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Qué hacer cuando el parto no es como lo habías soñado (II)
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Qué hacer cuando el parto no es como lo habías soñado (II)

“Compartir la experiencia traumática con otros es condición indispensable para restituir la sensación de existencia de un mundo con sentido”, asegura Judith Herman, para quien la

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Qué hacer cuando el parto no es como lo habías soñado (II)

“Compartir la experiencia traumática con otros es condición indispensable para restituir la sensación de existencia de un mundo con sentido”, asegura Judith Herman, para quien la curación del trauma necesita del reconocimiento y de la restitución por parte de la comunidad. Esto ya pasó con otros “traumas” en la historia de la humanidad, como los de guerra o los causados como consecuencia de la violencia contra las mujeres. Mientras se premiaba a los soldados cuando se sentían fatal tras volver de la guerra, se encontraba normal que un hombre pegara a su mujer, lo que entorpecía enormemente la posibilidad de recuperación. No fue hasta que empezó a reivindicarse el sufrimiento de estas personas cuando pudieron sentirse aliviadas. Cuando se reconoció el trauma, se luchó por una solución y por un alivio del mismo.

En el caso del parto, está ocurriendo lo mismo que con esos otros traumas. Está tan normalizado el sufrimiento que se niega. A las personas que han vivido malas experiencias en sus partos se las tilda de ilusas e ingenuas por querer algo perfecto y encima egoístas por no valorar a sus bebés; se les dice que tenían muchas expectativas respecto al nacimiento y se las anima a tirar hacia delante y olvidar. No ahondaremos en la influencia de las expectativas en el resultado. Sólo apuntar que cuando una persona tiene problemas en sus funciones digestivas, respiratorias, cardiovasculares no se les dice que tenían altas expectativas cuando expresan que se sienten mal. Simplemente, se dirige a su profesional de referencia, el digestivo, el neumólogo, otorrino o cardiólogo para solventarlo.

Pero ¿qué hacemos una vez ha pasado? ¿Qué nos puede ayudar?

Levine y Ross, expertos en trauma, proponen unos primeros auxilios emocionales:

•         Estar con la familia y amigos y recibir apoyo de cada uno.

•         No estar aislada.

•         Organizar y encontrarse en grupos comunitarios.

•         Intentar buscar información sobre lo que ha pasado.

•         Focalizar la atención en los recursos que se tienen, cualquier cosa que ayude a estar más calmada, más fuerte y más arraigada, hacerla. Mantener la mente ocupada, como ver una película, hacer jardinería, cocinar, jugar con los niños o los animales de compañía, estar en contacto con la naturaleza. Hacer lo que a una le apetezca hacer.

•         Ayudar a los otros (estar activa, ser voluntaria, dar sangre).

•         Intentar explicar la historia siempre de forma diferente, con interrupciones, con detalles diferentes.

•         Sentir los sentimientos y permitir expresar las emociones en un contexto racional y en una acción productiva que se pueda escoger. Esto ayuda a procesar los sentimientos de una manera que no abrumen y evita quedarse encallada en un pensamiento obsesivo.

Éstas serían unas primeras ideas de “emergencia”, pero los estudios y la experiencia apuntan a que el trauma no desaparece solo.

¿Cuáles serían las señales de alarma?

Cualquier señal de malestar merece ser atendida. Pero hay algunas que quizá puedan ayudar, tanto a la madre que ha sufrido en su parto como a su pareja, su familia o a los profesionales en general. Estos son sólo algunos que hemos observado que indicarían un trabajo a realizar:

         Evitar todo lo relacionado con el parto: no poder escuchar historias de otros partos, o leerlos, o ver noticias relacionadas, o gran necesidad de llorar después de hacerlo. No poder explicar el propio parto. No poder ir al centro sanitario o a los profesionales relacionados. A veces el propio bebé es un  recuerdo. Evitar tocar la herida si la hay, ya sea por la cesárea o por la episiotomía.

         Signos de ansiedad: irritabilidad, dificultades para dormir, falta de apetito o mucho apetito, no poderse estar quieta, dolor de barriga, de cabeza, miedo a cosas que no se tenían miedo antes o acrecentado, sobretodo a las enfermedades, a los accidentes, a estar sola.

         Culpa: por no haber podido parir, por no haber exigido o pedido algo en el transcurso del parto, incluso por sentirse mal, o por no sentir un gran amor por el bebé.

         Sueños, imágenes que vienen de repente sobre el parto (flashbacks), o emociones que vienen de repente que se dieron en el parto.

         Tristeza, llanto, sin explicación.

         Mucha rabia, ganas de venganza.

         Incapacidad para disfrutar de las cosas, todo cuesta mucho, cansancio.

         Dificultad para tener relaciones sexuales o para disfrutar de ellas.

         Ganas de tener otro parto, no otro bebé.

         Deseos imperiosos de “salvar” a todas las embarazadas y mujeres que quieren ser madres.

         No sentir nada, no recordar partes del parto, no reconocer el propio cuerpo.

Si estos síntomas, emociones o situaciones se dan en la persona, quizá es señal de buscar ayuda profesional de un experto en trauma y no en Psicología Perinatal. En nuestra sociedad aún hay cierto reparo a acudir a un profesional de la Psicología, y es normal pues esta persona va a atender nuestras emociones, nuestro interior más íntimo. Por eso, es positivo buscar, mirar, informarse, contactar con los diferentes profesionales para ver quién pueda encajarnos, valorar su formación, su experiencia, su carisma, al igual que hacemos con otros profesionales de la salud, o del sector servicios. Como el anuncio aquel que decía “busque, compare, y si encuentra algo mejor, cómprelo”.

¿Qué puede obtener una persona si va a terapia psicológica?

En primer lugar, un alivio en los síntomas y en el malestar de la madre. Existen diferentes herramientas para tratar el trauma que proceden de orientaciones teóricas y prácticas diversas de la mano de un terapeuta implicado, cercano, formado, cálido, flexible, sensible, con experiencia personal, que haya trabajado sus propios traumas. Desde Psicoánalisis, Terapia cognitivo conductual, Gestalt, Arteterapia (incluyendo todas las artes: música, danza) experiencia sensoriomotriz, EMDR, TIC, Brainspotting, y muchas otras que seguro no se han nombrado. Habrá algunas herramientas más potentes que otras, o más adecuadas para la persona en función de su situación, de sus características, lo importante es conseguir alivio y una mejor calidad de vida.

Las mujeres después de un trabajo en terapia puede encontrar que ya pueden hablar de su parto sin alterarse, que pueden leer, escuchar otras historias de parto sin culpabilizarse ni sentir ese pinchazo en el corazón o esa punzada en la barriga, que pueden tocar y ver sus cicatrices, o que sean tocadas y miradas, que pueden emprender acciones para mejorar el parto de otras mujeres con serenidad, que no se sienten culpables, sino que se ven como un factor más dentro de todos los que se dieron, o que incluso pueden verse más fuertes de lo que pensaban antes que eran, que pueden pensar en otro bebé, niño o niña y sin miedo, que esta experiencia, aunque negativa, las ha enriquecido de alguna manera.

“Compartir la experiencia traumática con otros es condición indispensable para restituir la sensación de existencia de un mundo con sentido”, asegura Judith Herman, para quien la curación del trauma necesita del reconocimiento y de la restitución por parte de la comunidad. Esto ya pasó con otros “traumas” en la historia de la humanidad, como los de guerra o los causados como consecuencia de la violencia contra las mujeres. Mientras se premiaba a los soldados cuando se sentían fatal tras volver de la guerra, se encontraba normal que un hombre pegara a su mujer, lo que entorpecía enormemente la posibilidad de recuperación. No fue hasta que empezó a reivindicarse el sufrimiento de estas personas cuando pudieron sentirse aliviadas. Cuando se reconoció el trauma, se luchó por una solución y por un alivio del mismo.