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El regreso de la gota: la enfermedad se ha duplicado en los últimos veinte años
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"NO ES UN PROBLEMA DE DEJADEZ DEL PACIENTE"

El regreso de la gota: la enfermedad se ha duplicado en los últimos veinte años

“La gota ha duplicado su prevalencia e incidencia durante las últimas dos décadas”, señalaba recientemente la doctora Carmen Moragues, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología

Foto: El regreso de la gota: la enfermedad se ha duplicado en los últimos veinte años
El regreso de la gota: la enfermedad se ha duplicado en los últimos veinte años

“La gota ha duplicado su prevalencia e incidencia durante las últimas dos décadas”, señalaba recientemente la doctora Carmen Moragues, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología en su 38º Congreso Nacional, poniendo de manifiesto que a diferencia de lo que gran parte de la población cree, la gota no es una enfermedad del pasado, sino que es cada vez más frecuente y no tiene visos de remitir. Un reciente estudio de la Universidad de Boston señalaba que la enfermedad se ha duplicado en Estados Unidos durante los últimos veinte años y que afecta al 4% de la población, alrededor de 8,3 millones de estadounidenses. En España no existe una estadística oficial, pero la prevalencia mundial es de entre el 0,03 y el 15%, con zonas especialmente afectadas como Taiwan.

Alejandro Magno, Carlomagno, Enrique VIII, Benjamin Franklin y Felipe II la padecieronLa gota es una enfermedad metabólica que tiene su origen en un exceso de ácido úrico que provoca la formación de microcristales en las articulaciones, riñones y tejidos blandos. Es necesario que exista hiperuricemia para que se pueda dar la enfermedad gotosa, pero no toda la población que sufre un alto nivel de ácido úrico (alrededor del 7%) sufre necesariamente la enfermedad, que suele traducirse en episodios de dolor intenso y enrojecimiento e hinchazón de las articulaciones.

Las razones del aumento

El doctor Fernando Pérez-Ruiz, coordinador del Grupo de Estudio de Artritis Cristalinas de la Sociedad Española de Reumatología (GEASER) señala que “lo que está aumentando no es la incidencia, que permanece igual, sino la prevalencia”, es decir, el grupo de la población que tiene la misma enfermedad en un momento determinado. Las posibles razones, que “la población está envejeciendo, sufre más enfermedades y se están adoptando hábitos poco saludables”. Moragues añade que es normal que afecte a la población de edad más avanzada, ya que “son los que sufren más insuficiencia renal y consumen un mayor número de fármacos como diuréticos o aspirinas, que aumentan los niveles de ácido úrico”.

Pérez-Ruiz señala que “estamos abandonando la dieta mediterránea y consumiendo cada vez más comida basura, más alcohol y olvidando la dieta sana con legumbres, verduras…  Lo cual no quiere decir que comerse una hamburguesa en sí sea negativo, pero sí  hacerlo de forma abusiva”. Por su parte, Moragues añade que la dieta rica en purina, la comida proteica, las bebidas azucaradas y la occidentalización de la dieta han sido factores decisivos.

¿Una enfermedad de reyes?

Se trata de una dolencia que ha sido relacionada históricamente con los más poderosos, reyes y ricos. Alejandro Magno, Carlomagno, Enrique VIII, Benjamin Franklin y Felipe II la padecieron, por lo que ha sido caracterizada como la enfermedad de aquellos que podían permitirse más lujos. Hay determinados alimentos que aumentan el ácido úrico, como el marisco, un alimento rico en purinas. Por ello se trata de una enfermedad que  muchos consideran equivocadamente que no les puede afectar, cuando en realidad no hace falta llevar una vida llena de excesos para padecerla.

El doctor Pérez-Ruiz señala que “habría que reeducar a pacientes y médicos sobre tres puntos. En primer lugar, los pacientes suelen tener en cuenta sólo los episodios agudos, y considerar que si desaparecen los síntomas no hay enfermedad, lo que es incorrecto. En segundo lugar, se tiene la idea de que la gota no se puede curar y no es así. Los cristales de ácido úrico pueden ser eliminados con el tratamiento adecuado. Finalmente, se piensa que se trata de una enfermedad autoinfligida. Cuando se le dice a alguien que uno tiene gota te responden ‘claro, ¡con lo que te gusta salir por ahí!’, y no es cierto”.

Hace falta un factor genético que aún se desconoce para tener gotaMoragues señala que “más que un desconocimiento entre los pacientes, hay desconocimiento entre los médicos. Lo que ocurre con los enfermos es que cuando superan esa semana o esos diez días de ataque episódico y aprenden a convivir con el dolor crónico de bajo volumen, no vuelven a revisión”.

“En cuanto a los médicos, suelen proporcionar tratamientos no efectivos o mal pautados, por lo que el paciente desconfía y abandona”, prosigue Moragues. “Y ello a pesar de que las cuatro pautas básicas no son complicadas, pero los malos hábitos están extendidos”.

Pérez-Ruiz utiliza un símil para hablar de la percepción que existe sobre la enfermedad entre la población: “Mucha gente considera que, por ejemplo, la tuberculosis es una enfermedad tercermundista, que la puede tener un nigeriano y no un español. Con la gota pasa algo así, que se considera que es un mal que uno se busca y que no te puede afectar, pero no es un problema de dejadez del paciente”.

La influencia de la vida sana

La percepción popular hace que la gota se relacione con una forma de vida poco saludable, pero la ciencia ha desmentido tal punto. Algunos estudios llegan a afirmar que tan sólo en un 15% de los casos tiene influencia la vida del paciente sobre su enfermedad. Moragues señala que “seguramente hace falta un factor genético que aún se desconoce para tenerla. El problema real es la función renal, que limita la eliminación del ácido úrico”.

Una vez se ha diagnosticado la enfermedad, el tratamiento es sencillo y eficazPérez-Ruiz recuerda que “científicamente, hay una relación matemática, pero no una causalidad. En algunos casos, claro que puede influir, si por ejemplo pesas 120 kilos, te tomas ocho cañas al día y sales de marcha todas las noches. Pero no es así en la mayor parte de ocasiones. Piense en cien americanos, y coja a los veinte que peor se alimentan y a los veinte que mejor lo hacen. Se dará cuenta de que la diferencia entre ellos es de medio miligramo de ácido úrico, la mitad de la pastilla más pequeña en la que pueda pensar. El impacto clínico es muy reducido”. Y concluye matizando que “otra cosa es que por cuestión de salud general sea importante cuidarse, pero de ninguna forma hay que culpabilizar a los pacientes”.

Qué hacer

Como resultado de ese olvido de la gota entre la población, estamos inclinados a infravalorar su importancia. ¿Qué está en nuestra mano hacer, y a qué síntomas debemos estar atentos? “Quizá un screening de toda la población con ácido úrico alto sería demasiado dispendio”, señala el doctor Pérez-Ruiz. ”Se debe acudir al médico cuando se tenga una inflamación brusca en una articulación, como una mano o el pie rojos, que puede ir acompañada de malestar general, ya que puede tratarse de un episodio agudo”.

Moragues señala que “el síntoma más habitual y conocido por todos es el ataque al dedo gordo, que se pone rojo, hinchado y caliente”, aunque ambos investigadores recuerdan que “el 40% de inflamaciones se produce en rodilla, tobillo, mano o codo. Hay que atajarlo desde el principio, por las lesiones y los posibles efectos secundarios”. Moragues añade que la aparición de tofos, cúmulos de ácido úrico bajo la piel, es una señal a la que hay que estar atentos y acudir al médico inmediatamente. La doctora concluye que “una vez se ha diagnosticado la enfermedad, el tratamiento es sencillo y eficaz”.

“La gota ha duplicado su prevalencia e incidencia durante las últimas dos décadas”, señalaba recientemente la doctora Carmen Moragues, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología en su 38º Congreso Nacional, poniendo de manifiesto que a diferencia de lo que gran parte de la población cree, la gota no es una enfermedad del pasado, sino que es cada vez más frecuente y no tiene visos de remitir. Un reciente estudio de la Universidad de Boston señalaba que la enfermedad se ha duplicado en Estados Unidos durante los últimos veinte años y que afecta al 4% de la población, alrededor de 8,3 millones de estadounidenses. En España no existe una estadística oficial, pero la prevalencia mundial es de entre el 0,03 y el 15%, con zonas especialmente afectadas como Taiwan.