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Las cinco películas que definen la España posterior a la Transición
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DE 'LA ASIGNATURA PENDIENTE' A LA 'ASIGNATURA APROBADA'

Las cinco películas que definen la España posterior a la Transición

La última película de David Trueba, Madrid,1987, convoca en el reducido espacio de un baño público dos distintas generaciones de la historia española: la que vivió

Foto: Las cinco películas que definen la España posterior a la Transición
Las cinco películas que definen la España posterior a la Transición

La última película de David Trueba, Madrid,1987, convoca en el reducido espacio de un baño público dos distintas generaciones de la historia española: la que vivió su infancia en guerra y luchó para presenciar la Transición, y la que nació ya a la luz de la democracia. Ambientada a finales de los ochenta, el largometraje pone de manifiesto la brecha existente entre ambas figuras, la primera, representada por el periodista Miguel (José Sacristán), y la otra, por Ángela (María Valverde) que ha crecido en la boyante despreocupación del Madrid de los ochenta, el de Enrique Tierno Galván y la Movida.

1987 es precisamente el año en que el pequeño de los Trueba comenzó a estudiar periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, así que comparte generación con su protagonista femenina. También fue el año en el que Basilio Martín Patino realizó su propio Madrid y en el que La ley del deseo de Pedro Almodóvar fue estrenada. La Movida tocaba a su fin, el consumo de estupefacientes declinaba significativamente y Nacha Pop, La Mode y Derribos Arias se acababan de separar o les faltaba poco para hacerlo. Al mismo tiempo, ETA atentaba en Hipercor y en la casa-cuartel de Zaragoza, dejando más de treinta muertos y cien heridos. Los noventa se encontraban a la vuelta de la esquina.

El personaje de Sacristán, por edad, podría haber apreciado en su día las películas de Carlos Saura, reivindicado con la boca pequeña las mayores herejías de Luis Buñuel o viajado a Francia a ver El último tango en París (Bernardo Bertolucci, 1972). La Ángela de María Valverde, por su parte, se encontrará a día de hoy en los puestos de responsabilidad de alguna gran empresa, intentando capear de la mejor forma posible una crisis que nunca habría pensado que tendría que afrontar. Quizá no llegase a conocer Rock-Ola, pero seguramente sí pasase más de una noche entre los cortinajes rojos de El Sol o escuchase, gracias a su hermano mayor, las grabaciones de Alaska y Dinarama, Los Secretos, o incluso Leño. No sólo han vivido épocas distintas, sino que sus gustos cinematográficos y musicales desvelan dos formas distintas de entender la vida.

La nostalgia de lo perdido: Asignatura pendiente (José Luis Garci)

Nuevo cine para una nueva sociedad: Númax presenta (Joaquín Jordá, 1980)

De entre la gran cantidad de propuestas heterogéneas que se podían encontrar en las carteleras españolas durante el paso de los setenta a los ochenta —del cine quinqui de José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia a las propuestas sin continuidad de Iván Zulueta o Paulino Viota, pasando por los reductos del destape—, quizá una de las más avezadas, más de treinta años vista, sea la propuesta documental del catalán Joaquín Jordá.

En un país donde la lucha obrera había sufrido una estigmatización continua, el fallecido director presentaba al espectador toda una experiencia de autogestión llevada a cabo por una empresa barcelonesa de electrodomésticos. Se trata de una propuesta que concilia la mirada hacia el futuro —Jordá bromeaba con las concesiones realizadas por Santiago Carrillo durante la legalización del Partido Comunista— con la melancolía propia de toda decepción: en sus compases finales, la euforia daba paso al desencanto por el fracaso del proyecto. Pocas películas semejantes se pueden encontrar ya no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero.

Una nueva comedia: Ópera prima (Fernando Trueba, 1980)

El debut del hermano mayor de David, Fernando, es lo que suele considerarse una película generacional. Enmarcado en lo que se llamó Nueva Comedia Madrileña, Trueba retrataba las vicisitudes de un grupo de personajes desconcertados, cuyo patetismo cómico era una evolución del serio compromiso de los progres de Garci. En una línea cercana se encuentran el Fernando Colomo de Tigres de papel (1977) y ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? (1978) o el José Luis Cuerda de Pares y nones (1982).

Se trata de un tipo de comedia que parece haber conocido un cierto revival en tiempos recientes: no sólo en películas de Borja Cobeaga como Pagafantas (2007), en la que aparecía uno de los mayores iconos de época, Óscar Ladoire, o No controles (2010), sino incluso en una película tan en principio ajena como Extraterrestre, de Nacho Vigalondo.

El oasis de libertad: Laberinto de pasiones (Pedro Almodóvar, 1982)

Un terrorista islámico, una joven adicta al sexo, un psicoanalista incestuoso y el hijo de un emperador árabe transitan por el segundo largometraje del hoy en día más famoso director del cine español. La imagen que esta película epítome de La Movida ofrece del Madrid los ochenta trasciende la del “rompeolas de las Españas” enunciada por Machado para convertirse en un auténtico “maremágnum del planeta”, donde cualquier práctica sexual, expresión cultural o estética tienen cabida.

La desmaña a lo John Waters del manchego contrasta con la precisión formalista que caracteriza ahora su cine, pero proporcionaba al largometraje una fluidez y desenfado que se encontraba en consonancia con su contenido y se anteponía al acartonamiento del que ciertas películas de la anterior generación hacían gala.

Borrón y cuenta nueva: Asignatura aprobada (José Luis Garci, 1987)

Al igual que ocurría con su precedente, el título de la película realizada por José Luis Garci el mismo año en el que transcurre la acción de la nueva película de David Trueba ya apuntaba al cierre de un ciclo en un momento en el que la sociedad ya había cambiado y una nueva generación estaba tomando el relevo. En la cinta del madrileño, su protagonista, José Manuel Alcántara (Jesús Puente), abandonaba Madrid (la gran ciudad) por una relajada vida al lado del mar en Asturias, tras ser abandonado por su mujer y haber fracasado profesionalmente.

Su argumento resume a la perfección la situación que encaraba, a finales de los ochenta, la generación de Garci y Sacristán. La sociedad ya había cambiado, y sus principales agentes comenzaban un repliegue hacia los cuarteles de invierno de las aficiones y la nostalgia. Así, Fernando Trueba anunciaba con El año de las luces la deriva que le conduciría a Belle Époque y su Oscar a la Mejor Película Extranjera, mientras Carlos Saura se sumergía en sus musicales. Garci no volvería a dirigir hasta bien entrados los noventa, ya desprovisto de toda intención generacional, como ocurrió con Manuel Gutiérrez Aragón tras Malaventura (1988).

Nuevas generaciones, nuevos intereses

Fue también la era de las adaptaciones, impulsadas por la Ley Miró. La propia Pilar rodaría Beltenebros (1991), Mario Camus adaptaría La casa de Bernarda Alba (1987), Carlos Saura haría lo propio con ¡Ay, Carmela! (1990) de Sanchis Sinisterra e Imanol Uribe entregaría El rey pasmado (1991), de Gonzalo Torrente-Ballester.

Al mismo tiempo, nombres tan dispares como Julio Médem, Álex de la Iglesia, Agustí Villaronga, Felipe Vega, José Luis Guerín o Enrique Urbizu estaban dando o se encontraban a punto de dar ya sus primeros pasos. Una nueva quinta, con nuevos y propios intereses, pero ya alejada de las preocupaciones de sus padres o hermanos mayores. La generación de la joven Ángela, y también la de David Trueba.

La última película de David Trueba, Madrid,1987, convoca en el reducido espacio de un baño público dos distintas generaciones de la historia española: la que vivió su infancia en guerra y luchó para presenciar la Transición, y la que nació ya a la luz de la democracia. Ambientada a finales de los ochenta, el largometraje pone de manifiesto la brecha existente entre ambas figuras, la primera, representada por el periodista Miguel (José Sacristán), y la otra, por Ángela (María Valverde) que ha crecido en la boyante despreocupación del Madrid de los ochenta, el de Enrique Tierno Galván y la Movida.