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"En ningún sitio vi tanta alegría como en las chabolas"
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ENTREVISTA CON JAVIER MORO, PREMIO PLANETA (I)

"En ningún sitio vi tanta alegría como en las chabolas"

De casta le viene al galgo. Javier Moro, galardonado con el Premio Planeta en su sexagésima edición, heredó de su familia la buena costumbre de viajar

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"En ningún sitio vi tanta alegría como en las chabolas"

De casta le viene al galgo. Javier Moro, galardonado con el Premio Planeta en su sexagésima edición, heredó de su familia la buena costumbre de viajar no como un turista al que las urgencias le impiden empaparse de la vida y costumbres de los lugares que visita, sino como un viajero interesado en la esencia cultural, histórica y sociológica de los pueblos que recorre. Su padre fue marino y ejecutivo de una compañía aérea, y les quiso enseñar el mundo aprovechando las posibilidades de su trabajo. “Nos salía más barato ir quince días a Hong Kong que a Torremolinos. Así comenzamos a recorrer distintos países. Entonces los españoles no viajábamos tanto, sobre todo a sitios exóticos”. Su madre, de familia francesa, es hermana de otro conocido trotamundos, el escritor y reportero Dominique Lapierre.

El libro premiado, El imperio eres tú, narra la vida de Pedro de Braganza y Borbón (1798-1834), hijo de Juan VI de Portugal y nieto de Carlos IV de España, quien se convirtió en el emperador Pedro I de Brasil, tras proclamar la independencia de este gigantesco país de lo que era el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve. La figura de Pedro I (también Pedro IV, brevísimo rey de Portugal) es necesaria para entender no sólo la historia de dos continentes unidos a través de la península ibérica, sino también el devenir de las monarquías europeas decimonónicas, máxime si incorporamos su turbulento matrimonio con Leopoldina de Austria, hija de Francisco II, último emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y el posterior con Amelia de Beauharnais, nieta de la emperatriz Josefina, esposa de Napoleón.

Javier Moro vuelve a Brasil tras dejar el escenario de gran parte de su producción literaria, la India, país de sus amores y desamores. “A India fui con mi padre por primera vez cuando yo tenía 12 o 13 años. Fue un shock, era un país de cuento, era lo más raro que yo había visto en la vida. Un sitio con esa miseria y al mismo tiempo los maharajas, y con esos barbudos, esos yoguis, elefantes en la calle, osos amaestrados, tigres,... Después volví con mi hermano y luego con mi tío Dominique y eso no hizo más que aumentar mi interés por el país, un sitio tremendamente fascinante”.

Los esquimales, París y Nueva York

Con una educación nada al uso, tan poco academicista, tan abierta al mundo, nació su pasión por retratar los lugares que le entusiasmaban. “Me apunté a un concurso en el que presentabas un estudio basado en un viaje hecho durante el verano. Me fui a Canadá y estuve con los esquimales, viviendo y trabajando con ellos, estudiando el problema del alcoholismo entre ellos. Gané el primer premio y el siguiente verano lo pasé con los yanomami del alto Orinoco. Me volvieron a dar el primer premio y una beca para estudiar en París. En aquella época, los jóvenes nos queríamos ir de casa muy pronto. Yo quería largarme y a los 18 llegué a París para estudiar antropología e historia que me interesaban intelectualmente, no para ejercer la docencia, que era la única salida que había. Como no había trabajo ni posibilidad de trabajar, Larry Collins y mi tío me ofrecieron trabajos como investigador. Me mandaron a Libia pues ellos no podían ir porque habían escrito Oh Jerusalén, que Gadafi consideraba prosionista. Fui como estudiante de antropología y estuve viviendo con los gadadfa, la tribu de Gadafi”.

Toqué el budismo y me di cuenta de que no era para mí

Tras esta primera movida juventud, Javier Moro hace sus pinitos en el mundo del cine, su segunda escuela. “Me había educado en el colegio con Miguel Bosé como compañero y se nos presentó la oportunidad de hacer una película. Él ya tenía éxito como cantante y me ofrecí para hacer el guión. Esa película fue un fracaso, un fracaso total. Luego fui co-guionista de Crónica del Alba, la novela de Sender, y esa ya funcionó muy bien. Pero para hacer cine es necesario pedir subvenciones y yo no sirvo para eso. Así que me fui a Estados Unidos, donde me dediqué a hacer guiones de cine. Allí aprendí realmente a escribir, haciendo todo tipo de cosas. Al final conseguí venderle una historia a Ridley Scott que nunca hizo”.

Después de cinco años en Estados Unidos y con ganas de abandonar el mundo del cine (“donde siempre dependes de los demás y sobre todo de los caprichos del productor. A mí eso se me hace algo odioso”), acabó en Brasil, pasó tres años allí y, tras la muerte de su gran amigo y compañero de trabajo, el fotógrafo alemán Claus Meyer, volvió a España con su primer gran éxito, Senderos de libertad, la historia de Chico Mendes, el defensor de la Amazonía. Brasil le maravilló, recorrió parte de ese inmenso país, conoció a mucha gente, incluyendo a la ecologista Marina Silva, “pero lo tuve que dejar con una inmensa tristeza por la muerte de Claus. En veinte años no he podido volver”.

Contar la catástrofe industrial más mortífera de la historia

Pero no pasó mucho tiempo antes de escapar de nuevo.  Es lo que tiene ser culo de mal asiento. “No puedo pasar mucho tiempo en España. Cada dos meses tengo la necesidad de salir”. Otra vez en India “me volvió toda la infancia y pensé: pero si esto es fabuloso. Mi hermano me llevo a Puri, en Orissa, que es como Benarés, hinduismo puro, es increíble, y me volvió a fascinar. Hice amigos y tejí relaciones en viajes cada vez más frecuentes”. De su estancia en India y otros países asiáticos nacen El pie de Jaipur y Las montañas de Buda donde muestra su interés por el budismo. Pero no realiza el típico periplo del buscador espiritual. “Yo no he ido a la India a tener experiencias místicas. Me ha interesado la sociedad india más que ir a un ashram a meditar aunque a lo mejor me convendría para relajarme. Me ha interesado la India desde el punto de vista histórico, la India social, la India de los ingleses, la India de los mogoles, y la del presente. No he buscado allí mi salvación. Toqué el budismo y me di cuenta de que no era para mí, no encontré lo que fui a buscar y desde entonces soy agnóstico”. Posteriormente llegó Era medianoche en Bhopal escrito con Dominique Lapierre, sobre la catástrofe industrial más mortífera de la historia (mas de medio millón de heridos y treinta mil muertos) y la vergonzosa sentencia a la que fue condenada, y nunca cumplió, la desaparecida Union Carbide. “Los siete meses que pase en Bhopal junto a las víctimas fueron durísimos”.

India es el país más corrupto del mundo, la justicia sólo funciona si tienes dinero

Y finalmente Pasión India, que narra la boda de la andaluza Anita Delgado con el maharajá de Kapurthala y El sari rojo, con la italiana Sonia Gandhi, casada con el primer ministro indio Rajiv Gandhi, como protagonista. A raíz de la publicación de este último libro se dio de bruces con la cara más amarga de la India. “El abogado de los Gandhi, Singhvi, entonces presidente del parlamento indio, me amenazó de mil maneras y finalmente movilizó a los jóvenes del Partido del Congreso, que quemaron fotografías y muñecos con mi imagen frente a las cámaras de televisión, como si yo fuese Bush”. “India es el país más corrupto del mundo. Es una democracia de la que sólo disfruta la clase pudiente. 30 millones de ricos y unos 350 millones de clase media dominan y siguen explotando a 800 millones de pobres en su mayoría campesinos. La justicia funciona si tienes un mínimo de dinero para que te la apliquen, si te puedes pagar un abogado”.

El crecimiento económico ha llegado a India acompañado de niveles altísimos de corrupción. A su vez, en pocos lugares del mundo puede uno verse rodeado de tanta alegría como entre esos millones de indios que apenas tienen para comer y vestir. “La alegría es inherente a los pobres. Esa es la teoría de mi tío Dominique, plasmada en La ciudad de la Alegría. En cualquier barrio de chabolas de las ciudades indias celebran la llegada de la primavera con una alegría increíble. Y no digamos en el campo. Esas contradicciones son las que hacen a la India tan interesante, tan maravillosa. Lo que me gusta de la India es esa gente. La clase media en general me parece espantosa y poco humana. En cualquier casa de clase media se puede ver que las habitaciones del servicio son auténticas jaulas. Sin ningún miramiento pegan a sus criados por minucias y nadie se escandaliza. Es la parte odiosa de ese gran país”. Aun así, “me gustaría repetir con mis hijos”. “Ojalá que, en su momento, les pase como a mí y puedan ver también la miseria, tener una visión de lo que es la vida de verdad, al completo”. “Ahora nuestros hijos no ven la pobreza y, aunque eso puede estar cambiando, disfrutan de todo tipo de comodidades. Yo vi pobres de solemnidad en España cuando de pequeño iba a Ávila y muchos niños iban prácticamente desnudos en invierno porque no había ropa. Hace menos de 50 años a muchos pueblos sólo se llegaba en burro”. Hoy, pese a nuestro gran desarrollo “aquí están todos tristes. Es la paradoja de nuestros días y una gran lección pues nos demuestra que la felicidad no está en la riqueza, no tiene nada que ver con los bienes materiales”. Sin embargo, no acabamos de creérnoslo.

*Esta entrevista continuará mañana.

De casta le viene al galgo. Javier Moro, galardonado con el Premio Planeta en su sexagésima edición, heredó de su familia la buena costumbre de viajar no como un turista al que las urgencias le impiden empaparse de la vida y costumbres de los lugares que visita, sino como un viajero interesado en la esencia cultural, histórica y sociológica de los pueblos que recorre. Su padre fue marino y ejecutivo de una compañía aérea, y les quiso enseñar el mundo aprovechando las posibilidades de su trabajo. “Nos salía más barato ir quince días a Hong Kong que a Torremolinos. Así comenzamos a recorrer distintos países. Entonces los españoles no viajábamos tanto, sobre todo a sitios exóticos”. Su madre, de familia francesa, es hermana de otro conocido trotamundos, el escritor y reportero Dominique Lapierre.