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El juicio que cuestiona la existencia de la meritocracia
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LA DEMANDA HA REVOLUCIONADO SILICON VALLEY

El juicio que cuestiona la existencia de la meritocracia

Cuando hace un par de semanas salió a la luz pública que la inversora Ellen Pao había presentado una denuncia contra sus compañeros de Kleiner, Perkins,

Foto: El juicio que cuestiona la existencia de la meritocracia
El juicio que cuestiona la existencia de la meritocracia

Cuando hace un par de semanas salió a la luz pública que la inversora Ellen Pao había presentado una denuncia contra sus compañeros de Kleiner, Perkins, Caufield & Byers por acoso sexual, todas las alarmas se dispararon en Silicon Valley, centro neurálgico de la industria tecnológica. La controversia era aún mayor teniendo en cuenta que KPCB es una de las firmas de dicho sector con mayor presencia femenina, al promover y confiar con relativa frecuencia en ellas para que ocupen sus puestos más importantes. La cuarta parte de sus cincuenta socios son mujeres, una cifra muy por encima de la media de las empresas tecnológicas, que se sitúa entre el 3% y el 5%. Al fin y al cabo, el perfil del geek informático, obsesionado por los avances tecnológicos y absorbido por su trabajo, suele corresponder con una figura masculina.

Pao, socia de capital riesgo de la empresa desde 2005, señalaba en su denuncia que se le había amenazado repetidamente con ser víctima del ostracismo profesional después de haber rechazado una proposición sexual por parte de uno de sus compañeros junior, Ajit Nazre. Ante la insistencia, Pao terminó acostándose con él. Cuando decidió poner fin a la relación, comenzó a ser objeto de continuos chantajes, denuncia la inversora. A partir de ese momento, Pao sería el objeto continuo de los ataques de Nazre, una situación que se ha prolongado cinco años hasta que finalmente se ha decidido a denunciar.

Una conspiración masculina

Pao acusa a sus compañeros de haber sido tratada con un perpetuo desdén, condescendencia y desprecio. Según el abogado de la trabajadora, la empresa también habría contribuido a su discriminación “promocionándola con menos frecuencia que a sus compañeros, pagándole menos por el mismo trabajo, y reduciendo el número de inversiones que se le permitía hacer”. Por primera vez en mucho tiempo, Silicon Valley es el centro de todas las miradas no por sus descubrimientos, sino por una polémica que se pregunta si el mundo de la tecnología sigue siendo inaccesible para las mujeres.

Greg McAdoo afirmó que Silicon Valley es una de las grandes meritocracias del mundoSegún aclara en la denuncia, uno de los directores de la marca, Randy Komisar, le aseguró en una ocasión que “ninguna mujer triunfará en Kleiner porque son demasiado silenciosas”, mientras que otro directivo impidió que las mujeres de la empresa asistieran a una cena en la que habría de firmarse un gran acuerdo porque “arruinarían el clima”. No se trata, sin embargo, del primer caso de acoso en el Valle: el CEO de Hewlett-Packard Mark Hurd tuvo que dimitir después de ser acusado de conducta inapropiada hacia una trabajadora. Curiosamente, su puesto es ahora ocupado por una mujer, Meg Whitman.

Reacciones encontradas

Otro de los debates que ha reabierto el caso es si realmente Silicon Valley es esa meritocracia que pretende ser, en la que los más talentosos, trabajadores y visionarios son los que llegan más lejos. Según la historia de Pao, aún seguirían presentes los prejuicios de género, un síntoma de desigualdad en un sistema que se presenta como uno de los más justos del mundo. Greg McAdoo de Sequoia afirmó apenas un día después de conocerse el caso que la industria del capital riesgo es “una de las grandes meritocracias del mundo”. Para el inversor, el caso de Pao no pone de relieve la injusticia del sistema, sino que se trata de una excepción consustancial al género humano. “No tengo ninguna duda que este tipo de problemas aparecerán cada cierto tiempo, porque es lo que suele ocurrir con la humanidad”. Y concluía recordando que “buscamos a gente que pueda ayudar a nuestras compañías a convertirse en grandes negocios con el tiempo y no nos gusta preguntar sobre su sexo o su pasado”. 

Sin embargo, McAdoo fue el único en dar la cara, además del autor de The Facebook Effect, David Kirkpatrick, que calificó el caso como “interesante”. Entre los que prefirieron no realizar ningún comentario se contaban Michael Arrington de CrunchFund, Josh Kopelman de First Round, o Mike Abbott de la propia KPC&B. Abbott lleva apenas medio año en la empresa y, curiosamente, ha tratado regularmente el tema de las mujeres en el mundo de la empresa tecnológica. En un artículo publicado en 2010, Abbott se unía al discurso de sus compañeros al señalar que “el éxito en Silicon Valley está más determinado por el mérito propio que en cualquier otro lugar del planeta. No importa lo viejo que seas, cuál sea tu sexo, qué políticas apoyes o de qué color seas. Si tu idea es buena y puedes llevarla a cabo, puedes cambiar el mundo y ser auténtica, apestosamente rico”.

Dicha opinión se recogía en una entrada del blog de TechCrunch que respondía a la acusación de su compañera Rachel Sklar de que la compañía “no se había percatado de su abusivo machismo”. Abott respondía señalando que ellos ponían todos los medios para conseguir que el mayor número posible de mujeres participase en sus charlas, pero que a pesar de ello, sólo podían encontrar un 10%, generalmente formado por las mismas personas. Una explicación, por lo tanto, estadística: “El problema es que no hay suficientes mujeres emprendedoras”. Una visión semejante a la de McAdoo, que pedía “recordar antes los hechos y la historia del negocio, para juzgar”.

Un caso complejo

Según la acusación, todo el aparato de la empresa contribuyó a ocultar el caso. John Doerr, jefe de Pao, nunca hizo nada por solucionar el problema. Sin embargo, el director de la compañía afirma que no supo hasta hace cinco meses lo que estaba ocurriendo, momento en el que se contrató a un abogado para que realizase una investigación en profundidad. Finalmente, llegó a la conclusión de que no había base suficiente para la denuncia.

Nazre se ha visto obligado a abandonar la empresa después de la investigaciónDe igual manera que el artículo publicado el pasado fin de semana en The New York Times definía el caso como “un importante paso adelante en la historia de la mujer, la tecnología y Silicon Valley”, otras voces han puesto en tela de juicio la actitud de Pao durante todo el proceso. Algunos han criticado que no haya abandonado KPC&B después de sufrir tales vejaciones, ya que tal y como aseguró la inversora en Quora el pasado lunes: “ni he abandonado la empresa ni la abandonaré”. Por ejemplo, Forbes publicaba un artículo que llevaba como titular ¿Demandar a tu jefe y aun así ir a trabajar?, donde se sugería que una de sus posibles motivaciones es que abandonar la firma podría jugar en su contra durante el proceso judicial. Esta decisión ha recibido igualmente el aplauso de algunos compañeros como Dave McClure de 500 Startups, que respondió con un “¡resiste ahí, Ellen!”.

Otros se han preguntado cómo es posible que ningún cargo superior pusiese freno a la situación teniendo en cuenta lo que podría significar para la empresa, cómo Pao pudo aguantar cinco años sin abrir la boca y, por último, cómo puede afirmar en su denuncia no recordar cuántas veces se acostó con su compañero, teniendo en cuenta que define su relación como “breve”.

Se ha considerado también que la auténtica víctima del asunto es Nazre, que se ha visto obligado a abandonar la empresa inmediatamente después de la investigación, a pesar de no haber sido declarado culpable por la justicia. Puntos aún por aclarar en un proceso que promete dar mucho de sí. El siguiente paso será la respuesta oficial de KPC&B, prevista para el 13 de junio.

Cuando hace un par de semanas salió a la luz pública que la inversora Ellen Pao había presentado una denuncia contra sus compañeros de Kleiner, Perkins, Caufield & Byers por acoso sexual, todas las alarmas se dispararon en Silicon Valley, centro neurálgico de la industria tecnológica. La controversia era aún mayor teniendo en cuenta que KPCB es una de las firmas de dicho sector con mayor presencia femenina, al promover y confiar con relativa frecuencia en ellas para que ocupen sus puestos más importantes. La cuarta parte de sus cincuenta socios son mujeres, una cifra muy por encima de la media de las empresas tecnológicas, que se sitúa entre el 3% y el 5%. Al fin y al cabo, el perfil del geek informático, obsesionado por los avances tecnológicos y absorbido por su trabajo, suele corresponder con una figura masculina.