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Los nuevos tabúes: temas que no podemos tratar en público
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LAS MINORÍAS ESTABLECEN MÁS "ZONAS SENSIBLES"

Los nuevos tabúes: temas que no podemos tratar en público

Hay ciertas cosas de las que no se puede hablar abiertamente en público. Cambian con el tiempo, según la zona y el contexto, pero están ahí,

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Los nuevos tabúes: temas que no podemos tratar en público

Hay ciertas cosas de las que no se puede hablar abiertamente en público. Cambian con el tiempo, según la zona y el contexto, pero están ahí, como una verja eléctrica que da un calambre a quién la traspasa. La pasada semana se electrocutaron Günter Grass, por sus críticas al estado de Israel, y el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plá, que arremetió contra la homosexualidad y el aborto en una homilía retransmitida en la televisión pública. Ayer mismo, la Liga contra el racismo y el antisemitismo de Francia pidió a un tribunal de París que se prohíba la película El antisemita (‘L'Antisémite’), el último trabajo del polémico humorista galo Dieudonné M'bala, al que tildan de negacionista.

La corrección política nació en Estados Unidos, en el ámbito universitarioLas confesiones religiosas no son las únicas sensibles a las críticas. Lo son de hecho todas las minorías, las ideologías, las naciones –la expresión “sensibilidad nacional” lo deja bien claro– y cualquier grupo social que esté dispuesto a ofenderse.

La sociedad contemporánea ha ido derribando tabúes, quizás el sexo es el ejemplo más claro, pero la cultura de lo políticamente correcto ha instaurado muchos otros. El periodista y crítico de cine Jordi Costa, que ha explorado ampliamente el tema de los tabúes en la creación cultural, cree que “en la época en la que vivimos cada vez hay más zonas sensibles”. Costa explica que la corrección política nació en Estados Unidos, en el ámbito universitario, y se extendió a todos los niveles ampliando así las fronteras de la sensibilidad. Fue entonces cuando se empezó a hablar de la comunidad afroamericana para referirse a los que hasta entonces habían sido negros, y cambió el propio lenguaje, que adoptó todo tipo de eufemismos con la pretensión de corregir las desigualdades.

La sensibilidad de las minorías

Todas las minorías no consolidadas tienen dificultades para aceptar las críticasPara entender el funcionamiento de los tabúes hay que preguntarse cuándo algo generalizado, o al menos tolerado, pasa a ser proscrito. Fermín Bouza, catedrático de sociología de la Universidad Complutense, cree que la mayoría de tabúes contemporáneos han surgido por la actitud defensiva de las minorías. Es el caso de la comunidad judía, la afroamericana en EE.UU., los nacionalistas de todo signo, los homosexuales e, incluso, las mujeres, que pese a no ser minoría han pasado, y están pasando, por un proceso similar: de la desigualdad a la igualdad. En opinión de Bouza, “todas las minorías no consolidadas tienen dificultades para aceptar las críticas, pues hacen daño”. Para el catedrático, el caso de la comunidad judía es el más notorio: “Se trata de una minoría que ha sufrido mucho y sigue en una actitud defensiva, pues está en una situación complicada y no tolera ninguna crítica a su forma de estar en el mundo. Israel no ha llegado al punto en el que la crítica pueda fluir. Es un terreno enormemente prohibido”.

Los tabúes aparecen como mecanismos de defensa pero, ¿cumplen su cometido? Bouza cree que no. Lo mejor que le podría ocurrir a las minorías es “que la crítica fluyera con total libertad”. En su opinión, ocultar las discrepancias sólo sirve para engañarnos sobre la realidad que nos rodea, por eso le parece bien que el obispo de Alcalá arremetiera contra el aborto y los homosexuales: “Así sabemos lo que verdaderamente piensa la Iglesia sobre los gais”.

¿Libertad de expresión o corrección?

Un político tiene que ser más cuidadosoLas “zonas sensibles”, aquellos temas que hay que tratar con sumo cuidado, son puntos negros en los que el respeto suele colisionar con la libertad de expresión. En este punto las opiniones son divergentes. Bouza cree que “la libertad de expresión es sagrada y debe prevalecer sobre el respeto, salvo en ocasiones muy excepcionales”. Costa, que ejerce como periodista y conoce bien las líneas que no se pueden traspasar, cree que hay que saber distinguir el tipo de discurso: “Cualquier transgresión del tabú en el debate intelectual, el arte, la cultura o el humor es lícito. Un político tiene que ser más cuidadoso y debería ser una voz más civilizada. Aunque no debe amordazarse necesariamente por la corrección, debe ser capaz de dialogar”.

Agustín García Matilla, catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Valladolid en Segovia, cree que, a día de hoy, “no hay nada que no se pueda tratar”. Otra cosa, explica, es que haya temas “que deban tratarse de forma políticamente correcta”. En ese sentido cree que Grass no ha sido cuidadoso en su crítica a Israel: “A un intelectual se le debe exigir que matice. Las opiniones absolutas no son propias de alguien que ejerce un liderazgo en el pensamiento”.

El tabú en los medios

El tratamiento que ha tenido el accidente de Froilán habría sido inconcebible hace muy pocos añosEn la creación y transgresión de “zonas sensibles” cobran un papel de especial importancia los medios de comunicación, que en última instancia son los que trasmiten los mensajes y abonan la opinión pública. Pero los medios están sujetos a la inversión publicitaria y hay temas con los que hay que tener especial cuidado. Bouza cree que debemos ser realistas: “No se puede cargar contra aquel que paga la publicidad”. Las empresas no quieren polémicas que sean contraproducentes, por lo que un medio que reiteradamente transitara sin el cuidado necesario las “zonas sensibles” perdería gran parte de las inversiones.

En cualquier caso, los tabúes cambian. Sólo hay que ver cómo ha evolucionado la cobertura en España de la información relativa a la Monarquía. Matilla cree que la propia dinámica informativa ha derribado la sensibilidad hacia la Familia Real: “El tratamiento que ha tenido en los medios el accidente de Froilán habría sido inconcebible hace muy pocos años”.

Pese a eso, apunta Costa, hay un factor que en muchas ocasiones se sigue imponiendo: el miedo. Sólo hay que recordar lo que ocurrió con las viñetas de Mahoma que público un diario danés y que desataron la ira en el mundo islámico. Es en este punto dónde entran en juego los fundamentalismos. “Enfoques de pensamiento”, explica Costa, “que tienen más que ver con lo medieval que con lo contemporáneo”. “Como mínimo debería existir la posibilidad de criticar lo que sea”, concluye el periodista. 

Hay ciertas cosas de las que no se puede hablar abiertamente en público. Cambian con el tiempo, según la zona y el contexto, pero están ahí, como una verja eléctrica que da un calambre a quién la traspasa. La pasada semana se electrocutaron Günter Grass, por sus críticas al estado de Israel, y el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plá, que arremetió contra la homosexualidad y el aborto en una homilía retransmitida en la televisión pública. Ayer mismo, la Liga contra el racismo y el antisemitismo de Francia pidió a un tribunal de París que se prohíba la película El antisemita (‘L'Antisémite’), el último trabajo del polémico humorista galo Dieudonné M'bala, al que tildan de negacionista.