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Si has tenido más de 20 amantes, despídete del amor
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LEYENDAS URBANAS, ¿POR QUÉ NOS LAS CREEMOS?

Si has tenido más de 20 amantes, despídete del amor

Si te has acostado con más de veinte personas ya has perdido la oportunidad (para siempre) de encontrar el ‘amor verdadero’. Esa es, al menos, una

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Si has tenido más de 20 amantes, despídete del amor

Si te has acostado con más de veinte personas ya has perdido la oportunidad (para siempre) de encontrar el ‘amor verdadero’. Esa es, al menos, una de las creencias que corren por Estados Unidos y que vertebra el argumento de la película Dime con cuántos, estrenada esta semana. Pero no es, ni mucho menos, el único mito que multitud de gente se cree a pies juntillas.

Un cantante famoso, una chica y su perro en el programa Sorpresa Sorpresa, la chica que pregunta en plena clase a su profesor de biología por qué el semen sabe amargo si tiene azúcares, la pareja que llega a urgencias con algún objeto que no pueden extraer de su ano o vagina, otra pareja atacada por un loco mientras mantenía relaciones sexuales dentro del coche, la universitaria que todas las noches participa en un bukake

Son cientos las historias engañosas que recorren diferentes países, de boca en boca, de mail en mail, sobre hechos que nunca ocurrieron pero que se siguen manteniendo vigentes a lo largo de los años.

Pero, ¿por qué? Según explica el profesor de la Universidad de Guadalajara (México) Francisco Javier Cortázar Rodríguez en su tesis Rumores y leyendas urbanas en Internet, las leyendas urbanas “traducen las angustias, los temores, las creencias y las esperanzas colectivas de una sociedad en un momento dado”.

Quizá por eso son tan frecuentes las que aluden a las relaciones sexuales, como aquella que asegura que una chica, tras pasar la noche con un desconocido, se encontró un mensaje en el espejo del baño en el que ponía “Bienvenida al club del SIDA”.

O esa que cuenta que una joven (suelen ser mujeres las víctimas de las leyendas) despertó, también tras pasar la noche con un desconocido, en una bañera llena de hielo. Al comprobar que le dolía todo el cuerpo llamó a la policía y el agente, tras conocer la historia, le instó a que se mirase la espalda en el espejo. “Si tienes heridas es que te han extraído los riñones, no salgas de la bañera o morirás”, fue la respuesta de la policía.

Podría haberte pasado a ti

“Las leyendas urbanas tiene un componente sociológico, el ‘podría pasarte a ti’ y otro psicológico, el ‘te va a dar miedo/asco’, y por eso se cuentan”, explica el periodista Pedro Palao Pons. Tras haberse documentado ampliamente para escribir el libro Leyendas urbanas y conspiraciones, Pons asegura que los mitos que vamos pasando de boca en boca tienen dos características fundamentales.

La primera es la proximidad del testigo. “A un amigo de mi prima le ocurrió esto”, “me lo ha contado mi compañera que conoce al que…” Curiosamente siempre es una persona concreta la protagonista de la leyenda, pero al fin y al cabo es alguien ilocalizable.

El segundo rasgo fundamental es que las historias suelen ocurrir en un lugar también específico pero, casualmente, nunca concretado del todo. “Fue en un parque de Vigo”, “en una curva de la carretera que une Zaragoza con…”. Obviamente todas las ciudades tienen parques, y todas las carreteras, curvas, pero por mucho que investiguemos y preguntemos al primo del amigo nunca daremos con las coordenadas exactas del escenario de la leyenda.

Ambos rasgos dan credibilidad al hecho y confianza a los oyentes. Además, la gente tiende a usar las leyendas urbanas como una forma de sociabilidad, según Pons, y por eso se perpetúan las historias.

En opinión del psicólogo social Fidel Hernández en la difusión de las leyendas interviene otro factor: “la gente necesita creer, lo que sea”, asegura. Las leyendas que se convierten en épicas, además, suelen apelar a sentimientos básicos del ser humano como el miedo, el odio o la fantasía, y por eso son internacionales.

Si bien la mayoría de los mitos callejeros nacen directamente de un engaño, hay otros muchos que parten de una historia real y con el tiempo se van deformando hasta convertirse en algo completamente distinto. Hernández explica que el proceso es como el juego del teléfono escacharrado: la historia va corriendo de boca en boca y cada narrador le va añadiendo sus propios miedos, fantasías y ocurrencias.

Así ocurrió, como cuenta Pons, con la falsa creencia de que si un hombre se aplica el vapor de la plancha (el vapor, no la plancha) en los testículos se excitará. Parece ser que la historia nació en Corea, donde alguien inventó un elixir líquido que potenciaba el rendimiento sexual y que se aplicaba vaporizándolo directamente sobre el miembro. La historia evolucionó hasta convertirse en algo tan simple (e increíble) como que el vapor de la plancha común es excitante.

Leyendas con moraleja

Muchas de las habladurías que corren por el mundo terminan por asustar a los más ingenuos y temerosos, consiguiendo en algunos casos que se priven de hacer ciertas cosas. Es el componente moralista de la sociedad, que utiliza este tipo de historias para “meter miedo” sobre los peligros que acechan ahí fuera. “Muchas leyendas actúan como reguladores de la conducta moral, al igual que los cuentos que los padres narran a sus hijos”, asegura Hernández. La historia del loco que ataca a la pareja que mantiene relaciones dentro de un coche en un lugar oscuro, por ejemplo, pretende en realidad disuadir a los jóvenes de que hagan ese tipo de cosas.

“Los rumores y las leyendas urbanas nos dicen que la realidad no parece ser lo que es (la vida cotidiana está llena de peligros, los medios de comunicación y el gobierno ocultan cosas), permiten verbalizar, expresar e ilustrar problemas sentidos como importantes, cumplen una función normativa, de enseñanza moral y aleccionadora y reactivan motivos simbólicos antiguos del imaginario colectivo (emparentados con los cuentos, historias, leyendas y mitos de épocas pasadas)”, confirma Cortázar Rodríguez en su estudio.

Por lo general este tipo de historias calan, sobre todo, en las mentes más vulnerables. “Somos bastante más irracionales de lo que nos creemos y hay personas que se creen cualquier cosa”, asegura Hernández.

Afirmaciones tal disparatadas como que saltar a la comba después de hacer el amor evita el embarazo, que el semen blanquea los dientes (una leyenda seguramente inventada por un hombre), que Marilyn Manson se quitó varias costillas para poder practicarse una auto felación, que masturbarse puede causar ceguera o que si uno se ha acostado con 20 personas ya no podrá encontrar el amor son, efectivamente, creídas por multitud de gente. Eso sí, muchos otros, como dice Pons, son capaces de encontrar “ese componente de coña” que las convierte, simplemente, en historias divertidas y entretenidas.

Si te has acostado con más de veinte personas ya has perdido la oportunidad (para siempre) de encontrar el ‘amor verdadero’. Esa es, al menos, una de las creencias que corren por Estados Unidos y que vertebra el argumento de la película Dime con cuántos, estrenada esta semana. Pero no es, ni mucho menos, el único mito que multitud de gente se cree a pies juntillas.