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Educación y nacionalismo lingüístico: la experiencia irlandesa
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CUANDO LAS POLÍTICAS ESCOLARES NO SE CORRESPONDEN CON LAS DEMANDAS DE LA POBLACIÓN

Educación y nacionalismo lingüístico: la experiencia irlandesa

Se publicó en Irlanda hace algunos años un estudio de Adrian Kelley sobre la obligatoriedad del irlandés en las escuelas del país entre 1922 y 1973,

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Educación y nacionalismo lingüístico: la experiencia irlandesa

Se publicó en Irlanda hace algunos años un estudio de Adrian Kelley sobre la obligatoriedad del irlandés en las escuelas del país entre 1922 y 1973, como parte de un programa nacionalista de la joven república (Compulsory Irish. Language and education in Irland 1920s – 1970s. Dublín: Irish Academic Press). Ese estudio es interesante como punto de comparación histórica con lo que está sucediendo en España. La situación no es exactamente igual pero sí hay similitudes. Es especialmente interesante que el autor se presente como tan leal a su país y amante del irlandés como cualquiera, insertando muchas expresiones en irlandés en su texto y que, aun así, su conclusión sea que la obligatoriedad fue una mala decisión.

El trasfondo histórico es que algunos nacionalistas se habían opuesto ya en el siglo XIX a la escolarización general de los irlandeses porque se hacía en inglés. Para los nacionalistas, la educación popular tenía la culpa del abandono generalizado de la lengua materna. La Iglesia católica estaba también en contra de la escolarización general por otras razones: la escuela era laica y la educación no era diferenciada sino que se educaban juntos chicos y chicas.

Después de la fundación de la nueva república, una de las primeras decisiones fue introducir un nuevo currículo en el que la lengua era lo esencial. La justificación para dar tanto énfasis al idioma era que supuestamente el alma irlandesa estaba ligada a la lengua y la historia. Se hablaba de ella como si fuera una persona que buscaba su revancha por atropellos del pasado. La historia presentada no era tanto el resultado de investigaciones, como una utopía en el pasado. A través del idioma y la historia se quería lograr un “renacimiento” irlandés. Esta política lingüística se impuso en 1922, manteniéndose medio siglo hasta que se abolió en 1973. 

El problema con esta política era que no correspondía a una reivindicación popular. La población quería más oportunidades económicas y más desarrollo general, factores ligados a la lengua inglesa. Además, no había profesores preparados para dar clase en irlandés. Tampoco había instituciones de formación docente para enseñar a profesionales. No existían manuales ni para la enseñanza del irlandés ni para dar clase de otras materias en esa lengua. El irlandés no disponía de un estándar de gramática ni de ortografía, así que no quedaba claro qué variante se debía enseñar.

La obligatoriedad como una carga

Para dar comienzo inmediatamente a la nueva política, las autoridades decidieron dar prioridad a los hablantes de irlandés para los puestos docentes y para las plazas de formación, aunque los jóvenes en cuestión tuvieran una preparación intelectual menos buena. Los hablantes de irlandés solían proceder de la parte occidental de la isla, la parte menos desarrollada. Otra medida para hacer arrancar la nueva política era quitar materias de la escuela primaria para dar más espacio al irlandés. El resultado inmediato fue un descenso en los resultados de matemáticas y de inglés.

Durante la época mencionada, el irlandés era obligatorio como materia y nadie podía sacar el certificado escolar sin examinarse de esta materia. Se daba un salario más alto al profesor que enseñara en ese idioma. También era obligatoria la lengua para obtener un puesto de funcionario. Sin embargo, durante esa misma época, la mayoría de las discusiones en el parlamento irlandés se hacían en inglés, lo cual indica que el uso del irlandés era más un proyecto de futuro que una realidad. Al revés, durante los años de obligatoriedad del irlandés en la escuela, se hablaba cada vez menos fuera de ella, y la obligatoriedad llegó a ser considerada como un peso para muchos alumnos y sus familias. El autor cree que el que fuese forzosa fue un camino equivocado porque bastantes alumnos hasta llegaron a aborrecer la lengua.

Lo que hubiera sido interesante habría sido saber cuál fue el impacto de esta política lingüística en el desarrollo económico y social. ¿Existe una relación positiva o negativa entre el nacionalismo lingüístico y el desarrollo intelectual y cívico del país? Durante las décadas de boom económico, cuando se hablaba del “tigre” irlandés, se decía que era una ventaja ser un país angloparlante de salarios menos altos que en Gran Bretaña. ¿Qué se dice ahora?

Se publicó en Irlanda hace algunos años un estudio de Adrian Kelley sobre la obligatoriedad del irlandés en las escuelas del país entre 1922 y 1973, como parte de un programa nacionalista de la joven república (Compulsory Irish. Language and education in Irland 1920s – 1970s. Dublín: Irish Academic Press). Ese estudio es interesante como punto de comparación histórica con lo que está sucediendo en España. La situación no es exactamente igual pero sí hay similitudes. Es especialmente interesante que el autor se presente como tan leal a su país y amante del irlandés como cualquiera, insertando muchas expresiones en irlandés en su texto y que, aun así, su conclusión sea que la obligatoriedad fue una mala decisión.