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De qué sirve tomar copas con los compañeros
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LAS AMISTADES EN EL TRABAJO, CADA VEZ MÁS FRECUENTES

De qué sirve tomar copas con los compañeros

Javier es periodista. Hoy ha entrado a trabajar a las ocho, ha parado brevemente para comer a las tres, y a las cuatro menos cuarto estaba

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De qué sirve tomar copas con los compañeros

Javier es periodista. Hoy ha entrado a trabajar a las ocho, ha parado brevemente para comer a las tres, y a las cuatro menos cuarto estaba de nuevo frente al ordenador. Por unas razones u otras ha tenido que quedarse hasta tarde y ha salido de la redacción, agotado, a las once de la noche, después de hacer el trabajo de al menos dos personas. Su plan de relax, aunque es miércoles, es el de muchos otros urbanitas cuya jornada laboral es excesiva: unas cañas con su novia y un grupo de amigos cercano, charla y risas. Lo curioso es que esa novia, que también es periodista, trabaja con él, y que todos los colegas que le esperan son eso, “colegas” de profesión. Cuando se reúne con ellos en un bar céntrico, la escena parece un espejo deformado de lo que le sucedió a las ocho de la mañana al entrar por la puerta del periódico. Las tres horas siguientes se emplean en divagar en jerga periodística sobre lo humano, lo divino y, sobre todo, el trabajo y sus mil vericuetos. La endogámica noche termina a las tres de la mañana. Javier se acuesta un poco cargado. Le quedan cuatro horas de sueño y media de metro para volver a ver las mismas caras otra vez.

Marta, que es conocida de Javier pero trabaja como ingeniero de caminos, no entiende ese comportamiento. “Me parece asfixiante seguir con la misma gente después del trabajo, yo no lo soportaría”. Javier, sin embargo, ha pensado sobre ello y expone sus razones. Lo cierto”, dice, “es que nuestra vida laboral y sus alrededores nos ocupa prácticamente la vida entera, queramos o no. Pretender que tu identidad se constituye en base a la hora y media al día que con suerte puedes dedicarle a alguna afición sería un error. Acabas siendo lo que haces, y desde mi punto de vista, mejor que lo veas así y te emplees a fondo en ello”.

“A mí esto me ha sucedido en todos y cada uno de los trabajos en los que he podido quedarme el tiempo suficiente”, dice Juan, consultor, refiriéndose a ese tipo de comportamiento grupal post trabajo, “lo que puede tener que ver con que esta noción de casta que aparece en lo laboral puede encontrarse repetida en casi cualquier estructura organizativa (vinculante) en los humanos”.

Lo que pasa después del trabajo

Christopher Grey y Andrew Sturdy, profesores de las universidades de Cambridge y Warwick, respectivamente, han realizado aproximaciones al fenómeno, resaltando en La amistad y el análisis organizativo la importancia de esta clase de relaciones dentro del entorno laboral y la escasa relevancia que se les ha dado hasta el momento. Hablan de una relación privada que ya no se tiene “después” del trabajo, sino que nace en los intersticios en los que este fricciona con la vida cotidiana, sean estos la máquina del café, los cinco minutos del cigarrito o cualquier otro. Para ellos “la amistad funciona no sólo como elemento organizativo”, entendiendo además que “el ideal dominante de organización postburocrática denota una situación de porosidad que provoca que la separación entre trabajo y vida privada se haya hecho más indefinida”.

Esta endogamia crea una identidad de casta que es buena para el profesional

Tan indefinida que, para algunos, como Javier, se han convertido en una sola cosa. Sin embargo, dado que el hecho ocurre, las preguntas son: ¿Por qué en determinadas profesiones se da con más intensidad? ¿Para que sirve?

Según muchos de los profesionales que han pasado por estas situaciones, se trata de una forma de relacionarse que cubre necesidades de gremios concretos. Julio, uno de los amigos periodistas de Javier, afirma que, entre ellas, aparece la de reafirmación. “Los médicos son "especialistas", los arquitectos, los ingenieros también. No necesitan apoyarse tanto unos en otros. Hay una actitud a la defensiva, ya que se nos acusa de no tener ni idea de lo que escribimos, reportajeamos, televisamos, etc. Escribir, opinar como los tertulianos, lo sabe hacer en teoría todo el mundo, especialmente los universitarios. Y eso les lleva a pensar que carecemos de una cualificación especial”.

El conector de conocimientos

“Por otro lado”, apunta Manuel, abogado, “en determinadas profesiones esta endogamia es hasta cierto punto necesaria, o al menos útil. Primero porque crea una identidad de casta que es buena para el funcionamiento del profesional, aunque sea algo asfixiante; segundo, porque habilita un lugar en el que conspirar, por decirlo así. Tercero porque, sencillamente, no hay tiempo real para iniciar otro tipo de relación”.

Juan, por su parte, después de su experiencia en consultoría, entiende que “en este tipo de trabajos cuya actividad es exprimir la relación, es decir, generar, recoger, analizar, vender y comprar información, todo esto es una condición indispensable. Conspiración, influencia, reafirmación son sólo palabras, no niveles morales, son herramientas a través de las cuales creamos la relación. Es imprescindible que el profesional sea un conector de conocimientos. Debemos tener más conocimiento transversal, pero sobre todo tenemos que saber usar las herramientas que posibilitan la identificación del valor dentro de lo que vemos. Debemos aprender a mirar y a escuchar para poder trabajar más eficazmente y con un esfuerzo más lógico”.

Y para ese trabajo “eficaz”, considera que es imprescindible la constante autocreación de una identidad: “Es una necesidad de trabajos como el de consultoría y el del periodismo, que a pesar de tener especializaciones no tienen temática en sí, ya que venden creación y análisis de intangibles como la información o la optimización, y que tienen muy muy, muy claro que su objetivo es el cliente, entender y convencer al cliente cada día".

Las relaciones con tus compañeros no son reales

En cuanto a la conspiración, Macu, periodista pero ya alejada de los grupos nocturnos de Javier, es crítica: Se conspira, sí, pero lo que hay es mucho mamoneo y mucho intentarle caer bien a según quién. En realidad la mitad de la gente no soporta a la otra mitad”.

Establecer relaciones sociales con tus compañeros es negativo porque difumina la jerarquía

A este respecto Grey y Sturdy comentan cómo diversos estudios han definido con claridad el modo en el que "la amistad es usada por los managers como una táctica de control”, que se desarrolla mediante la adopción de modos más humanizados de gestión, “enfatizando la construcción de relaciones y fomentando la empatía, características claramente adyacentes a la amistad”.

“Es en parte cierto”, incide Macu de nuevo. No creo que la mayor parte de los jefes lo hagan a propósito, pero el hecho es que tu vida privada queda muy expuesta. Tú también sabes cosas de ellos, pero a ti te sirve de poco. Establecer relaciones sociales con tus compañeros directos de trabajo lo considero negativo porque iguala las relaciones laborales y difumina la jerarquía. A mi esto último me ha pasado y dejé de hacerlo por esa razón. Se pueden juntar un jefazo y un becario y tomar unas copas, y hablar de literatura y emborracharse, pero eso, cuando vuelves a la oficina, no es real. El becario vuelve a ser becario y el jefazo, jefazo”.

Trabajos que requieren una dedicación completa

No es el único inconveniente, como apunta Julio: “Relacionarte exclusivamente con la gente del gremio tiene la desventaja evidente de estarte examinado y comparando constantemente a nivel profesional, lo que acaba siendo negativo porque diluye tus propias metas y te crea ansiedad.

Daniel, editor, cree sin embargo que los efectos nocivos se pueden superar con apertura de miras: “¿No se ve la realidad porque no se rodea de un círculo laboral?”, se pregunta, irónico. “¿Es que una ama de casa que no trabaja fuera del hogar tampoco ve la realidad? En mi opinión, en este aspecto es más importante lo que pasa por nuestra cabeza que la gente que nos rodea”. Y concluye: “Creo que este comportamiento es parte del trabajo en el sentido en que hay trabajos que requieren una dedicación vital y no sólo laboral para poder llegar a obtener una posición de responsabilidad”.

Javier es periodista. Hoy ha entrado a trabajar a las ocho, ha parado brevemente para comer a las tres, y a las cuatro menos cuarto estaba de nuevo frente al ordenador. Por unas razones u otras ha tenido que quedarse hasta tarde y ha salido de la redacción, agotado, a las once de la noche, después de hacer el trabajo de al menos dos personas. Su plan de relax, aunque es miércoles, es el de muchos otros urbanitas cuya jornada laboral es excesiva: unas cañas con su novia y un grupo de amigos cercano, charla y risas. Lo curioso es que esa novia, que también es periodista, trabaja con él, y que todos los colegas que le esperan son eso, “colegas” de profesión. Cuando se reúne con ellos en un bar céntrico, la escena parece un espejo deformado de lo que le sucedió a las ocho de la mañana al entrar por la puerta del periódico. Las tres horas siguientes se emplean en divagar en jerga periodística sobre lo humano, lo divino y, sobre todo, el trabajo y sus mil vericuetos. La endogámica noche termina a las tres de la mañana. Javier se acuesta un poco cargado. Le quedan cuatro horas de sueño y media de metro para volver a ver las mismas caras otra vez.