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"Cada vez se me pasa el tiempo más rápido"
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LOS JÓVENES TIENEN UNA PERCEPCIÓN DISTINTA

"Cada vez se me pasa el tiempo más rápido"

Uno de los hoax más curiosos de los que circulan por la red, esos bulos que se propagan de ordenador por ordenador como internáuticas leyendas urbanas,

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"Cada vez se me pasa el tiempo más rápido"

Uno de los hoax más curiosos de los que circulan por la red, esos bulos que se propagan de ordenador por ordenador como internáuticas leyendas urbanas, es el que dice que desde hace dos décadas el tiempo pasa cada vez más rápido. La supuesta explicación cientifista, cruzada cómo no con profecías mayas e ideas new age, aduce que la resonancia Schumann, una magnitud que se relaciona con el movimiento de la Tierra, se ha elevado durante las últimas décadas. Así que lo que en un pasado eran veinticuatro horas, hoy son en realidad dieciséis, aunque nuestros relojes digan lo contrario.

Dicha teoría parece ser bien recibida porque efectivamente, mucha gente parece sentirse así, ya que es cierto que cuanto mayores somos, más rápido parece pasar el tiempo. Sin embargo, las razones no son extrínsecas ni responden a conspiraciones secretas, sino que son propias a cada persona y tienen que ver con su memoria, su percepción, su biología y su propia experiencia.

"Si pasas un día haciendo cosas interesantes, como por ejemplo, viajar de Madrid a París, con una parada en el mar y una excursión a las montañas, entonces el tiempo parece ir más rápido, pero cuando te metas en la cama por la noche, parecerá que el día ha sido inacabable y sentirás que llevas dos días viajando", cuenta a El Confidencial el profesor de la Universidad de Jena y sociólogo Hartmut Rosa. "Por otra parte, cuando pasas un día completamente aburrido, esperando a que algo ocurra, entonces el tiempo pasará dolorosamente lento. Pero por la noche te parecerá que ha sido un día corto, como si te acabases de levantar, así que tu cerebro concluye que no pueden haber pasado tantas horas".

La memoria ocupa un papel protagonista en el paso del tiempo: nuestra percepción del mismo no depende del tiempo objetivo, externo, sino de los recuerdos que hemos almacenado. "La explicación es que en el primer ejemplo, el del viaje, obtienes un gran número de recuerdos que se almacenan en tu cerebro, por lo que parece que ha sido un día largo. En el segundo ejemplo, nada te ha llamado la atención lo suficiente para ser almacenado", prosigue Rosa. "Para un niño, el mundo está lleno de sorpresas y todo parece nuevo. Así que las seis semanas de vacaciones de verano se consideran un océano de tiempo, mientras que para el anciano, la mayor parte es rutina, no hay nada que descubrir, por lo que en Nochevieja se siente como si el año hubiese pasado volando".

Recordamos lo que hicimos

Percibimos el tiempo presente de igual forma a cualquier edadCuando intentamos recordar determinado período de tiempo, no traemos a nuestra cabeza el abstracto tiempo objetivo en sí, sino que rememoramos las actividades que realizamos durante dicho período. Cuantos más recuerdos seamos capaces de almacenar en un período de tiempo, más largo nos parecerá el mismo. Por ello, la infancia, en la que hemos descubierto el mundo y hemos experimentado por primera vez gran cantidad de cosas, parece haber pasado lentamente: a partir de nuestra madurez, con pocos descubrimientos nuevos, los recuerdos significativos son menores. Los días que antes estaban llenos de novedades, ahora se encuentran vacíos. Como señala Rosa, "las cosas que son nuevas para nosotros, que nos impresionan, son memorizadas, y dejan una marca en nuestra memoria. Cuanto más recordamos de un día o una semana, más tiempo parece haber pasado en retrospectiva. Esa es la bien conocida paradoja psicológica del tiempo".

Un estudio realizado por Marc Wittmann y Sandra Lehnhoff titulado Age Effects In Perceptions Of Time llegó a la conclusión de que en realidad percibimos el tiempo presente de igual forma que cuando éramos pequeños. Eran los períodos de tiempo más largos (por ejemplo, un año o una década) los que eran percibidos de forma más rápida por los más mayores, hasta llegar a los cincuenta años, edad en la que la concepción del tiempo deja de alterarse. Por el contrario, la percepción de períodos más cortos, como una semana, no sufrían una variación significativa.

Los niños no entienden el tiempo

Rosa apunta otra explicación que tiene que ver con nuestra propia experiencia: "Medimos el tiempo, de forma psicológica, comparándolo con lo que ya hemos vivido. Así que cuando tenemos ocho años, seis semanas es diez veces más que cuando tenemos ochenta". Esa es la razón por los enfermos terminales suelen sentir una mayor presión temporal que la mayor parte de la población a pesar de disponer de más tiempo libre, pues su conciencia de la finitud de su vida es mucho más grande.

Los animales que hibernan durante el invierno ralentizan tanto su metabolismo que cuando se levantan tres meses más tarde piensan que sólo ha transcurrido una noche Además, los niños carecen de la misma concepción del tiempo que los adultos, pues aún no han desarrollado una conciencia clara del mismo. "El pasado", suele ser equivalente a "ayer", y el "futuro", es un equivalente a "mañana": hasta los siete años, según la clasificación canónica de Jean Piaget, no adquieren herramientas cognitivas que les permitan entender períodos de tiempo mayores, y por lo tanto, su vida es prácticamente un presente continuo. Es un factor importante, ya que el cumplimiento de metas y objetivos acelera el tiempo: si conseguimos realizar algo planeado con anterioridad, sentimos que entre el plan y su consecución ha transcurrido menos tiempo del que realmente ha pasado.

Otro factor juega un papel crucial: según cuenta Wittmann, la atención es decisiva en nuestra percepción del paso del tiempo. Siempre y cuando estemos ocupados en otra actividad, no prestaremos atención al reloj, y por lo tanto sentiremos que el tiempo se ha pasado volando. Si por el contrario, focalizamos nuestra atención en dejar que el tiempo pase, como cuando esperamos nuestro turno en una cola o en el médico, sentiremos que transcurre mucho más lentamente. Ello explica que los ancianos utilicen a menudo metáforas referentes a la lentitud del tiempo: cuando nada interesante parece ocurrir, uno es atrapado irremisiblemente en la contemplación del paso del tiempo.

Lo biológico

"Algunos biólogos explican que los animales que hibernan durante el invierno deceleran y ralentizan tanto su metabolismo que parece ser que el tiempo vuela para ellos: cuando se levantan tres meses más tarde, piensan que sólo ha transcurrido una noche. Desafortunadamente, no podemos preguntarles si es así", prosigue en su explicación Rosa, apuntando la tercera explicación, la propiamente biológica.

Michel Siffre tardó cinco minutos en contar hasta ciento veinte

Así, los procesos de nuestro propio cuerpo servirían de reloj interno. Cuando crecemos y nos desarrollamos en la infancia, el tiempo parece pasar más lentamente, mientras que cuando nuestro cuerpo deja de crecer, ocurre lo contrario. "En el cuerpo joven, los procesos metabólicos son muy rápidos, como lo son los movimientos físicos y las capacidades intelectuales; cuanto más viejo te haces, más lento funciona tu metabolismo. Por lo tanto, mientras el niño es rápido, el tiempo pasa lentamente, y viceversa", señala Rosa.

Aprovechar el tiempo

Es el caso de lo ocurrido con el célebre espeleólogo francés Michel Siffre, considerado el padre de la cronobiología. Siffre se encerró durante dos meses en el abismo de Scarrasson, al sur de los Alpes, sin relojes ni ninguna forma de diferenciar entre el día y la noche, y mantuvo su temperatura corporal por debajo de los 34º. Al salir, estimó ante los investigadores que había estado nada más que veintiséis días encerrado, y cuando se le pidió que contase ciento veinte segundos, tardó cinco minutos en hacerlo: su cuerpo percibía el tiempo más de dos veces más lentamente.

Quizá entonces la clave para que no sintamos que el tiempo se nos desliza entre los dedos sea llenar nuestros días con actividades, novedades y nuevos retos. El filósofo alemán Arthur Schopenhauer decía que "la gente vulgar sólo piensa en pasar el tiempo; el que tiene talento, en aprovecharlo". Desde luego, y a tenor de lo anteriormente visto, podríamos concluir que, según el pesimista pensador, a la gente que tiene talento se le pasa el tiempo mucho más rápido en el día a día y más lento en el largo plazo, ya que sus años han estado colmados de experiencias.

Uno de los hoax más curiosos de los que circulan por la red, esos bulos que se propagan de ordenador por ordenador como internáuticas leyendas urbanas, es el que dice que desde hace dos décadas el tiempo pasa cada vez más rápido. La supuesta explicación cientifista, cruzada cómo no con profecías mayas e ideas new age, aduce que la resonancia Schumann, una magnitud que se relaciona con el movimiento de la Tierra, se ha elevado durante las últimas décadas. Así que lo que en un pasado eran veinticuatro horas, hoy son en realidad dieciséis, aunque nuestros relojes digan lo contrario.