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Lo que el hombre rico le dijo a la chica guapa
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LA RESPUESTA DE UN DIRECTIVO RICO A UNA JOVEN QUE BUSCA UN MARIDO ADINERADO

Lo que el hombre rico le dijo a la chica guapa

“Tengo 25 años, soy muy atractiva, tengo estilo y buen gusto. Me gustaría casarme con alguien que gane 500.000 dólares o más al año. Podrán decir

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Lo que el hombre rico le dijo a la chica guapa

“Tengo 25 años, soy muy atractiva, tengo estilo y buen gusto. Me gustaría casarme con alguien que gane 500.000 dólares o más al año. Podrán decir que soy codiciosa, pero un salario anual de un millón es considerado sólo clase media en Nueva York. Mi requisito no es tan alto”. Así se presenta una joven americana en un foro de citas en internet, dejando muy patente que su principal objetivo es casarse con un hombre adinerado. Para ello pregunta a los internautas, entre otras cosas, dónde pasan el rato los solteros ricos o cuáles son sus criterios para decidir si una mujer puede ser su esposa o no pasará de ser una novia.

A su post responde un supuesto directivo de la multinacional J. P. Morgan que, utilizando el análisis puramente económico, pulveriza las expectativas de la joven.

Desde el punto de vista de una persona de negocios, es una mala decisión casarse contigo. Dejando los detalles aparte, lo que pretendes hacer es un intercambio de belleza por dinero, (…) pero hay un problema: tu belleza se desvanecerá, pero mi dinero no se esfumará sin una buena razón.

El hecho es que mi patrimonio se incrementará año tras año, pero tú no podrás ser más y más atractiva año tras año. Por lo tanto, desde el punto de vista de las finanzas, yo soy un activo al alza y tú eres un activo a la baja. Y la tuya no es una depreciación normal, es exponencial.

(…) Cualquiera que gane más de 500.000 dólares al año no es ningún tonto: tendremos una cita contigo, pero no nos casaremos contigo.

La visión de este hombre coincide con la de muchos economistas que, bajo el paraguas de la Teoría del Capital Humano, consideran cualquier aspecto humano o social como una operación económica. Con respecto a las relaciones sentimentales, el mayor exponente de esta vertiente es el Premio Nobel de Economía Gary Becker, quien considera el matrimonio como un contrato que tiene costos (sacrificar independencia y asumir compromisos) y beneficios (la compañía y la oportunidad de especializar el Trabajo en el hogar). Siguiendo esta línea, Becker ve el noviazgo como una inversión en información sobre el otro, y los hijos como un bien duradero.

Asumiendo que, efectivamente, las relaciones sean una mera inversión económica, ¿qué parámetros deberían tener en cuenta los cónyuges-inversores? Más allá del sueldo, que era la principal preocupación de la joven del foro, varios investigadores argentinos se han molestado en analizar las variables que pueden intervenir en las relaciones de pareja como activos de un intercambio comercial. Así, el estado ocupacional, la edad, los años de estudio, los ingresos no laborales o la cantidad de hijos, son elementos que hacen crecer o disminuir el valor de cada cónyuge, al menos según el estudio Consideraciones metodológicas sobre la estimación econométrica de las ecuaciones de ingresos de los integrantes de la pareja conyugal.

Algo más allá de los números

Sin embargo, no todos los economistas ven el amor ‘sólo’ como un intercambio de bienes y servicios. La analista Marion Mueller recuerda que a lo largo de la Historia los matrimonios siempre han sido transacciones comerciales, “por interés, para mantener y aumentar fortuna y poder”. Pero qué duda cabe de que, desde hace tiempo, son sobre todo el amor y la afinidad personal los factores que se tienen en cuenta a la hora de elegir pareja.

“Esas teorías lo basan todo en los números pero yo pienso al revés. Me caso con alguien porque no concibo la vida sin esa persona. Puede incluso que me reste activos, pero el resultado final me compensa”, asegura.

El filósofo del derecho Pedro Mercado, autor de El análisis económico del Derecho, también señala hacia ese ‘algo’ que tiene el amor y que es difícilmente cuantificable porque “hay parcelas en las que el cariz económico no puede explicar el comportamiento humano”.

En su opinión, aunque la Teoría del Capital Humano no es falsa, sí resulta completamente reduccionista, “porque la economía podrá explicar uno o dos aspectos del matrimonio, pero nunca su complejidad, eso sobrepasa el ámbito financiero”.

“Según el individualismo económico en el que se encuadran las teorías de Becker, toda persona intenta maximizar su rendimiento en cada aspecto de su vida, incluido el amor, y cada comportamiento humano se considera el resultado de la ecuación costo-beneficio. Pero este tipo de teorías no tienen en cuenta que no todo el comportamiento humano es económicamente racional”. Si lo fuera, efectivamente, no existirían el altruismo ni los errores, nadie haría caso de sus presentimientos y a nadie se le ocurriría casarse con una persona sin recursos.

Afortunadamente, como recalca Mercado, “muchos aspectos de la vida no pueden ser explicados con la racionalidad económica”.

Sin embargo, tal y como demuestra la incursión de la joven soltera en el foro o el hecho de que en China exista una escuela para encontrar maridos ricos, aún hay quien prefiere diamantes a caricias. “Nada tiene que ver el amor con el dinero, las relaciones íntimas son algo que no se puede matematizar”, concluye Mueller.

“Tengo 25 años, soy muy atractiva, tengo estilo y buen gusto. Me gustaría casarme con alguien que gane 500.000 dólares o más al año. Podrán decir que soy codiciosa, pero un salario anual de un millón es considerado sólo clase media en Nueva York. Mi requisito no es tan alto”. Así se presenta una joven americana en un foro de citas en internet, dejando muy patente que su principal objetivo es casarse con un hombre adinerado. Para ello pregunta a los internautas, entre otras cosas, dónde pasan el rato los solteros ricos o cuáles son sus criterios para decidir si una mujer puede ser su esposa o no pasará de ser una novia.