que eran capaces de responder a las expectativas planteadas por la sociedad. La investigación concluye recordando que, cuando se trata de elegir a alguien para un puesto de responsabilidad, lo importante es buscar a alguien que goce de las cualidades y capacidades necesarias para ocupar dichos puestos, independientemente de su sexo.

Capacidades psicológicas diferentes

La discusión viene originada por la idea frecuentemente extendida de que hombres y mujeres tienen diferentes capacidades psicológicas y, por lo tanto, la mera pertenencia a un sexo o a otro convierte a una persona en una candidata ideal para ocupar determinados puestos de responsabilidad en diferentes momentos. En ese sentido, un experimento desarrollado hace un par de años por Susanne Bruckmüller y Nyla Brasncome se propuso averiguar por qué estaba ocurriendo este proceso de selección personal en las empresas. Y lo que descubrieron no fue tanto que las mujeres dispusiesen de unas características especiales para este tipo de situación que las haga más merecedoras de ocupar estos puestos, sino que “los hombres ya no saben cómo enfrentarse a ellas”. Además, este tipo de situaciones sólo tienen lugar “cuando quedan pocas cosas buenas de las que aprovecharse”, lo que provocaría que muchas mujeres estarían afrontando situaciones en muchos casos condenadas al fracaso.

Es algo que se ha denunciado repetidamente en tiempos recientes. Por ejemplo, en The Wall Street Journal, que el pasado mes de julio se preguntaba si la elección en Yahoo! Inc. como consejera delegada de Marissa Mayer no había sido más que otro caso de estas mujeres al borde del acantilado. En sus páginas, Christopher Shea se preguntaba si Mayer, con apenas 37 años y que para más inri se encontraba embarazada, no iba a ser el chivo expiatorio en una compañía que lleva varios años caracterizada por su inestabilidad, algo de lo que también se hizo eco la revista Forbes. Yahoo! ha tenido cuatro CEO diferentes durante el último año, pero por ahora, Mayer (que acaba de ser madre), se mantiene en su puesto, y ha conseguido que la compañía haya multiplicado por diez sus ganancias durante el último trimestre, gracias a la venta de sus acciones en el portal chino Alibaba.

A mediados de la pasada década, un nuevo concepto comenzó a utilizarse en el mundo de las ciencias sociales y el periodismo para referirse al nuevo papel que las mujeres estaban jugando en el mundo empresarial. Si hasta entonces la idea más utilizada había sido la del techo de cristal, que hacía referencia a aquello que impedía a las mujeres ocupar los puestos de más responsabilidad dentro de una compañía, a partir de 2004 comenzó a utilizarse el concepto de acantilado de cristal, que acuñado por los profesores Michelle Ryan y Alex Haslam de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido, se refiere a aquellas experiencias que viven las mujeres que han conseguido romper dicho techo y que son, en términos generales, muy diferentes a la de sus contrapartidas masculinas. En muchos casos, peores.