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¿Dónde guardan sus millones los grandes delincuentes?
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EL ENTORNO FINANCIERO, PRINCIPAL BENEFICIADO

¿Dónde guardan sus millones los grandes delincuentes?

“¡Treinta años en la policía y ya ni siquiera podía permitirse vivir en la ciudad donde había nacido! ¿Y quién estaba comprando las propiedades más caras?

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¿Dónde guardan sus millones los grandes delincuentes?

“¡Treinta años en la policía y ya ni siquiera podía permitirse vivir en la ciudad donde había nacido! ¿Y quién estaba comprando las propiedades más caras? Los blanqueadores de dinero: las mujeres y las hijas de presidentes de las llamadas nuevas democracias, políticos de las repúblicas de Asia central, oligarcas rusos, caudillos afganos, traficantes de armas; es decir, los verdaderos criminales del mundo, mientras él se dedicaba a perseguir a adolescentes argelinos que venden droga en los alrededores de la estación de ferrocarril”. Las cuitas del policía ginebrino que narra Robert Harris en El índice del miedo (próxima publicación en Editorial Grijalbo) reflejan con precisión la paradoja de nuestra sociedad, donde muchos grandes delincuentes pueden mover su dinero por toda clase de vías secundarias, paraísos fiscales y sociedades pantalla, con total impunidad e incluso, inyectando liquidez a un sistema que hace la vista gorda.

El 97,4% del dinero que genera el narcotráfico se encuentra fuera de Colombia. Tan sólo el 2,6% de ese capital se encuentra nuestro país”. Esta es la tesis de un reciente estudio realizado por los profesores colombianos Alejandro Gaviria y Daniel Mejía y que ha gozado una amplia difusión, traduciéndose a distintos idiomas. Bajo el título de Políticas antidroga en Colombia: éxitos, fracasos y extravíos, los autores relatan cómo los narcotraficantes depositan con facilidad su dinero en bancos extranjeros para blanquearlo al mismo tiempo que se aprovechan de los cocaleros locales para obtener el producto a bajo coste.

Desde 2002 se alertó de los débiles sistemas de control de HSBCLa queja que plantean los profesores es que, frente a la imagen que se tiene en el extranjero de loa países productores, no son ellos los que se benefician de ser uno de los grandes productores de cocaína del mundo, sino los bancos foráneos: “La sociedad colombiana no ha obtenido ninguna ventaja económica del tráfico de drogas, mientras que los países extranjeros están obteniendo grandes beneficios de las redes criminales de distribución que existen en los países consumidores, y cuyo dinero es reciclado en bancos que no operan con ninguna de las restricciones con las que operan nuestras entidades”, señalan los profesores de la Universidad de los Andes en Bogotá, que recuerdan que han tenido que pagar un “alto precio” a cambio de “beneficiar a otros países”.

Mejía sugiere que es mucho más sencillo atacar a los productores de la droga, la “pequeña economía”, que seguir el rastro de ese dinero una vez es inyectado en las grandes corporaciones del Primer Mundo, donde se diluye de manera mucho más rápida y cuyo rastreo es más complicado. Sin embargo, otros aducen que se trata de un estudio interesado –es financiado por el gobierno colombiano– con el objetivo de culpabilizar a las potencias extranjeras de su papel en la lucha contra el narcotráfico. Pero las últimas noticias sugieren que cada vez es más difícil defender la inocencia de los bancos americanos y europeos en lo que concierne al lavado del dinero de la droga.

La polémica de HSBC

El pasado mes de julio, el banco inglés HSBC (el más grande del país), tuvo que reconocer que había blanqueado aproximadamente quince mil millones de dólares procedentes del tráfico de drogas de países orientales como Rusia, Irán, Arabia Saudí y México. Carl Levin, el senador de Michigan encargado de la investigación, acusa en un largo informe a los ejecutivos de HSBC de mala praxis por no haberse preocupado de investigar detenidamente el origen del dinero, a pesar de las advertencias que recibieron de las autoridades mexicanas y estadounidenses, que habían solicitado desde 2002 un mayor control en el “débil” sistema de HSBC.

Un cártel compró tres aviones para transportar cocaína a través de WachoviaLevin recuerda que “en una era de terrorismo internacional y de violencia ocasionada por la droga en nuestras calles y crimen organizado, impedir que el dinero que financia estas abominaciones fluya en nuestro país es imperativo para la seguridad nacional”. El senador también alude a las ventajas fiscales norteamericanas para recordar que su país es uno de los destinos más anhelados por los cárteles de la droga, por lo que las entidades bancarias deben vigilar de manera más estrecha de dónde provienen las grandes (y sospechosas) cantidades de dinero que administran. Algo que no ocurre en Colombia, señala Mejía, donde “ingresar dos mil dólares implica una gran cantidad de papeleo”, y acusa a las leyes de los países occidentales de favorecer este tipo de operaciones debido a que su elevada protección de la privacidad de los clientes entorpece cualquier posible investigación, si es que esta llega a realizarse.

¿Cómo ocurre?

El proceso de lavado de dinero de los grandes narcotraficantes en los bancos americanos salió a la luz en 2011, después de que una de las entidades financieras más importantes de Estados Unidos, el banco Wachovia (actual propiedad de Wells Fargo), admitiese que un cártel mexicano había seguido para colocar miles de millones de dólares en sus cuentas. En un caso muy semejante al recientemente ocurrido con HSBC, la entidad fue condenada a pagar una pequeña cantidad –algo más de 160 millones de dólares– por haber dejado que 378 mil millones de dólares (un tercio del producto interior bruto de México) procedentes del narcotráfico mexicano fuesen depositados en sus cuentas. Aunque el fiscal general Jeffrey Sloman definiese el suceso como “un desprecio flagrante a nuestras leyes bancarias”, ello no impidió que los encargados en supervisar las operaciones de lavado de dinero –que permitieron comprar, entre otras cosas, tres aviones destinados al transporte internacional de cocaína– reconociesen que simplemente “habían fallado”.

El único líquido disponible durante la segunda mitad de 2008 fue el originado por las drogasEl proceso se originaba en las casas de cambio mexicanas, donde se ingresaba el dinero sospechoso para convertirlo a dólares, y era transferido a Wachovia, de manera que los traficantes podían comprar productos en Estados Unidos con facilidad. Y, además, proporcionando liquidez inmediata a los bancos. Como remarcó en 2009 Antonio María Cosa, subsecretario general de las Nacionas Unidas apodado el “zar de las drogas”, “el único capital líquido” disponible para los bancos durante la segunda mitad de 2008, cuando estalló la crisis, fue el que provenía de este tipo de blanqueo de dinero. Costa no llegó a dar ningún nombre, pero aseguró que “los préstamos interbancarios fueron realizados gracias al dinero que se originó del tráfico de drogas y otras actividades ilícitas. Tenemos constancia de que algunos bancos pudieron ser rescatados de esa manera”. Una afirmación que a pocos convenció en su día – es difícil que 378 mil millones de dólares pasasen desapercibidos– y que recuerda la laxitud con la que siguen comportándose ciertas entidades aun después de haber cometido graves errores. Además, otras entidades como Barclays, Credit Suisse, Lloyds o ING han tenido que afontar el pago de diferentes sanciones por sus relaciones con países como Cuba, Irán, Libia o Sudán.

Mientras tanto, Mejía y Gaviria recuerdan que un 71% del precio de la droga que se consume en el mundo occidental no proviene del valor de la hoja de coca, de la base o de la producción, sino del valor agregado durante el último escalón del proceso, que es el del tráfico y distribución de la droga. Es decir, como sugieren los autores, el mayor porcentaje del dinero gastado en drogas termina en las manos de los narcotraficantes y a través de estos, en los grandes bancos.

“¡Treinta años en la policía y ya ni siquiera podía permitirse vivir en la ciudad donde había nacido! ¿Y quién estaba comprando las propiedades más caras? Los blanqueadores de dinero: las mujeres y las hijas de presidentes de las llamadas nuevas democracias, políticos de las repúblicas de Asia central, oligarcas rusos, caudillos afganos, traficantes de armas; es decir, los verdaderos criminales del mundo, mientras él se dedicaba a perseguir a adolescentes argelinos que venden droga en los alrededores de la estación de ferrocarril”. Las cuitas del policía ginebrino que narra Robert Harris en El índice del miedo (próxima publicación en Editorial Grijalbo) reflejan con precisión la paradoja de nuestra sociedad, donde muchos grandes delincuentes pueden mover su dinero por toda clase de vías secundarias, paraísos fiscales y sociedades pantalla, con total impunidad e incluso, inyectando liquidez a un sistema que hace la vista gorda.