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"Me he hecho camello: tengo tres trabajos y vamos justos… ¿Qué quieres?”
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EL MENUDEO DE DROGA SE DISPARA

"Me he hecho camello: tengo tres trabajos y vamos justos… ¿Qué quieres?”

Fred es venezolano y lleva quince años en Madrid. Tiene dos hijos de diez y catorce años y está separado. Trabajó en la construcción durante varios

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"Me he hecho camello: tengo tres trabajos y vamos justos… ¿Qué quieres?”

Fred es venezolano y lleva quince años en Madrid. Tiene dos hijos de diez y catorce años y está separado. Trabajó en la construcción durante varios años y posteriormente en la hostelería. Sigue ahí, detrás de la barra del bar, convertido en un barman solvente y un encargado serio y eficaz. Pero como todo el mundo, tiene un pasado menos estable: cuando llegó a España se ganó la vida durante un tiempo traficando con drogas a pequeña escala. Fue de los pocos que lo vio siempre como algo temporal de lo que quería salir en cuanto pudiese, y así lo hizo. Durante la última década sus escarceos como camello habían quedado relegados al estatus de vieja leyenda ignorada por su familia. Ahora, sin embargo, mientras le hace un turno de tarde a un amigo que tiene un pequeño bar, se acerca discretamente a uno de los habituales y le dice: “Si quieres pillar, tengo un material que está muy rico”. Ha vuelto, y lleva en el bolsillo unas cuantas papelas de coca que resulta ser de primera calidad para los estándares actuales. “Hombre, lo que había hace veinte años aquí ya no lo vamos a volver a ver, pero esto es de lo mejor que te vas a encontrar en el barrio. Buen rollo”.

"Se trata de cantidades muy pequeñas"

Las razones de su regreso son sencillas como la vida misma. “Yo lo veo como una ayuda, ¿Sabes?”, se explica, un poco avergonzado. “Yo no soy un traficante ni nada, tampoco muevo cantidades grandes, pero si me saco cien euritos o así al mes pues algo es algo, que las cosas están muy crudas. Yo a mis hijos ya les he tenido que decir que vienen malos tiempos, que hay que apretarse el cinturón y que se acabaron los lujos que les había dado hasta ahora, así que cualquier dinero viene bien. Tengo tres trabajos y vamos justos… ¿Qué quieres?”. Fred es uno más de esos padres de familia que han decidido sacar un dinero extra, que les es necesario para llegar a final de mes, traficando con sustancias ilegales. Tiene sus riesgos, pero son cantidades que vienen bien.

Todo el mundo parece ver la cocaína como una manera fácil y relativamente segura de hacer un dinero extraPor eso, no es el único en su barrio que ha decidido volver al tráfico, aunque sí de los más serios y silenciosos. Los camellos “oficiales” siguen siendo los mismos -caras prudentes y conocidas- pero hay todo un equipo de aficionados, una segunda división del trapicheo, que crece cada día y llama mucho más la atención, aunque su volumen de negocio sea de risa comparado con el de aquellos que hablan menos. Todo el mundo parece ver la cocaína como una manera fácil y relativamente segura de hacer un dinero extra. La mayoría se equivocan.

Alfredo Perdiguero, subinspector de Policía y secretario de comunicación del Sindicato Independiente de Policía Española (SIPE), confirma que los agentes comenzaron a comprobar ese aumento del pequeño tráfico a pie de calle hace poco más de un año. Se trata sin embargo de un asunto tan a pequeña escala que a veces se vuelve casi nimio para unos hombres ocupados en problemas de bastante más fuste. “A menudo”, confirma Perdiguero, “se trata de cantidades tan pequeñas que ni siquiera se le puede imputar al portador un delito contra la salud pública”. En su experiencia “es muy habitual que se trate de gente que ‘pasa’ droga para financiarse su propio vicio. Ellos mismos te lo dicen cuando les preguntas”.

"Yo ya hice mucho el loco"

En ocasiones sí detienen a alguien con “más de dos o tres papelinas y mucha moneda fraccionada encima, y entonces sabes que sí es un traficante”, y se procede a pesar lo incautado en una báscula de precisión en la farmacia más cercana, donde se expide un ticket que certifica el peso exacto. “Lo ideal es coger al traficante en el momento del ‘pase’, pero no se va a montar un operativo específico para pillar in fraganti a alguien con tan poco, aun que lo que sí se puede hacer es investigar y seguir a esa persona para que te lleve hasta alguien más importante. Ir a la fuente”.

Le compro el material a un expolicía colombiano, le debo dinero y me está amenazando

“El problema”, reflexiona en su bar habitual Nico, un camello viejo de origen peruano, “es que toda la chavalada esta no tiene ni puta idea y te meten a ti en problemas. Se creen que es un juego y que son más guays por mover unos gramos, y al final la cagan”. Nico conoce las claves y ejerce con seriedad. Lo suyo lo saben unos pocos, no vende a nadie a quien no conozca, lleva poco encima y aunque prueba su material de vez en cuando, lo hace con control. “Yo ya hice mucho el loco, por eso en el fondo entiendo a los niñatos. Pero ahora soy un tío serio”, ríe.

Ramiro, de 32 años es el reverso de esa seriedad, uno de esos numerosos camelletes de nuevo cuño que han entrado en el círculo en parte por la fascinación de lo prohibido y la propia afición al perico y en parte por pura necesidad económica. Licenciado en paro, músico aficionado con ciertos aires de grandeza poco justificados, empezó a ‘mover’ material hace seis meses. Justo lo que ha tardado su vida en convertirse en un absoluto caos.

Son las seis de la mañana, lleva una subida que no es capaz de quitarle la depresión ni el miedo y suelta su historia de carrerilla: “yo con la poli no he tenido ningún problema. No creo que se preocupen por matados como yo. Pero el caso es que le  compro el material a un expolicía colombiano y ahora le debo quinientos euros y no los tengo y me están amenazandoy no sé qué hacer”.

Amateurs hasta en las drogas

Omar es uno de los camellos de este barrio céntrico de Madrid que podría ser cualquier otro. Exmilitar, exportero y ex casi todo lo que implique noche o músculo. Él siempre ha estado en el negocio, pero las vacas flacas afectan. “Antes movía muchísimo, pero me metía todo lo que ganaba, la verdad. He acabado sin un duro y ahora me cuesta conseguir el dinero suficiente para comprar cantidades grandes. Es así de simple”. Además, dice, “somos demasiados” ¿Cuántos camellos hay en el barrio? “A saber, niño. Sólo en este bar ya somos cuatro o cinco. Habrá docenas. Por suerte demanda no falta, aunque la gente se corta un poco más”.

Américo es historiador y para en el mismo lugar cada noche. El fue camello pero de heroína y en las épocas doradas, estuvo dos veces en la cárcel y arrastra una buena recua de historias turbulentas. Pero ahora ve los toros desde la barrera, mira a los “nuevos” con sorna y ha dejado de consumir. “La cocaína que hay es una mierda, cada vez peor, es un insulto a la inteligencia que te digan que eso que pasan es coca… Yo ya me dedico a las drogas de farmacia. Por suerte tengo un colega que es farmacéutico y es un tío normal, no uno de esos puritanos de ahora. Y los camellos, bah… eso no son traficantes… ya no hay traficantes de verdad”. Luego suspira, se ríe y concluye: “Ya hasta para las drogas somos un país de amateurs”.

Fred es venezolano y lleva quince años en Madrid. Tiene dos hijos de diez y catorce años y está separado. Trabajó en la construcción durante varios años y posteriormente en la hostelería. Sigue ahí, detrás de la barra del bar, convertido en un barman solvente y un encargado serio y eficaz. Pero como todo el mundo, tiene un pasado menos estable: cuando llegó a España se ganó la vida durante un tiempo traficando con drogas a pequeña escala. Fue de los pocos que lo vio siempre como algo temporal de lo que quería salir en cuanto pudiese, y así lo hizo. Durante la última década sus escarceos como camello habían quedado relegados al estatus de vieja leyenda ignorada por su familia. Ahora, sin embargo, mientras le hace un turno de tarde a un amigo que tiene un pequeño bar, se acerca discretamente a uno de los habituales y le dice: “Si quieres pillar, tengo un material que está muy rico”. Ha vuelto, y lleva en el bolsillo unas cuantas papelas de coca que resulta ser de primera calidad para los estándares actuales. “Hombre, lo que había hace veinte años aquí ya no lo vamos a volver a ver, pero esto es de lo mejor que te vas a encontrar en el barrio. Buen rollo”.