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"La mentalidad que tienen los ricos les hace aún más ricos"
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LA DUDOSA RELACIÓN ENTRE DINERO Y MORALIDAD

"La mentalidad que tienen los ricos les hace aún más ricos"

Si limitáis mi poder, os dejo y me marcho. Eso es lo que pareció pensar el príncipe Alois de Liechtenstein cuando amenazó con abandonar su papel

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"La mentalidad que tienen los ricos les hace aún más ricos"

Si limitáis mi poder, os dejo y me marcho. Eso es lo que pareció pensar el príncipe Alois de Liechtenstein cuando amenazó con abandonar su papel de Jefe del Estado si el referéndum que se realizó hace tres días, y que finalmente se saldó a su favor, le retiraba su derecho a vetar todas las decisiones del parlamento de su país. La del hijo del rey Hans-Adam II es una de las grandes fortunas del mundo, con más de siete mil millones de dólares en su haber, y esta pataleta no es la primera protagonizada por la familia: su padre recordó a la población que vendería su castillo a Bill Gates después de recibir fuertes críticas por parte de sus súbditos, a los que recordó que sin su familia, no habría Liechtenstein. Es uno de los poco éticos comportamientos que el psicólogo social Paul Piff, de la Universidad de Berkeley, ha catalogado como propios de los ricos en sus célebres investigaciones.

En su portada de julio, el New York Magazine publica un artículo en el que se describen las últimas investigaciones realizadas por Piff, célebre desde el pasado mes de febrero por publicar entre Republicanos y Demócratas, que después de las controversias sobre el evolucionismo o el cambio climático, parece estar comenzando a trasladarse a las Ciencias Sociales, donde aparentemente los resultados de un estudio pueden estar mucho más abiertos a la interpretación que en las así llamadas Ciencias Puras.

¿Una investigación dirigida?

Rápidamente, Paul Piff fue criticado por la metodología de su estudio, donde las variables se encontraban lo suficientemente situadas para demostrar una tesis prefijada de antemano. Piff se defendió recordando a Bloomberg que “los resultados son apolíticos. ¿Me habría entusiasmado menos si hubiésemos encontrado que la gente de un estatus mayor fuese más generosa?”, se preguntaba. “Pues sí, pero no es eso lo que encontramos”.

Entre las voces críticas del ámbito educativo que criticaban a Piff se encontraba Meredith McGinley, Profesora Asistente en la Universidad de Chatham de Pittsburgh, que atacaba directamente el experimento en el que los conductores de coches de lujo se comportaban peor, entre otras razones porque “tener un coche llamativo no significa necesariamente que el que lo conduce sea rico”. Algunos medios titularon sus piezas bajo el nombre de “Los conductores de automóviles de lujo son unos gilipollas”, una forma de ironizar sobre las generalizaciones que establecía el artículo.

Berkeley, una universidad pública, tiene una proporción de doce demócratas por cada republicanoUn sector de los críticos con Piff argumentaba que los encuestados no eran ricos, sino un grupo de voluntarios de los foros de Craigslist a los que simplemente se les daba dinero y se les pedía que se comportasen como millonarios. Además, se recordaba que el investigador ni siquiera ha alcanzado aún el grado de doctor, y que su estudio podría ser una forma de hacer que su nombre aparezca en los grandes medios de comunicación y sea motivo de debate en los círculos académicos, por equivocado que pueda resultar.

“Anda, un artículo realizado por la Universidad de Berkeley. A lo mejor puede ser un poco tendencioso”, recordaba otro comentarista de los foros del New York Times. Es otra crítica habitual: según la página web Students For Academic Freedom, gran parte de las investigaciones están condicionadas por la inclinación política de la institución en la que se elaboran. En concreto, Berkeley, una institución pública, responde a una proporción de doce demócratas por cada republicano, según un estudio realizado por Andrew Jones del Centro para el Estudio de la Cultura Popular. Cuya metodología, a su vez, también fue objeto de debate al no basarse en encuestas electorales sino en una comparación con las tendencias de voto de cada Estado y la filiación a partidos políticos de algunos profesores.

“La avaricia es buena”

Aunque muchos conozcan dicha frase (“greed is good”) por haber sido pronunciada por Gordon Gekko, el personaje interpretado por Michael Douglas en la película de Oliver Stone Wall Street (1987), en realidad pertenece a Ivan Boesky, uno de los agentes de bolsa más exitosos de todos los tiempos, y que definen, como señalaba Piff en un artículo de opinión del New York Times, la mentalidad que ha dado lugar a la desigualdad entre ricos y pobres en su país. “Después de siete estudios diferentes y 25 años después podemos afirmar todo lo contrario, que la avaricia no sólo no es buena, sino que socava el comportamiento moral”. En el mismo texto, Piff pedía un aplauso para Greg Smith, el directivo que abandonó Goldman Sachs al considerar que el banco estaba más preocupado en hacer dinero que en servir a sus clientes. El contrapunto perfecto a Gekko y a Boseky, afirmaba el investigador.

Resulta curioso que Michael Lewis emplease otro estudio de un compañero de Piff en la Universidad de Berkeley, Dacher Keltner, para recordarle a los recién graduados de Princeton que no tenían nada de especial. Se trataba del experimento del líder que se sentía impelido a coger el último donut de la bandeja por el mero hecho de haber sido elegido cabecilla del grupo por azar, sólo por saberse (momentáneamente) superior. Sin embargo, el objetivo del autor de El póquer del mentiroso (Ed. Alienta) no era tanto poner de manifiesto la maldad intrínseca de los ricos como de recordarle a estos la suerte que tenían por serlo. Es decir, volviendo al primer experimento descrito, lo que Lewis pretendía era recordar a su auditorio que estaban ganando 100 dólares más cada vez que pasaban por la casilla de salida.

Si limitáis mi poder, os dejo y me marcho. Eso es lo que pareció pensar el príncipe Alois de Liechtenstein cuando amenazó con abandonar su papel de Jefe del Estado si el referéndum que se realizó hace tres días, y que finalmente se saldó a su favor, le retiraba su derecho a vetar todas las decisiones del parlamento de su país. La del hijo del rey Hans-Adam II es una de las grandes fortunas del mundo, con más de siete mil millones de dólares en su haber, y esta pataleta no es la primera protagonizada por la familia: su padre recordó a la población que vendería su castillo a Bill Gates después de recibir fuertes críticas por parte de sus súbditos, a los que recordó que sin su familia, no habría Liechtenstein. Es uno de los poco éticos comportamientos que el psicólogo social Paul Piff, de la Universidad de Berkeley, ha catalogado como propios de los ricos en sus célebres investigaciones.