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Una mujer deja diez millones de euros a su gato
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EL PELIGRO PATOLÓGICO DE TRATAR A LA MASCOTA COMO SI FUERA UNA PERSONA

Una mujer deja diez millones de euros a su gato

Una fortuna de más de diez millones de euros ha recibido el que desde hoy es el gato más rico del mundo. El felino, Tommaso, hacía

Foto: Una mujer deja diez millones de euros a su gato
Una mujer deja diez millones de euros a su gato

Una fortuna de más de diez millones de euros ha recibido el que desde hoy es el gato más rico del mundo. El felino, Tommaso, hacía compañía a una anciana italiana que falleció semanas atrás, a los 94 años. La mujer, que no tenía hijos, decidió que su dinero fuese a parar a su amado gato, al que había adoptado dos años antes tras recogerlo de la calle.

La herencia, que se reparte entre varias propiedades en Milán, irá a parar “al bienestar del animal o a la asociación que recoja la tarea de velar por su gato", según se recoge en el testamento de la mujer. Las leyes italianas impiden que los animales puedan ser herederos, pero sí pueden ser beneficiarios si se designa a un administrador. En este caso, será Stefania, la enfermera que cuidaba a la señora, quien organice el dinero. La mujer, sorprendida, ha declarado que su labor se limitaba a que la anciana “necesitaba a alguien que le ayudase a moverse, a ducharse y a comer ". Sin embargo, asegura que “no tenía idea de que la señora era tan rica."

Por extraño que parezca, este no es el único caso de una mascota que se convierte en multimillonaria. A pesar de la pobreza en el mundo, hay gente que, antes que donar su dinero a fines benéficos, prefiere mantener el estatus de sus animales, algo que, por supuesto, es totalmente lícito, pero, para algunos, inmoral. El problema es que detrás de este tipo de comportamientos puede esconderse una patología. ¿Cómo podemos saber cuál es el límite entre una relación de cariño con nuestra mascota y una enfermedad?

Lo más importante es que distingamos entre la relación que podemos tener con un animal y la que mantenemos con las personas. Hay que saber que, por muy unidos que estemos a nuestro perro, por ejemplo, no debemos olvidar que es un animal y hay que evitar tratarlo como a una persona.

Está claro, que las disfunciones que podamos desarrollar en la relación con el animal no siempre desembocan en una patología, pero sí pueden acarrearnos problemas. La psicóloga Pilar Jiménez Puente explica a El Confidencial que “es bastante positivo tener una mascota ya que nos proporciona un soporte emocional”. En algunos casos, tiene además una influencia mayor, ya que para personas que han perdido a un ser querido “ayuda a superar el duelo y nos da compañía”.

Sin embargo, advierte de los casos más problemáticos. Jiménez distingue entre dos tipos de mascotas: las que interactúan con nosotros como perros o gatos y las que no, como peces o pájaros.

La psicóloga afirma que “hoy en día limitamos nuestras relaciones sociales” con el uso de las nuevas tecnologías y una mascota, que debe ayudarnos a mejorarlas, no puede suponernos una traba en este sentido. El límite entre una relación sana y una patología está en cuando “el animal influye en el desarrollo de la persona en todas sus facetas: la personal, la laboral, etc.”

Si nuestra vida gira en torno a nuestro gato, tenemos un serio problema. Eso sí, no es lo mismo que adaptemos nuestras vacaciones, por ejemplo, a la responsabilidad de no dejar solo al perro o de intentar que venga con nosotros, a que no salgamos de casa más de dos horas seguidas para evitar que no pase mucho tiempo solo.

Ciertas actitudes que pueden ser tenidas en cuenta como problemáticas, sin embargo, no tienen por qué acabar siendo una enfermedad. “En principio no hay problema por dormir con nuestra mascota o por tenerlo cerca a la hora de comer, eso es más una cuestión de higiene. Ahora, si se sobrepasa un cierto límite, sí se trataría de un comportamiento patológico".

No se puede prescindir de los vínculos con seres humanos

Otro asunto es que no hay que llegar a tratar a los animales como si fueran personas, o como si fuesen nuestros hijos, por ejemplo. La relación con nuestra mascota puede traer aspectos muy positivos, pero también puede servir para todo lo contrario cuando la dejamos de tratar como lo que es, un animal.

Pilar Jiménez comenta que “es una cuestión emocional” porque se crea con el animal “un vínculo excesivo”. Lo que pasa es que “durante la vida de la mascota es muy difícil que la relación sea patológica, otra cosa es lo que suceda cuando el animal muera”, dice la psicóloga. No podemos dejar que la muerte de nuestra mascota nos afecte de la misma forma que lo haría la de un familiar cercano.

La enfermedad puede apreciarse cuando la persona no tiene un vínculo con ningún ser humano y sí una relación excesiva con la mascota. De ahí que los que responden al cuadro tipo de estos enfermos sean ancianos que normalmente están solos. “Hay gente que no sale de viaje nunca por no pasar tiempo sin su gato y toda su vida gira en torno a él”, dice Jiménez y asegura que “anteponen el bienestar del animal al suyo propio”.

Se puede prevenir el problema manteniendo siempre un vínculo cercano con alguien

Otra característica de los que pueden llegar a tener esta patología son las personas que o no tienen hijos o viven muy lejos de ellos, con lo que “suplen esta falta de relaciones cercanas con un animal”. Una forma de prevenir un posible problema es “mantener siempre un vínculo cercano con alguien”.

Volviendo al caso de la herencia de Tommaso, la psicóloga alude a que “le llama la atención que el entorno no supiese de la fortuna de la señora, de lo que se traduce que hay una falta de vínculos personales con su entorno porque si no, alguien lo sabría”.

Pilar Jiménez recomienda que “aunque cuidemos del animal y mantengamos nuestra responsabilidad sobre su cuidado, la prioridad debe ser siempre la persona y todas las facetas de su vida. Cuando sólo gira en torno al animal, hay un problema”.

Según su experiencia, la psicóloga comenta que no ha conocido casos en los que esta relación de dependencia se dé con animales no interactivos como tortugas, pájaros o peces. Tampoco con las nuevas “mascotas digitales” como el tamagotchi o los videojuegos sobre el cuidado de animales porque “no es lo mismo”, ya que no se trataría de un “vínculo emocional”, pero nunca se sabe hasta dónde puede llegar la mente humana.

Una fortuna de más de diez millones de euros ha recibido el que desde hoy es el gato más rico del mundo. El felino, Tommaso, hacía compañía a una anciana italiana que falleció semanas atrás, a los 94 años. La mujer, que no tenía hijos, decidió que su dinero fuese a parar a su amado gato, al que había adoptado dos años antes tras recogerlo de la calle.