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El poder no corrompe, refleja cómo eres
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LOS LÍDERES SE GUÍAN POR SUS CONVICCIONES PREVIAS

El poder no corrompe, refleja cómo eres

En 1887 el historiador británico Lord Acton escribió una frase que pasó a la historia: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. La aseveración

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El poder no corrompe, refleja cómo eres

En 1887 el historiador británico Lord Acton escribió una frase que pasó a la historia: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. La aseveración se ha tomado siempre por cierta, debido quizás a los personajes por todos conocidos que la han cumplido a rajatabla, pero no es, ni mucho menos, algo que se cumpla a rajatabla. La cuestión plantea muchos interrogantes y los psicólogos han tratado en muchas ocasiones de encontrar un patrón que explique cómo el poder influye en nuestro comportamiento. 

El estudio más famoso sobre el asunto –que dio pie a una interesante película, El Experimento (“Das Experiment”, 2001)– se realizó en 1971. Bautizado como el “experimento de la cárcel de Standford”, fue llevado a cabo por un grupo de investigadores de dicha universidad. Se reclutó a 24 jóvenes voluntarios –que recibieron una paga de 15 dólares diarios– y se les dividió arbitrariamente asignándoles el papel de guardas o de presos. En sólo dos días los guardas empezaron a abusar de los presos. El experimento se descontroló y tuvo que ser cancelado en la primera semana. Los psicólogos, no obstante, creyeron que la máxima de Lord Acton se cumplía al pie de la letra.

El poder corrompe, sí, pero no a todo el mundoSon varios los estudios que han comprobado a posteriori que esto no es cierto. El poder corrompe, sí, pero no a todo el mundo. En 2011 un grupo de investigadores estadounidenses, liderado por Nathanael Fast, profesor de la Escuela Marshall de Negocios de la Universidad de California del Sur, llegó a la conclusión de que el poder hace a las personas menos justas, y empuja a cometer actos inmorales, sólo cuando cae en manos de gente que estaba acostumbrada con anterioridad a puestos sin ninguna responsabilidad. 

Gracias a un experimento aseguraron demostrar que eran los individuos con mayor poder y menos estatus los que elegían para sus compañeros el desempeño de actividades denigrantes. Algo que no ocurría con el resto de combinaciones. “Nuestros hallazgos”, explicó Fast en la presentación del estudio, “muestran que el hecho de tener un poder que no corresponde a tu estatus, ya seas un soldado o un estudiante que participa en un experimento, puede ser un catalizador de comportamientos denigrantes ajenos a la buena voluntad”. Según los investigadores, el hecho de tener un poder al que nunca habían accedido fue lo que llevó a los soldados norteamericanos que vigilaban la cárcel de Abu Ghraib en Irak a cometer vejaciones con sus prisioneros. Un comportamiento que, según los autores de éste estudio, es parecido al que se dio en el experimento de Strandford.

El poder corrompe sólo a la gente predispuesta a corromperse

El poder sólo corrompe a la gente que, de antemano, tiene una moral laxaUn nuevo estudio de la Universidad de Toronto acaba de dar un paso más en el entendimiento de cómo el poder influye en el comportamiento de las personas. En opinión de los investigadores, liderados por la profesora de management Katherine A. DeCelles, el poder sólo corrompe a la gente que, de antemano, tiene una moral laxa. Por el contrario, enfatiza los buenos valores de la gente que previamente tiene fuertes convicciones morales.

DeCelles y sus colegas realizaron un experimento con la colaboración de 173 trabajadores adultos y 102 estudiantes universitarios. Antes de realizar ningún experimento, midieron gracias a una serie de pruebas qué importancia daban a diferentes atributos éticos. Tras esto fueron divididos en dos grupos, unos tuvieron que escribir una redacción sobre un día ordinario, otros relataron un incidente en el que se sintieron poderosos.

Después de esto los participantes tuvieron que realizar varios ejercicios que los investigadores habían diseñado para valorar su comportamiento ético respecto a sus compañeros ante diversas situaciones, compartiendo, por ejemplo, las participaciones de un sorteo. El resultado fue similar para ambos grupos, estudiantes o trabajadores. Aquellos que habían redactado una redacción neutra tuvieron resultados parecidos en las pruebas, independientemente de su bagaje ético. Sin embargo, aquellos cuyo poder había sido resaltado en la redacción previa mostraron un comportamiento muy distinto: aquellos con un bajo bagaje ético se comportaban peor que el resto, pero aquellos con sólidos valores éticos se comportaban notablemente mejor.

Probablemente un tercio del liderazgo está explicado por cualidades al nacer, como la pretensión de dominio sobre los demás y sobre el contextoPara los científicos el estudio arroja una conclusión clara: el poder no corrompe, pero potencia las tendencias éticas preexistentes. El sociólogo Luis Arroyo, autor de El poder político en escena (RBA), cree que el estudio es acertado pero matiza: el comportamiento ético del que habla la investigación es el resultado de un buen número de variables. “Poder no significa necesariamente corrupción”, explica el sociólogo, “pero con el poder la corrupción adquiere dimensiones especiales”.

Según Arroyo, el liderazgo muchas veces viene marcado por una predisposición genética: “Probablemente un tercio del liderazgo está explicado por cualidades al nacer, como la pretensión de dominio sobre los demás y sobre el contexto”. A partir de ahí, tal como explica Arroyo y apunta el estudio, “uno vive su papel en función de sus visiones del mundo, del ambiente en el que se mueve, de la presión del entorno, de sus creencias, etc. La presión del grupo y el ambiente es fundamental”.

En 1887 el historiador británico Lord Acton escribió una frase que pasó a la historia: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. La aseveración se ha tomado siempre por cierta, debido quizás a los personajes por todos conocidos que la han cumplido a rajatabla, pero no es, ni mucho menos, algo que se cumpla a rajatabla. La cuestión plantea muchos interrogantes y los psicólogos han tratado en muchas ocasiones de encontrar un patrón que explique cómo el poder influye en nuestro comportamiento.