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Falta de ética: ¿por qué se comportan así los bancos?
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Falta de ética: ¿por qué se comportan así los bancos?

“¿Y quién me bajará los tipos? Je, je, je...” ­–le dice un trader a un empleado de Barclays en tono jocoso. “Estaré aquí sí me necesitas” –le contestan

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Falta de ética: ¿por qué se comportan así los bancos?

“¿Y quién me bajará los tipos? Je, je, je...” ­–le dice un trader a un empleado de Barclays en tono jocoso. “Estaré aquí sí me necesitas” –le contestan sin ambages desde el banco. Son las conversaciones intervenidas por la Autoridad de Servicios Financieros de Reino Unido (FSA) que han protagonizado el último gran escándalo financiero. La trama se ha llevado por delante al presidente de Barclays, Marcus Agius, después de que su banco fuera multado con 455 millones de dólares por manipular el Libor (el tipo de interés interbancario inglés). Pero lo que más ha indignado a los ciudadanos ingleses no ha sido el caso de fraude en sí –que podría ser aún mayor– sino la ligereza con la que se estaba cometiendo, como han puesto de manifiesto los correos revelados por la FSA. En ellos traders y managers hablan de subir o bajar el Libor –un índice que sirve como indicador de hipotecas, deuda y derivados–, como si estuvieran jugando a cambiarse cromos en el patio. 

En los últimos escándalos ha habido una patente falta de escrúpulos de parte de directivos y empleadosDesde que estalló la crisis en 2008 la mayoría de entidades bancarias no han levantado cabeza en términos de credibilidad y las que no han sufrido escándalos han sido arrastradas por las actuaciones del resto en términos de percepción pública. El problema no sólo es una cuestión de torpeza o mala praxis, en muchos de los últimos escándalos ha habido también una patente falta de escrúpulos de parte de directivos y empleados. Hay muchos ejemplos, pero quizás el testimonio más duro fue el de Greg Smith, un directivo de Goldman Sachs que anunció públicamente su salida de la compañía en una columna de The New York Times en la que calificaba la cultura empresarial de la que había sido su casa como “tóxica y destructiva”. Según el directivo, el banco estafaba a conciencia a sus propios clientes a los que trataban como “marionetas”.  

¿Cómo han llegado los bancos a esta situación? ¿Es un problema de ambición de los grandes directivos o es el propio sistema el que empuja a los empleados a actuar al margen de lo que el resto de ciudadanos considera razonable?

Fraudes descarados, prácticas reprobables

Para maximizar los beneficios muchas entidades bancarias han realizado prácticas sospechosas de mala praxisCarlos Cuervo-Arango, decano de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nebrija, insiste en que es necesario diferenciar caso a caso: “Una cosa es que un operador se equivoque, tome demasiados riesgos y que los sistemas del banco sean incapaces de detectarlo y otra es que la dirección del banco mienta conscientemente al mercado”. Esto último es lo que parece haber ocurrido en el caso de Barclays. Pero, ¿por qué nadie se percató de lo que estaba sucediendo? Cuervo-Arango cree que “una vez más” ha quedado claro que la autorregulación del sistema bancario no funciona: “Tanto el Libor como el Euribor eran sistemas que el sector había promovido para obtener una referencia objetiva de precios, pero si un banco del calibre de Barclays falsea la información, es como si alguien hiciese trampas en el solitario. Por lo que vamos conociendo los sistemas de control funcionaron perfectamente, pero los que tenían que tomar las decisiones, los directivos del Barclays, tomaron una posición política, que fue la de seguir realizando esas prácticas”.

El caso de Barclays es claramente ilegal pero, en el ánimo de maximizar los beneficios, muchas entidades bancarias han realizado prácticas, si no manifiestamente fraudulentas, al menos sospechosas de mala praxis. El pasado mayo Jamie Dimon, CEO de JP Morgan Chase, uno de los pocos bancos que había superado la crisis del 2008 con buena reputación, anunció que su entidad había perdido 2.000 millones de dólares en un negocio de operaciones de alto riesgo con un parecido alarmante a aquellas prácticas que casi derrumban el sistema cuatro años antes. Según el New York Times, las perdidas podrían ser mucho más grandes y alcanzar los 9.000 millones de dólares. Tal como explicó al medio estadounidense un regulador bancario, básicamente habían estado realizando operaciones de riesgo con el dinero de las cuentas corrientes de sus clientes. El banco se hundió en bolsa un 9,28%, pero Dimon continúa en su puesto (Actualización: esta mañana ha anunciado su dimisión) y, paradójicamente, es uno de los más activos defensores de la autorregulación bancaria –la misma que parece haber fracasado estrepitosamente en su entidad– y enemigo acérrimo de los intentos del Gobierno estadounidense de imponer una mayor regulación a las entidades financieras.  

Las grandes empresas tienen que ser conscientes de los impactos que producenJoaquín Garralda, experto en Responsabilidad Social Coorporativa del IE Business School cree que en JP Morgan la metodología de valorar el riesgo no estaba siendo la adecuada y “más aún con ese volumen tan alto de operaciones”. En su opinión, “todas estas empresas tiene un método de valorar el riesgo, pero muchas veces las operaciones son tan raras y complejas que no se recogen bien en la fórmula con que miden el riesgo, y como son operaciones tan grandes, el error pequeño no se detecta bien y termina produciendo efectos desastrosos”. Efectos que no sólo pagan ellos, sino sus clientes, los pequeños accionistas y la economía en general.

Garralda cree que “las grandes empresas tienen que ser conscientes de los impactos que producen”, un aspecto que debería ser el pilar de la tan cacareada Responsabilidad Social Corporativa pero que pocas veces se tiene en cuenta. La prueba es cómo muchos directivos de grandes entidades financieras que han presentado perdidas astronómicas, lejos de entonar el mea culpa lo que han hecho es subirse las nóminas.

Salarios y comisiones, las gotas que colman el vaso

El último escándalo salarial lo protagonizó el CEO de Citigroup, Vikram Pandit, que planeó embolsarse 11,5 millones de euros gracias a un nuevo plan retributivo, pese a que el precio de las acciones de la compañía que dirige había caído desde el inicio de la crisis en un 80%. En un hecho insólito, la junta de accionistas frenó su plan salarial, pero es el único caso. Los salarios de los CEO de las entidades financieras siguen siendo altísimos pese a que su gestión ha sido en muchos casos, al menos, cuestionable. 

Mientras, las comisiones bancarias no han dejado de subir, lo que ha indignado aún más a los consumidores que, al menos en EE.UU, lograron un pequeño éxito. Bank of America, anunció en septiembre que iba a cobrar a sus clientes cinco dólares al mes por usar sus tarjetas de débito. La medida enfureció a clientes y legisladores, y hasta el presidente Obama criticó públicamente al banco. Semanas más tarde la entidad tuvo que abandonar la idea. 

Urge confeccionar sistemas de control externo

Cuervo-Arango es claro al respecto: “La mejor garantía para la ética es un control externo poderoso”. En su opinión, “para que se cumplan las normas y para que haya justicia es necesario que haya policía. Aquí todos somos muy virtuosos y todos nos autorregulamos, pero la clave está en que haya un control externo que nos fuerce a desarrollar un comportamiento virtuoso”.

La única manera de lograr que este tipo de casos no se repitan es castigándolos de forma intensa¿En qué medida se puede controlar el comportamiento de los bancos? El decano cree que “tanto el ejemplo de Barclays como el de JP Morgan revelan que las cosas siempre terminan saliendo a la luz”, pero la única manera de lograr que este tipo de casos no se repitan es castigándolos “de forma intensa”. En su opinión, “no puede haber componendas porque básicamente lo que estos comportamientos hacen es poner en riesgo al propio sistema”.

“¿Y quién me bajará los tipos? Je, je, je...” ­–le dice un trader a un empleado de Barclays en tono jocoso. “Estaré aquí sí me necesitas” –le contestan sin ambages desde el banco. Son las conversaciones intervenidas por la Autoridad de Servicios Financieros de Reino Unido (FSA) que han protagonizado el último gran escándalo financiero. La trama se ha llevado por delante al presidente de Barclays, Marcus Agius, después de que su banco fuera multado con 455 millones de dólares por manipular el Libor (el tipo de interés interbancario inglés). Pero lo que más ha indignado a los ciudadanos ingleses no ha sido el caso de fraude en sí –que podría ser aún mayor– sino la ligereza con la que se estaba cometiendo, como han puesto de manifiesto los correos revelados por la FSA. En ellos traders y managers hablan de subir o bajar el Libor –un índice que sirve como indicador de hipotecas, deuda y derivados–, como si estuvieran jugando a cambiarse cromos en el patio.