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¿Estás en una jaula?
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¿Estás en una jaula?

Esta semana comí con un buen amigo que se avergonzó al decirme que se sentía “encerrado en una jaula de oro”. Se sentía culpable porque en

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¿Estás en una jaula?

Esta semana comí con un buen amigo que se avergonzó al decirme que se sentía “encerrado en una jaula de oro”. Se sentía culpable porque en los tiempos que corren el oro le falta a casi todo el mundo, y por ello parece que uno no puede quejarse de estar atrapado cuando cobra todos los meses.

Pero seamos claros: una jaula es una jaula, y no importa si está hecha de oro o de madera putrefacta. La angustia de no podernos mover, y de no saber cuándo ni cómo saldremos, es una durísima prueba de supervivencia en la vida. Y curiosamente todos reaccionamos del mismo modo cuando nos vemos encerrados en una jaula, sin importar lo lujosa que sea: intentamos escapar desesperadamente, aumentando nuestra angustia.

La jaula puede tomar formas muy diferentes. Puede ser un matrimonio vacío, la obligación de cuidar de un familiar dependiente, un trabajo sin alegrías o el desempleo continuado. Todas ellas son jaulas, y aunque nos gusta mucho compararnos para ocupar a nuestra mente angustiada en algún análisis que nos dé la razón, ninguna es mejor que la otra. Son todas insoportables.

La clave para superar esta situación es precisamente la insoportabilidad. En lugar de seguir buscando una escapatoria, lo que debemos hacer es enfrentar la angustia que nos genera. La llave de la jaula nunca la tenemos nosotros, porque entonces no sería una jaula verdadera. La única llave que sí tenemos es la de calmar nuestra ansiedad, entrar en ella y conectar con las emociones y los conflictos sepultados que esconde en su interior. Esos de los que estábamos huyendo desde hace mucho tiempo y que finalmente nos atraparon cuando la vida nos enjauló.

Lo de entrar en la ansiedad a descubrir sus misterios es, sin embargo, un viaje largo y muy difícil. Yo lo sé porque ya he recorrido un largo camino de aprendizaje emocional donde la ansiedad o la angustia nunca es el obstáculo, sino precisamente el pasadizo oscuro y tenebroso que te ahorra escalar una alta montaña.

Es muy difícil describir con palabras estos momentos de la vida que a todos nos tocan antes o después. Quizás a algunos no. Hay quien se pasa toda la vida huyendo y negando, y honestamente no puedo decir si son más felices o si sencillamente tienen mayor capacidad de auto-engaño. Pero el que ha vivido en una jaula reconoce inmediatamente la angustia que describo y que estaba empezando a atacar la salud de mi amigo. Precisamente le aconsejé que buscase buenos terapeutas, claro, pero también amigos que comprendiesen lo que estaba pasando. El terapeuta ayuda a explorar lo emocional con habilidad entrenada, pero no acompaña, no abraza, no comparte el sufrimiento como lo haría un buen amigo.

Y aun teniendo buenos amigos que hayan estado atrapados en una jaula y que puedan comprender cómo nos sentimos, habrá días en los que no seamos capaces de ver a nadie, y otros en los que esos mismos amigos nos parezcan insensibles. Las emociones negativas nos llevan a detestar el mundo un día o incluso a sentirnos muertos por dentro durante semanas enteras.

Por eso la gran mayoría de nosotros prefiere emplear todas sus horas en analizar posibles vías de escape. Desde mudarse a Canadá para encontrar trabajo hasta invertir nuestros ahorros en un súper-plan empresarial que nos parece buenísima idea porque creemos que nos sacará de la jaula… aunque en el fondo sepamos que algo no encaja.

Llenamos las conversaciones de datos y preguntas sobre estos planes imaginarios, buscamos información en la red y guardamos artículos de prensa que nos ayuden a seguir imaginando ese mágico tobogán que nos liberará. Seguimos alimentando nuestros sueños de libertad hasta que el hechizo se rompe y la realidad nos obliga a constatar que seguimos encerrados en una jaula.

¿Y si vivir fuese precisamente aprender a ser feliz dentro de la jaula que nos ha tocado? Es una pregunta impopular porque nos gusta pensar que somos libres, pero sigue siendo una pregunta que da mucho que pensar, ¿no?

Esta semana comí con un buen amigo que se avergonzó al decirme que se sentía “encerrado en una jaula de oro”. Se sentía culpable porque en los tiempos que corren el oro le falta a casi todo el mundo, y por ello parece que uno no puede quejarse de estar atrapado cuando cobra todos los meses.