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De novicia a terapeuta sexual: “El deseo carnal es inevitable”
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ESCRIBE UN POLÉMICO LIBRO SOBRE SEXO

De novicia a terapeuta sexual: “El deseo carnal es inevitable”

La doctora Fran Fisher es una reputada terapeuta sexual estadounidense, especializada en adicciones y abusos sexuales y que atiende a todo tipo de orientaciones. Lleva casada

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De novicia a terapeuta sexual: “El deseo carnal es inevitable”

La doctora Fran Fisher es una reputada terapeuta sexual estadounidense, especializada en adicciones y abusos sexuales y que atiende a todo tipo de orientaciones. Lleva casada 37 años y tiene dos hijos. Pero hay algo que le distingue de la mayoría de sexólogas: Fisher fue en su juventud una novicia católica.

Aunque sólo vivió en el convento dos años, de los 18 a los 20, asegura que esa experiencia le marcó tan fuertemente que hasta los 40 no logró recuperar sus instintos sexuales. Tras pasar por una serie de especialistas, se dio cuenta de hasta qué punto le habían marcado sus años de monja y, de hecho, estas vivencias son ahora el principal reclamo de sus servicios terapéuticos –“From Nun to P.h.d Sexologist” (de monja a doctora en sexología), se puede leer nada más visitar su página web–.

“Se me había inculcado como novicia que realmente no tenía propiedad sobre nada, ni siquiera sobre mi propio cuerpo”, ha explicado en una entrevista a The Guardian. Ahora, con 60 años, ha decidido contar su experiencia en un libro, In the name of God why? (Griffin Publishing), que recoge entrevistas con otras 28 mujeres que, como ella, tomaron los votos de pobreza, castidad y obediencia, pero más tarde dejaron sus órdenes. 

Según se sucedían las entrevistas Fisher descubrió que casi todas las historias respondían a un patrón común: “La mayoría de las mujeres provenían de familias estrictamente católicas, muchas tenían padres alcohólicos, y unas cuantas un historial de abusos sexuales o físicos. Casi todas encontraron en sus conventos un lugar seguro al que acudir”.

Un fuerte miedo a todo lo relacionado con el sexo

Fisher también experimentó en su adolescencia una experiencia desagradable relativa al sexo. Con 14 años tuvo una relación con un chico y, aunque no se llegó a consumar el acto, la desinformación con la que vivía le llevó a pensar que podría haberse quedado embarazada. Cuando se lo contó a su madre le cayó una tremenda reprimenda y, tal como cuenta en el libro, pensó que nunca más debería volver a hacer nada con un hombre.

Muchas de las novicias que ingresan en los conventos lo hacen en busca de un lugar seguro en el que refugiarse de su entornoLa doctora insiste en que muchas de las novicias que ingresan en los conventos lo hacen en busca de un lugar seguro, en el que refugiarse de su entorno. Una vez dentro el sexo se intenta olvidar, pero tarde o temprano los impulsos reaparecen. En el libro se pueden encontrar todo tipo de testimonios: de monjas que tienen sexo con otras monjas, con curas o con los feligreses. Y trata además un tema delicado: el del abuso sexual. Algunas de las monjas, ahora retiradas, reconocen que sabían de la existencia de este tipo de abusos de parte de los sacerdotes, incluso alguna lo sufrió en sus propias carnes, pero en ningún momento denunciaron lo sucedido. La obediencia, asegura Fisher, significa que no se debe cuestionar a aquellos que están en posiciones de autoridad, y los sacerdotes siempre tienen más autoridad que una monja.

Un alegato contra el celibato

Aunque Fisher se sigue definiendo como católica, es muy crítica con ciertas políticas de la Iglesia. En su opinión, el Vaticano no debería tolerar la manera en que las órdenes están logrando captar a nuevas novicias, principalmente de África y Asia: “Empujar a mujeres jóvenes que han pasado toda una infancia de adoctrinamiento a que adquieran un compromiso de por vida para ser célibes desde los 20 años es claramente reprobable”.

En su opinión, los conventos siguen ofreciendo una salida a las jóvenes con dificultades sexuales o de educación, y ofrece una oportunidad a quién no la tiene, pero a cambio se les obliga a renunciar a todo lo demás, lo que tiene un coste importante para los individuos. “La Iglesia no debería dejar que esto pasara”, insiste Fisher. 

La doctora Fran Fisher es una reputada terapeuta sexual estadounidense, especializada en adicciones y abusos sexuales y que atiende a todo tipo de orientaciones. Lleva casada 37 años y tiene dos hijos. Pero hay algo que le distingue de la mayoría de sexólogas: Fisher fue en su juventud una novicia católica.