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El miedo a la libertad (también sexual)
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EN BUSCA DE UN 'ARTE DE AMAR' DISTINTO

El miedo a la libertad (también sexual)

Cuando se trata de la sexualidad humana, incluso quien se considera liberal suele trazar una línea imaginaria tras la que se abre un abismo infranqueable, el

Foto: El miedo a la libertad (también sexual)
El miedo a la libertad (también sexual)

Son ilustrativas las palabras de Erich Fromm en El miedo a la libertad: “…Sin embargo, si las condiciones económicas, sociales y políticas…no ofrecen una base para la realización de la individualidad en el sentido mencionado (solidaridad, amor y trabajo) mientras que al mismo tiempo las personas han perdido los lazos que les daban seguridad, esta discrepancia convierte la libertad en una carga intolerable. Se convierte en algo idéntico a la duda, en una clase de vida que carece de sentido y dirección. Poderosas tendencias inclinan al sujeto a escapar de esta clase de libertad buscando la sumisión o alguna clase de relación con el hombre y con el mundo que prometa el alivio de la incertidumbre, incluso aún cuando con ello se vea desposeído de su libertad”. En otros términos, los individuos y  pueblos renuncian a su libertad y delegan la toma de decisiones en formas de gobierno y moralidades autoritarias para evitar la angustia aparejada al hecho de tener que afrontar sus destinos.

La infracción del mandato divino

¿Pero qué hay de formidable, y por tanto de temible, en nuestra condición sexuada para que los individuos acepten gustosos la imposición de idearios sexuales que en realidad derivan de las necesidades particulares de las castas dominantes de cada momento sociohistórico? ¿Qué les lleva a preferir una biografía rutinaria, robótica, de autómatas que aceptan fluir con la corriente imperante y que según Fromm les aboca a querer destruirse destruyendo el mundo?

Se exhibe desnudo a quien desafía lo políticamente correcto

Retomando su explicación del advenimiento al poder del fascismo alemán, en su famosa aplicación del mito bíblico, cuando Adán y Eva se descubren desnudos después de haber probado el fruto del árbol de la ciencia, ¿cuál es el horror que les lleva a despreciar sus desnudeces, a temerlas, a proscribirlas? Su infracción del mandato divino los convierte en seres autónomos, responsables de su futuro, al tiempo que los separa irremediablemente de la naturaleza, hasta ahí todo comprensible. Sin embargo, esto no parece explicar suficientemente su terror, su pudor, su culpa. Lo determinante es que se han apartado del Código.

Algo nos desasosiega profundamente al percibir que se exhibe desnudo a quien desafía lo establecido y políticamente correcto en su proceso de sexuación o al que desarrolla una sexualidad no concordante en calidad o cantidad, tiempo, forma o manera con lo normativizado. La respuesta es clara y tiene que ver con nuestro miedo a la libertad de los deseos, del cuerpo y de sus placeres, a la capacidad que atribuimos a esta libertad de crear el caos.

Al este del Edén

Parece un futurible decir que si Adán y Eva no se hubiesen escandalizado al contemplarse desnudos, la historia, y por extensión la biografía íntima de “casi todos sus descendientes” habría sido muy distinta. Sea como fuere, parece más que probable es que habría seguido desarrollándose al este del Edén.

Diversos autores han abogado en los últimos años por resaltar que las sociedades occidentales han madurado suficientemente para que sus individuos puedan regir su destino sexuado haciendo de ello la obra original de sus protagonistas, y en tanto que no prescrita por ningún código, su obra maestra. La realidad de personas llegadas a consultorios, apostillas a columnistas y blogs, así como las llamadas telefónicas a servicios de orientación sexológica, demuestran lo contrario.

Se compran y devoran los manuales que indican 'Cómo satisfacer a su pareja en diez días”

Hoy más que nunca se pretende concordar con la norma (la actual e imperante, a la fuerza menos inflexible para incluir cierta anomalía en su seno, pero “norma” al fin y al cabo). Se aspira a mantenerse al día de las modas y tendencias de la bandada para no tener que afrontar nunca el miedo a volar en solitario, asumiendo así que es preferible renunciar a la libertad de explorar por uno mismo y no arriesgarse a ser marginado por la mayoría imperante. Se compran y devoran los manuales que indican “Cómo hacer para satisfacer a su pareja en diez días” o cualquier “secuela” en la que un presunto experto explica cómo interiorizar la norma, como amoldarnos mejor al papel gregario que se nos permite tener.

La clase de amor que puede nacer de este sucedáneo de libertad, sea cual sea, no es el Arte de amar que defendería el autor alemán. Lejos de los atributos de cuidado, atención y responsabilidad, es buen sustrato para,  bajo las condiciones atmosféricas oportunas, generar los sentimientos y actos más destructivos.

Javier Sánchez García* es psiquiatra y sexólogo. Salud y Bienestar Sangrial.

Son ilustrativas las palabras de Erich Fromm en El miedo a la libertad: “…Sin embargo, si las condiciones económicas, sociales y políticas…no ofrecen una base para la realización de la individualidad en el sentido mencionado (solidaridad, amor y trabajo) mientras que al mismo tiempo las personas han perdido los lazos que les daban seguridad, esta discrepancia convierte la libertad en una carga intolerable. Se convierte en algo idéntico a la duda, en una clase de vida que carece de sentido y dirección. Poderosas tendencias inclinan al sujeto a escapar de esta clase de libertad buscando la sumisión o alguna clase de relación con el hombre y con el mundo que prometa el alivio de la incertidumbre, incluso aún cuando con ello se vea desposeído de su libertad”. En otros términos, los individuos y  pueblos renuncian a su libertad y delegan la toma de decisiones en formas de gobierno y moralidades autoritarias para evitar la angustia aparejada al hecho de tener que afrontar sus destinos.