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“Si hay algo que se revaloriza siempre es un Stradivarius”
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LOS SECRETOS DEL MEJOR VIOLÍN DEL MUNDO

“Si hay algo que se revaloriza siempre es un Stradivarius”

Pocos olvidarían millones de euros en un tren, pero eso fue lo que le ocurrió la pasada semana al violinista suizo Alexander Dubach. El músico, un

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“Si hay algo que se revaloriza siempre es un Stradivarius”

Pocos olvidarían millones de euros en un tren, pero eso fue lo que le ocurrió la pasada semana al violinista suizo Alexander Dubach. El músico, un experto intérprete de la música de Niccolò Paganini abandonó un violín Stradivarius en un tren que conectaba Bern con la ciudad periférica de Thun, donde vive el olvidadizo violinista. Un par de días más tarde, un solidario pasajero que responde al nombre de Pascal Tretola depositó el instrumento en la oficina de objetos perdidos de la ciudad suiza, ya que “el vagón estaba lleno de borrachos y lo cogí para asegurarme que no le pasaba nada”, desconocedor de que tenía entre sus manos uno de los instrumentos musicales más caros del mundo.

El buen samaritano se mostró sorprendido cuando la policía le comunicó que se trataba de un Stradivarius, que pocos días después volvió a las (temblorosas) manos de Dubach, que para más inri, no era el propietario del instrumento, sino que lo había pedido prestado a un amigo. La identidad del propietario se desconoce (como la de otros tantos poseedores de estos valiosísimos instrumentos), pero ha asegurado que “recompensará cuantiosamente” a Tretola, aunque este no haya pedido ninguna compensación a cambio. Por su parte, Dubach ha asegurado que nunca volverá a viajar solo con el violín. Esta historia recuerda a otra que tuvo lugar en 2008, cuando un violinista dejó un Stradivarius valorado en 3,2 millones de euros en el asiento de atrás de un taxi neoyorquino.

Al contrario que lo que ocurre en el fluctuante mercado del arte, los Stradivarius no se devalúanQuizá el buen samaritano Tretola no lo habría sido tanto si hubiese sabido en su momento que se han llegado a pagar más de dieciséis millones de dólares por uno de ellos, como ocurrió el pasado verano, cuando un pagador anónimo se llevó por ese precio el Stradivarius de 1721 conocido como “Lady Blunt”, que debe su nombre a la nieta del poeta Lord Byron, Anne Blunt, a quien perteneció el instrumento. Probablemente el violín extraviado no se hubiese vendido por tanto en el mercado negro, ya que se trataba de un evento de caridad, por lo que es de esperar que el precio estuviese ligeramente hinchado. Además, cada Stradivarius tiene un precio diferente dependiendo de su estado de conservación y del modelo al que pertenezca. Por poner otro ejemplo, el record Guinness, hasta la venta de Lady Blunt, lo ostentaba el Martillo, un violín realizado por Antonio Stradivari en 1707, y que fue vendido por tres millones y medio de dólares en mayo de 2006.

La mejor inversión

La analista económica Kathryn Graddy publicó en 2009 un estudio en el que defendía que de todos los bienes del planeta,  los instrumentos de gama alta como el Stradivarius son de los que se muestran menos expuestos a la devaluación. Graddy señalaba que entre 1850 y el momento de realización del estudio, los violines de gama alta se habían revalorizado un 3% más cada año. Algo que era aún más acentuado en el caso específico de los Stradivarius: según las cuentas realizada por la profesora de la Universidad de Brandeis, entre 1980 y 2006 dichos violines se habían encarecido entre un 6,92 y un 7,74%. La razón aducida por Graddy es que “comprenden un mercado totalmente diferente que otros violines de gama alta, ya que la mayor parte de compradores son coleccionistas y amateurs adinerados, más que músicos en activo”. 

Joseph Nagyvary defiende que el secreto está en el barnizEn su estudio, Graddy aseguraba que “al contrario de lo que ocurre en el mundo del arte”, los instrumentos musicales son mucho más estables en su valor. Pero esto sólo ocurre en lo más alto de la gama, es decir, esos 600 Stradivarius que se conservan hoy en día. Todos aquellos que se sitúan en el rango de entre los 30.000 y los 500.000 dólares han perdido gran parte de su valor durante los últimos años, debido a que el mercado se ha debilitado significativamente. A pesar de ello, R.A.J. Campbell señalaba en un artículo publicado en la revista Pensions que los fondos de pensiones habían pensado en invertir en instrumentos musicales para diversificar sus riesgos. En definitiva, el solidario Tretoma quizá se lo habría pensado dos veces si hubiese tenido presente todo esto.  

O quizá se habría metido en un lío, tal y como ocurrió en una sesión fotográfica que tuvo lugar el pasado 13 de abril en Madrid y en la que fue dañado un violonchelo Stradivarius albergado en el Palacio Real cuando su mástil sufrió un golpe contra una mesa, “sin que la caja sufriese daño alguno”. Según ha contestado el Gobierno a una pregunta realizada por escrito por Izquierda Unida, “nadie ajeno a Patrimonio Nacional” manipuló el instrumento. El problema se encuentra en que, según la organización, no existe en España ningún profesional ni taller adecuado para la reparación del violonchelo dañado, por lo que se han visto obligados a recurrir a “tres lutiers ‘de prestigio internacional’”. El coste del proceso de reparación es aún desconocido (aunque la pieza a sustituir no es una de las piezas originales del instrumento), pero según Tim Ingles de Sotheby’s, el cello, adquirido por el Rey Felipe V durante el siglo XVIII, puede estar valorado en unos 20 millones de dólares.

¿Un instrumento mitificado?

Durante siglos se ha investigado sobre lo que convierte a los Stradivarius en instrumentos irrepetibles. Una de las versiones más aceptadas durante las últimas décadas es la defendida por Joseph Nagyvary de la Universidad de Texas, que afirma que el secreto se encuentra en el barniz. Según la teoría pergeñada por el anciano profesor, que lleva estudiando estos instrumentos desde los años cincuenta, no es que el cremonés Antonio Stravidarius poseyese un conocimiento superior al de sus contemporáneos, sino que el hecho de que utilizase un barniz diferente fue producto de la casualidad, lo que explicaría que la clave de su éxito no fuese transmitida ni puesta por escrito.

Lo importante no es la antigüedad de un instrumento, sino si es bueno o maloSegún Nagyvary, el tono poderoso y fuerte de los Stradivarius no se debe a la madera –otra de las hipótesis más difundidas respecto al instrumento–, sino a los minerales presentes en el barniz, cromo y bórax. Sin embargo, Jean-Phillippe Échard, un químico del Museo de la Música de París, no se muestra nada de acuerdo con el profesor húngaro. En sus análisis, descubrió que en el supuesto barniz de alta calidad de los Stradivarius no hay más que “aceite secante y resina”, por lo que el francés considera que el factor diferencial debe encontrarse “en el ojo y la mano del artista”. Otra teoría bastante extendida señala que el sonido de los instrumentos se debe a la breve Edad de Hielo que se vivió en Europa entre los siglos XVI y XIX, en la que las bajas temperaturas durante el verano habrían contribuido a producir una madera de abeto y de arce más densa que en otros momentos de la historia, una hipótesis que no convence a Nagyvary.

Lo que sí parece ser cierto es que los violinistas contemporáneos no son capaces de diferenciar el sonido de un violín moderno y de un Stradivarius. Según un estudio realizado por Claudia Fritz de la Universidad de París, los veintiún violinistas profesionales que participaron en la investigación no encontraron diferencias significativas de sonido entre un instrumento recién fabricado y un Stradivarius del año 1700, después de que probasen seis diferentes sin saber la procedencia de cada cual. “Es un reto a la sabiduría popular”, escribe Fritz en su artículo, que se propone reivindicar a los lutieres del presente frente a los maestros del pasado. “Contraponer lo viejo a lo nuevo no tiene sentido”, asegura la investigadora recordando que, en su encuesta, los músicos habían preferido los violines modernos: “Da igual si es viejo o nuevo, lo que importa es si es bueno o malo. Se está haciendo un buen trabajo hoy en día, que no debe ser olvidado”. Quizá una muestra más de que estos violines han pasado de ser un instrumento de virtuosos a una pieza de adinerados coleccionistas, y el recuerdo de que Stradivarius es una de las marcas con mejor capital simbólico del mundo.

Pocos olvidarían millones de euros en un tren, pero eso fue lo que le ocurrió la pasada semana al violinista suizo Alexander Dubach. El músico, un experto intérprete de la música de Niccolò Paganini abandonó un violín Stradivarius en un tren que conectaba Bern con la ciudad periférica de Thun, donde vive el olvidadizo violinista. Un par de días más tarde, un solidario pasajero que responde al nombre de Pascal Tretola depositó el instrumento en la oficina de objetos perdidos de la ciudad suiza, ya que “el vagón estaba lleno de borrachos y lo cogí para asegurarme que no le pasaba nada”, desconocedor de que tenía entre sus manos uno de los instrumentos musicales más caros del mundo.