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El 15 M y el post 20 N: "La confrontación es inevitable"(II)
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EL MOVIMIENTO PROVOCARÁ UN CAMBIO CULTURAL A MEDIO PLAZO

El 15 M y el post 20 N: "La confrontación es inevitable"(II)

Puede que el 15 M haya supuesto el gran acontecimiento político de los últimos años, pero todavía está por ver cuál será su incidencia real en

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El 15 M y el post 20 N: "La confrontación es inevitable"(II)

Puede que el 15 M haya supuesto el gran acontecimiento político de los últimos años, pero todavía está por ver cuál será su incidencia real en la sociedad. Sin duda, su misma existencia tiene algo de ruptura con el escenario anterior, pero todavía no sabemos si acabará dibujando uno nuevo. Para César Rendueles, autor junto a Slavoj Zizek y Jorge Alemán de Arte, ideología, capitalismo (Ed. Círculo de Bellas Artes), la gran aportación del movimiento es la denuncia de esa “política zombie” en la que vivimos, en la que nuestros representantes "se han desmoronado para dejar paso a los auténticos centros de decisión, como son los mercados y los gestores financieros”.

Pero el 15 M no parece haber ido más allá de convertirse en un  mecanismo de visualización de una realidad oculta. Lo cual es lógico, asegura Rendueles, en tanto no le corresponde al movimiento proponer alternativas institucionales sino que son las instituciones las que deben dar respuesta el desafío ciudadano. “Pedir al 15 M que tenga un programa político es como reivindicar que Rajoy y Rubalcaba acampen en Sol y organicen asambleas”. El lugar del trabajo del 15 M es el de la desobediencia civil, “exigiendo a las instituciones y restaurando los espacios políticos que se están cortocircuitando”.

Para Emmanuel Rodríguez, autor de La crisis que viene (Ed. Traficantes de sueños), el gran trabajo político a realizar, “imponer a nivel europeo una nueva dinámica constituyente que cambie las dinámicas y las estructuras de la UE, y construir una arquitectura no que favorezca los intereses financieros”, no es competencia del 15 M. Mientras tanto, el movimiento debe continuar con esa tarea de “romper el silencio” que hasta ahora ha desempeñado de un modo tan eficaz.

¿El 15 M cambia algo?

El 20 N será también la fecha que marque un nuevo escenario político extraparlamentario. Dado que las reformas y recortes seguirán, sea cual sea el partido que esté en el gobierno, y que probablemente se intensifiquen, la contestación social va a multiplicarse. En ese contexto, el 15 M tendrá mucho que decir, máxime cuando existirán intentos de algunos partidos de instrumentalizar el descontento. Para Germán Cano, profesor de Filosofía de la Universidad de Alcalá, y autor de Adoquines bajo la playa (Grama ediciones), esa acentuación del antagonismo social “va a obligar a que sindicatos mayoritarios y 15 M establezcan un diálogo que hasta ahora no ha tenido lugar”. Igualmente, pondrá en juego hasta qué punto van a estar están los partidos de izquierda dispuestos a hacer autocrítica, algo que será más sencillo si todo sigue el guión electoral previsto, ya que “parece que sólo las situaciones de derrumbe electoral pueden hacerles recapacitar”. Para Cano, el 15 M “debe forzar a que la izquierda asuma que ha de plantear una crítica estructural al capitalismo, porque la crisis en la que estamos no resulta superable a largo plazo. Nos encontramos en un escenario estructuralmente insostenible y, sin abordar de frente esa situación, la izquierda seguirá en el mismo hoyo”.

Hasta la fecha, el 15 M sólo ha jugado un papel de oposición discursiva, tratando de que se visualicen determinadas reivindicaciones y de que aparezcan nuevos términos en el debate público. Pero ¿eso termina generando alguna clase de cambio? ¿Salir a la calle a manifestarse o a realizar asambleas cambia las cosas? ¿Asumir ese papel de simple reclamación a las autoridades sirve de algo? Para el escritor Santiago Alba, autor de Túnez, la revolución (Ed. Hiru),  es cierto que en el 15 M “hay una vertiente de autoafirmación, de autocelebración, que limita la posibilidad de transformaciones reales. Pero de entrada hay que planteárselo como una escuela, como una escuela de párvulos. Tomar la calle ya significa algo allí donde nos quieren expropiar los espacios públicos; tomarla para hablar significa aún más, allí donde sólo podemos expresarnos con mensajitos de sms para aplaudir o rechazar lo que otros hacen o proponen. Todo esto es un cambio”. Ahora bien, es necesario comprender que, a medida que la crisis se agrave “y la autoafirmación académico-festiva se mantenga, la confrontación es inevitable. Es la conciencia de esta confrontación y la concepción de estrategias colectivas la que debe ahora guiar el movimiento”.

El gran cambio cultural

Objeciones de esa clase son, para Cano, bastante frecuentes entre personas que han tenido un compromiso fuerte con partidos que apostaban por políticas de cambio estructural, y “reflejan el temor de que el 15 M termine diluyéndose como un azucarillo en el agua”. Pero probablemente también se esté pidiendo demasiado al movimiento. “Los cambios de tendencia son muy lentos y la transformación que el 15 M está provocando va a tener consecuencias muy importantes, políticas y sociales, a la larga”. Coincide Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia política de la Universidad Complutense y autor de La transición contada a nuestros padres (Editorial Catarata), para quien el 15 M “es una pregunta abierta  a una democracia representativa que no representa y a una economía que no redistribuye” y no puede abandonar ese carácter. Pero, al mismo tiempo, “está generando una nueva manera de enfrentarse a las cosas. Ya no valen las miradas tradicionales, los partidos verticales y las discusiones entre élites. Vivimos en una sociedad diferente que ha puesto en marcha otra forma de hacer política. Nuestra situación es esa en la que, como decía Gramsci, lo viejo no ha terminado de irse y lo nuevo aún no ha llegado”.

Lo más relevante del movimiento es, según Cano, que “ha puesto en marcha otro modelo de asociación donde la dinámica afectiva está jugando una dimensión novedosa. Las instituciones del pasado eran jerárquicas y obligaban al individuo a supeditarse a una idea más grande que él. Hoy, las instituciones deben tener otros objetivos. Como demuestran los grupos de trabajo del 15 M, en las organizaciones no debe haber líderes ni relaciones de poder, y se debe funcionar con una democratización extrema”. Son elementos de esta clase, con una evidente apuesta por las relaciones horizontales, los que subrayan que, “al igual que el 68, el 15 M responde a una nueva lógica de entender el acto político que terminará por transformar las costumbres”.

Pinche aquí si está interesado en leer la primera parte del artículo, "Para los españoles votar es como el sexo de borrachera: no perciben compromiso (I)".

Puede que el 15 M haya supuesto el gran acontecimiento político de los últimos años, pero todavía está por ver cuál será su incidencia real en la sociedad. Sin duda, su misma existencia tiene algo de ruptura con el escenario anterior, pero todavía no sabemos si acabará dibujando uno nuevo. Para César Rendueles, autor junto a Slavoj Zizek y Jorge Alemán de Arte, ideología, capitalismo (Ed. Círculo de Bellas Artes), la gran aportación del movimiento es la denuncia de esa “política zombie” en la que vivimos, en la que nuestros representantes "se han desmoronado para dejar paso a los auténticos centros de decisión, como son los mercados y los gestores financieros”.